Esp-Arg: Argentina fue un desastre | Rusia 2018

Por Andrés Margolles

«LA SELECCIÓN FUE un desastre», titulaba El Gráfico su portada cuando la Argentina, sin Maradona, jugaba un amistoso horrible en Brasil en el proceso que culminaría con la inolvidable Copa del Mundo de 1986. En Madrid, lo de la Selección Argentina, sin Messi, nos recordó nuevamente aquel proceso rumbo a México, en el que los jugadores parecían no saber ni a qué ni por qué jugaban.

El estreno internacional del Metropolitano fue una fiesta grande de España. Lo que se anunciaba como un festival binacional, con la hinchada argentina (10.000 de las 70.000 personas que había en el estadio iban de celeste y blanco) llenando de color y cánticos las tribunas, terminó en un monopolio de banderas rojas y amarillas flameando una, dos, tres, …, seis veces.

Las hostilidades empezaron a los 10 minutos de juego. Hasta entonces, los españoles miraban con una mezcla de curiosidad y envidia a los argentinos saltando y cantando «Argentina es un sentimiento…» o «Volveremos a ser campeones como en el ’86». Hasta entonces, Argentina conseguía disputar la pelota al mediocampo español, y llegar arriba con las proyecciones de Tagliafico y el atrevimiento del pibe Meza, que el «Pipita» Higuaín, una vez más, no conseguía transformar en gol.

Pero a los 10 minutos, la hinchada argentina no pudo con su naturaleza, e inició un cántico insultando a los españoles. Entonces se rompió la tregua, Andrés Iniesta le cedió el testigo al nuevo mago del fútbol español, Marco Asensio, que frotó la lámpara de su zurda para mandarlo a Diego Costa a la guerra, adonde le gusta, a batirse cuerpo a cuerpo con el «Chiquito» Romero que salía del arco desbocado. La pelota terminó adentro del arco, Costa y Romero, lesionados.

La Selección dio medio paso adelante, y ese espacio lo aprovechó nuevamente Marco Asensio para dar un recital de talento. Primero, lo desparramó al pobre Mascherano, que lo corría con el alma, y, acto seguido, se aprovechó de un pésimo pase de Willy Caballero, que había atajado bien contra Italia, para servirle el segundo gol a Isco, que entraba solito a las espaldas de Costa.

El primer tiempo se terminó dos a uno porque Nicolás Otamendi llegó desde el cielo para cabecear un córner y resucitar a los hinchas argentinos, que a esa altura ya mirábamos más a los palcos, donde andaba escondido Lionel Messi, que a la cancha, donde Lo Celso y Meza nos regalaban alguna buena pared, e Higuaín firmaba su peor partido con la camiseta argentina.

Lo del segundo tiempo fue desastroso. Arrancamos otro medio pasito adelante, «como en el primer tiempo» me dijo un niño español sentado a mi lado y, efectivamente, la broma duró, esta vez, menos de 10 minutos. Iniesta le puso un pase al espacio a un notable Iago Aspas que controló, eludió a Caballero, y se la puso atrás a Isco que volvió a saludar a la red.

El descalabro ya era evidente cuando otro talento, Thiago Alcántara, y es que son demasiados, entró solito por el área y anotó el cuarto gol español. Lo que quedó fue un baile, y a cada cambio que hacía Sampaoli, más baile. El «olé, olé, olé» se mezclaba con la ola en las tribunas de un Metropolitano agradecido.

Y llegó el quinto, que lo hizo Iago Aspas, sin arquero. Y el sexto, que fue el hat-trick de Isco, cuando todavía se estaba celebrando el anterior. Y el séptimo no lo quisieron hacer, y nos miraban los españoles, como diciendo «hagan alguno». En la tribuna, todavía le quedaba fuerza a la hinchada argentina para cantar «si van ganando, ¿por qué se van?» a los españoles que preferían evitar el atasco que seguir disfrutando de un equipo maravilloso.

La frustración se hizo evidente en los últimos minutos, con foules argentinos completamente fuera de lugar, más aún para un amistoso. Así lo vio el árbitro inglés, que lo terminó en el minuto 90, sin adicionar ni medio segundo. Fue un 6-1 histórico, por ser el primero en el Metropolitano, por ser Argentina, por ser la última escala rumbo al Mundial de Rusia 2018.

La Selección Argentina fue un desastre. No sabe ni a qué juega, ni cómo juega (¿tres atrás, cuatro, cinco?), ni quiénes juegan (¿Meza?, ¿Bustos?, ¿Acuña?, ¿Dybala?, ¿Higuaín?). Sampaoli ha tenido poco tiempo para armar el equipo, pero está claro que no lo ha conseguido. Como en el proceso de Bilardo, tendrá en Rusia la última oportunidad.

La Selección fue un desastre. En el Mundial, como en el ‘86, será cosa de Messi.

Metropolitano, Madrid, 27-03-2018