Hibridaciones sinápticas: Otros procesos escriturales: Exploración Sonora, Intervención In Situ y Movimiento
Un texto de Iliana Vargas
We open in order to listen to the world as a field of possibilities and we listen with narrowed attention for specific things of vital interest to us in the world.
[…] Deep Listening includes all sounds expanding the boundaries of perception. In this concept is language and the nature of its sound as well as natural sound and technological sound. And too, Deep Listening includes the environmental and atmospheric context of sound.
Pauline Oliveros
SABEMOS QUE CADA individuo tiene distintos métodos y procesos creativos que responden a determinados intereses y búsquedas personales. En el caso de la escritura, lo más lógico sería pensar que uno se concentra en leer y en ejercitar diversos caminos escriturales que detonarán, a su vez, la capacidad de explorar otras voces además de aquella en la que uno se siente más seguro, tanto en géneros como en temas. Sin embargo, he notado que suceden cosas muy extrañas y enriquecedoras cuando uno se arriesga a salir de la zona de confort y se anima a curiosear por otros rumbos que, a primera vista, nada tienen que ver con lo que uno hace. Lo primero es perder el miedo y quebrar las barreras que uno se impone cuando se enfrenta a algo completamente ajeno a su formación y a su vida cotidiana, o a algo en lo que sólo ha participado como espectador, como audiencia; cambiar el típico “no, cómo crees; yo no le hago a eso, no creo que pueda”, por “pues no sé mucho de eso, pero a ver qué pasa”. En lo particular, hablo de la posibilidad de descubrir otras formas de usar el cuerpo, y en específico la voz, el movimiento y la escucha para detonar la escritura.
Ya antes me he referidoal ejercicio auditivo de piezas sonoras no convencionales como uno de mis medios favoritos para alterar la percepción sensorial y, en consecuencia, como herramienta para facilitar el juego con el ritmo,las voces de los personajes, la estructura narrativa y la creación de atmósferas, en mi caso, propias de la imaginación fantástica. La diferencia es cuando uno deja de ser el que escucha para convertirse en el generador de sonidos, movimientos, y en una constante fuente atenta y receptiva de lo que los otros, a su vez, emiten.
¿Cómo sucedió esto? Hace unos meses, Fernando Vigueras, en colaboración con la Sociedad de Carne y Hueso realizó el Taller de Exploración Sonora, Intervención In Situ y Movimiento, como parte del proyecto Contagios.
Aunque mi acercamiento a este tipo de ejercicios empezó en 2012 durante el laboratorio La Voz Generadora de Atmósferas, impartido por Bárbara Lázara, esta vez la experiencia significó un reto distinto y acaso más complicado debido a la cualidad del movimiento implícito en las tareas a realizar. No sabía exactamente de qué trataría ni lo que habría que hacer, pero necesitaba un impulso extra, distinto a los materiales de lectura a los que estaba recurriendo, que me ayudara a activar otros puntos creativos para agilizar la escritura de un libro que estaba en proceso entonces (y que logré terminar).Lo único seguro que tenía el día que empezó el taller, fue la confianza en quien lo impartiría y en quienes lo organizaban; así comola intención de dejarme llevar sin resistencia, anteponiendo la intuición al raciocinio.
El primer experimento me tomó por sorpresa, ya que debíamos vendarnos los ojos y tomarnos de las manos con la consigna de que avanzaríamos guiados por Fernando, escuchando con detalle todo lo que nos rodeaba y poniendo atención a nuestros pasos para que ni uno mismo,ni el compañero de a lado, cayera o tropezara. Yo creo que esta intervención fue fundamental para eliminar cualquier atisbo de duda sobre lo que uno estaba haciendo ahí, y también para concentrarse, afinar el oído y la percepción tanto del ambiente, como del propio cuerpo y el de los otros participantes. A partir de ahí empezó a fluir una dinámica comunicativa que se fue haciendo más intensa y más abierta durante el resto de las sesiones; todas ellas realizadas en espacios públicos, lo cual nos ayudó a identificar los diversos tipos de ruidos que suelen estar amalgamados en una esfera compacta del ámbito cotidiano al que pertenecen, para después separarlos de esa masa e integrarlos a nuestro organismo a través de la voz o de algún movimiento. Así, cada sábado recorrimos y nos instalamos por momentos en jardines, plazas, calles, un kiosco y un par de museos* para aprovechar los atributos espaciales de cada uno de ellos y realizar los ejercicios a partir de textos y propuestas específicas de Pauline Oliveros y KarlheinzStockhausen, seleccionadas de manera previa por Vigueras: “Quantum Listening: FromPractice to Theory (To PracticePractice)”,“SoundPiece” y “De los siete días [fragmentos]”.
Aunque cada texto aborda distintas perspectivas en torno al sonido y el espacio, los tres enfatizan en una escucha activa y atenta de la relación sonora entre el individuo con su entorno y consigo mismo; de ahí la importancia de situarse en espacios con diferentes características ambientales e interactuar con ellas a partir de tales propuestas. Sentados en el piso, acostados en el pasto, deambulando cual fila de ciegos, apropiándonos de un pequeño sitio rumoroso y escuchando nuestras propias reverberancias, creo que aprendimos a reconocer otros sonidos dentro de nuestras propias voces, y a su vez, otras voces dentro de los propios cuerpos durante el proceso de ejercer movimientos controlados en función de conceptos tan cotidianos como “sutil”, “rápido”, “muy lento”, o “algo con lo que no te sientes cómodo”. A partir de las indicaciones que implicaban una reflexión emotiva y evocativa, el cuerpo ejecutaba un movimiento, y el movimiento un sonido que se integraba a otros sonidos a veces ya existentes en el espacio. Cuando nos reunimos en lugares cerrados, aprovechamos las cualidades acústicas del entorno y utilizamos objetos que funcionan como fuentes sonoras, pero que cumplen otra función en la vida cotidiana:
Hay algunos ejercicios que he tratado de seguir haciendo por mi cuenta para activar la percepción y el proceso creativo, quizá no recuerdo el procedimiento exacto, pero sí lo esencial: identificar sonidos aleatorios, ya sea en la calle, en la casa o en el lugar de trabajo, y tratar de “atraparlos” y reproducirlos; escuchar la respiración hasta identificar algún tono mental [por así decirlo] y dejarlo salir, incrementando poco a poco la intensidad y el volumen hasta que uno sienta que el sonido lo ha dado todo de sí; y en particular, el que más me ha servido es el que aborda la exploración fónica de cada una de las letras con que se forma el nombre de uno, pero que igual puede aplicarse a cualquier otra palabra:
Cada vez que hago este ejercicio me doy cuenta de lo poco que realmente escuchamos lo que decimos; no en el sentido semántico, sino simplemente así: sonoro. Acaso alguna vez nos explicaron en la clase de fonética y fonología qué partes del aparato fonador se activan cada vez que pronunciamos cada una de las letras y así poder agruparlas en el apartado al que pertenecen según su naturaleza: palatales, fricativas, interdentales, vibrantes, sordas, etcétera. Sin embargo, explorar no sólo con la boca, sino con todo el cuerpo la mayor cantidad posible de identidades sonoras que tiene cada letra, y en consecuencia cada palabra, ofrece una noción de consciencia distinta al escribir: ¿por qué usar tal palabra y no otra?; ¿qué parte del cuerpo interviene cuando pronuncio tal o cual letra?; ¿qué dimensión cobra lo que escribo cuando lo pronuncio?, y al revés: ¿cómo se traduce lo que pronuncio a lo que escribo? Sé que pensar en todo esto cada vez que uno escribe sería imposible, y quizá para algunos, insignificante, pero he de confesar que abrir la perspectiva creativa hacia puntos donde no suele generarse aquello que buscamos, enriquece en gran medida lo que obtenemos. Sabemos que el sonido, la voz y la escritura tienen una relación implícita y estrecha; lo que no solemos indagar, a mi parecer, es la manera en que sus propios procesos creativos se conectan desde otros puntos para hacerlos coincidir en zonas donde convergen, retroalimentándose mutuamente, la mayoría de las veces de forma azarosa e involuntaria. El reto, entonces, sería atender a la pregunta: ¿qué pasaría si hacemos confluir todo esto hacia un objetivo concreto; si el azar se convierte en una idea precisa y si le damos al cuerpo un poco más de consciencia y voluntad sobre actos que podrían parecer ajenos a su naturaleza? Al final, la escritura expresa todo lo que el cuerpo percibe, experimenta, contiene y desea.~
*Centro Cultural Tlatelolco, Casa del Lago, Bosque de Chapultepec, Museo de la Ciudad de México y ExTeresa Arte Actual
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