El castillo de If: Habitar en Babel

Un texto de Édgar Adrián Mora

 

UNA DE LAS cosas que más me impresionaron cuando llegué a la Ciudad de México era la forma relativamente fácil en cómo se podían conseguir libros. Uno podía caminar por un tianguis en una colonia marginada, por ejemplo, y de repente tropezar con un vendedor de chácharas que ofrecía libros a un precio irrisorio.

Conocí la librería Gandhi cuando no era más que un conjunto de mesas hechas con burros metálicos y tablas que vendían saldos y una gran cantidad de materiales en algo que parecía un taller mecánico abandonado. De ese local provisional al edificio funcional y atestado de mercadería que es hoy, Starbucks incluido, hay una gran distancia.

Iván Farías es un escritor que conoce las entrañas del monstruo librero a partir de su trabajo en una de las cadenas más importantes de la capital mexicana. Durante algún tiempo fungió como vendedor de piso, esos trabajadores que con uniforme de la librería y gafete inquieren acerca de tus necesidades intelectuales. Es a partir de esa experiencia que se dio a la tarea de escribir una serie de crónicas testimoniales acerca de la fauna que habita el espacio privilegiado de la clase ilustrada: las librerías.

Hay, a través de las páginas de Crónicas desde el piso de ventas (Paraíso Perdido, 2018), una mirada atenta y una curiosidad nata con respecto de las motivaciones y naturalezas de quienes acuden a ese espacio en el cual fungía como cancerbero. Anécdotas que se desplazan con naturalidad y sin buscar el protagonismo de las mismas a través de múltiples registros: el asombro de ser víctima de alguien que se roba volúmenes gigantescos de Mafalda; la amistad con el expresidente de uno de los países más castigados por el militarismo en América Latina; la ternura para acompañar y consolar a una de las viudas literarias más conocidas y más queridas de México; las mañas horrendas de clientes estúpidos y mezquinos; las intervenciones discretas o

escandalosas de los autores que reclaman la atención del mundo, y la librería (que es el mundo que les interesa), para sí mismos; las metodologías de los compañeros de ocupación para retener miles de títulos y sinopsis; en fin, un catálogo amplio que se combina con una brevedad que genera dos sensaciones: por un lado, de agradecimiento por no abundar en temas y estampas nimias o innecesarias y, por otro, la necesidad de querer seguir leyendo acerca de ese mundo que a muchos de nosotros nos es querido.

Quizá vengan más anécdotas que la memoria inmediata de este libro reprimió o suprimió. Es deseable y, desde ya, lo esperamos con ansias.~