Un digno final que pronto olvidaremos
Escribo desde el Olympiastadion, todavía faltan dos horas para el gran partido del Mundial, el partido esperado por todos: Alemania-Argentina. Me vienen recuerdos de Burruchaga corriendo hacia el infinito, los papelitos desde el balcón, y las lágrimas de Diego por ese penal que inventó el mexicano Codesal. Hoy son Cuartos de Final pero la expectante tensión en uno y otro país es la misma.
El Olympiastadion es el estadio más importante del Mundial. Se construyó en Berlín para los Juegos Olímpicos de 1936, aquí también se jugará la Final, aquí culminará la gran fiesta que ha preparado Alemania para sí y para el Mundo. Berlín es la capital alemana desde 1991, en que finalmente fue elegida por el Bundestag en detrimento de la Federal Bonn. Símbolo de la reunificación, la Alexanderplatz nos recuerda que estamos en el Este, con sus espacios abiertos y sus bloques edilicios de antaño. La historia no se detiene en la Postdamerplatz, donde el modernoso Sony Center enfoca sus espejos hacia el futuro.
Los alemanes nos respetan el himno y el fútbol, la pelota tiene un único dueño, la Argentina, y Alemania solo va a buscar “su” Mundial por arriba, para eso cuenta con un hombre clave: el eslovaco Lubos Michel procura inclinar la balanza. Tal vez el control argentino no se pueda explicar sin los primeros minutos de Javier Mascherano, quitó, jugó, se hizo amo y señor de la mitad de la cancha. Y el Apache Tévez estaba desquiciado, taco y caño para habilitar a Sorín, otro caño para dejar al Juampi dentro del área y para rematarla lo corre a Friedrich, se la quita y le vuelve a meter un túnel de esos que solo se ven en el patio del colegio o en aquel video de Riquelme a Yepes. Sin embargo, Alemania las tuvo un poquito más claras con un cabezazo de Ballack y mil y una faltas apenas penadas por el árbitro.
De las 72.000 personas que había en el estadio, más del 80% enmudecieron al ver a Roberto Fabián Ayala ganarle a todas las torres alemanas y cabecear al gol para el delirio de la hinchada argentina. Parecía un sueño, la hazaña estaba al alcance de la mano. Cinco minutos después Juan Román Riquelme manejó muy mal un contraataque que pudo liquidar el partido. En un nuevo centro al área argentina Klose lo carga al Pato en el área chica, el eslovaco se hace el desentendido y nos salvamos por los pelos, no sólo eso, Abbondanzieri ya no se recuperaría y tendría que entrar Leo Franco en su reemplazo. El estadio silba pero el Apache las pide todas, habilita a Maxi y el disparo va a la red, pero del lado de afuera. Entran el Cuchu Cambiasso y Julio Cruz para aguantar el resultado, pero faltando 10 minutos un centro de Ballack es peinado por Borowski y entra en el área el goleador Miroslav Klose que la pone de cabeza bien abajo y bien lejos del arquero. 1 a 1. Pero ni con todo el furor de su público los alemanes son capaces de ir a buscar el partido y Argentina está a punto de ganarle con un penal a Maxi, que Lubos obvia, por supuesto, y una buena aparición de Lucho González.
En el alargue se hace difícil seguir el encuentro, los nervios nos superan. Michael Ballack trata de hacer valer la localía y lo encara al Ratón Ayala, se lleva un codazo y la certeza de que la historia será la del partido, Argentina manda. El único problema es que el negrito Odonkor se le escapa demasiadas veces a Sorín, pero sus centros son bien controlados por una gran defensa. Ahora Lucho maneja el equipo, Cruz gana de arriba más que Crespo, Mascherano se hace un picnic en el mediocampo y hasta Coloccini se da el lujo de estrellar un centro en el travesaño. Pero el partido se va inexorablemente a los penales con Messi mirándolo desde el banco de suplentes.
El primero lo tira el veterano Oliver Neuville y lo convierte. Julio Cruz mete el suyo con gran autoridad. El capitán Michael Ballack no falla para Alemania. Y es Roberto Fabián Ayala, el mejor jugador argentino del Mundial, el que deja su remate en las manos del gran Jens Lehmann. El estadio ruge, nosotros temblamos. Lukas Podolski no falla. Por suerte Maximiliano Rodríguez lo tira estupendamente para que sigamos con vida. Pero Tim Borowski no le da chances a Leo Franco, que a esta altura nos hace extrañar un poquito al heroico Abbondanzieri de las Libertadores xeneixes. Encima el Cuchu Cambiasso deja su penal en el mismo sitio que el Ratón, en las manos de Lehmann, abajo a la izquierda. 4 a 2. El Olympiastadion, la ciudad, el país, son un carnaval. Los argentinos hemos perdido, con una grandeza apenas empañada por las respuestas a las provocaciones de Ballack y los tumultos en el centro del campo. Los pocos que pueden son conducidos por el Juampi Sorín a despedirse de los hinchas que apoyaron hasta el final. La desazón es la de los últimos Mundiales, con la sensación de que desde el 86 no se dejaba tan buena imagen. Pero la historia no guardará en ninguna retina al buen equipo argentino que casi elimina a Alemania.
Los autos embanderados atraviesan Berlín mientras Italia le gana cómodamente 3 a 0 a Ucrania con un golazo inicial de Zambrotta y la presentación de Luca Toni, con un doblete. En silencio, los italianos se han metido en las semifinales y le pondrán a los alemanes la dificultad de un grandísimo Buffon en un clásico europeo. Nosotros apenas observamos fútbol y festejos, seguimos pensando que podría haber sido distinto, me preguntan porqué Cruz, porque alguien tenía que cabecear, y porqué Cambiasso, porque Odonkor nos estaba creando problemas por la izquierda, porqué no Messi, porque íbamos ganando y no nos quedaban más cambios. Incluso Pekerman supo sacar a Riquelme cuando su presencia en el equipo ya era insostenible, si tenemos que buscar culpables el pobre Juan Román sería el primero de la lista. Llamado a ser la estrella de la selección, ha sido uno de los peores del equipo. Pero ya está, habrá que hacer las valijas e ir pensando que para Sudáfrica 2006 tendremos una verdadera estrella: Lionel Messi.
Berlín, 30-06-2006
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