Habitar la pesadilla cotidiana

Un repaso por el origen de la música punk y su adopción en México. Por Édgar Adrián Mora

 

EL PRINCIPIO DE la década de los setenta presagiaba una muerte del rock por todas partes declarada. Una época en donde el movimiento hippie había perdido gran parte de su fuerza inicial y que era desplazado lentamente por las manifestaciones musicales de índole comercial que comenzaban a florecer en las disqueras ansiosas del éxito inmediato. Tenía que ocurrir algo que sacudiera de una vez por todas las conciencias de los aletargados dinosaurios rockeros ahora embebidos en la búsqueda de la perfección estético-auditiva. Y sucedió.

El movimiento punk nacido en Inglaterra se convierte pronto en un fenómeno sin precedentes en muchas partes del mundo. Nacido desde la inconformidad, avanza lentamente apoderándose del gusto de los adolescentes posteriores a la derrota de los Estados Unidos en la guerra de Vietnam. Basado en la estética y la postura irrevocables de la transgresión a ultranza provocadora y amenazante de los valores tradicionales, el punk nace para  regresarle al rock la vocación transgresora y visceral que lo había caracterizado hasta entonces. A fin de cuentas, parecía que el rock no estaba del todo muerto.

José Agustín define puntualmente el ambiente que se vive justo después de que la fiebre hippie empieza a decaer:

Hacia 1974 se habló, con una insistencia que más parecía campaña, de la muerte del rock. Naturalmente se trataba de un wishful thinking o del viejo truco de ver si al decir una cosa ésta se volvía realidad. Lo que sí resultó claro fue que había quedado atrás una fase de la contracultura, la romántica, paz y amor, de los sesenta. Los nuevos tiempos venían especialmente oscuros. Algunos, pocos, de los que circularon en la onda o que de plano fueron jipitecas de alguna manera se las arreglaron para conservar sus ideas, lo era relativamente fácil en el lado espiritual, pero la mayor parte se integró en el sistema, aunque nunca dejó el gusto por el rock, al menos el de los sesenta, y ocasional o consuetudinariamente, se daba sus toques.[1]

La desilusión inmediata de lo que parecía el sepelio del rock empezó a diluirse cuando aparece el movimiento punk. Relacionado con la rigidez que el sistema social impone sobre los jóvenes al endurecer su posición, sobre todo después de los movimientos estudiantiles y los movimientos pacifistas que tuvieron en jaque a los gobiernos belicistas, aparece como una respuesta igual de violenta a la represión social.

El movimiento surge ante todo como eso, como una respuesta al endurecimiento de las posiciones gubernamentales en relación con las oportunidades otorgadas a los jóvenes que emergían de las clases afectadas económicamente por decisiones gubernamentales. Así, partiendo de un descontento social, se llega a una manifestación musical de influencias temporales e ideológicas de magnitudes nunca imaginadas.

El movimiento punk nació con el germen de su propia destrucción, pues se autolimitaba a acoger en su seno sólo a los adolescentes, pues quien no lo fuera, ya pertenecía al mundo en descomposición; tomando en cuenta que la naturaleza es progresiva y no nos permite hibernar en la edad que más nos acomode o nos guste, automáticamente  todo punk que no se suicidara antes de dejar de ser adolescente, pasaba al equipo contrario, aun en contra de su voluntad, como debe ser en la actualidad. Quienes en aquellas épocas (mediados de los setenta) propugnaron por estas ideas, a principios de estos años noventa, ya andan sobre los treinta años de edad.[2]

Más allá de la música, una de las cosas que llamó la atención fue que el movimiento no se limitó a ésta. Este fue uno de esos fenómenos que logró manifestar una  cantidad de rencor social de proporciones gigantescas. Una forma de mostrar al mundo lo podrido que estaba.

Sin embargo, el movimiento punk fue, de lo reciente, lo más auténtico.

El significado de la palabra punk es “basura”.

Fue un movimiento social que se creó detrás de un estilo de rock agresivo. Era un canto de protesta de los adolescentes que no se resignaban a crecer y tener que participar del mundo que según ellos estaba en descomposición. Era un movimiento estilo nihilista, quizá más agresivo que el soporte filosófico bajo el que se inició el rock and roll, cuando nació de la mano del concepto de “rebelde sin causa”.[3]

Los significados que se le otorgan a la palabra punk tienen diferentes vertientes, sin embargo, todo apunta hacia una interpretación de lo corrupto, lo podrido, lo que ha empezado a oler mal. Punk es una definición que alcanza también a quien se adhiere a este movimiento.

La palabra punk es un coloquialismo de viejo uso, sumamente derogativo, que indica a una persona que se comporta como marrano, un ojete y gandalla, bueno para nada, desconfiable y agresivo; o algo  que no sirve, de pésima calidad, por lo que rock punk quiere decir “rock ojete” o “rock chafa”. Una de las primeras veces que la palabra punk apareció en la música fue en “Dear Officer Krupke”, de West Side Story, el refrito de Romeo y Julieta entre pandillas juveniles de Nueva York; después la utilizaron los Who en la canción “The godfather and the punk” de su ópera rock Quadrophenia de 1973. En ese año se le oyó también al viejo Mott the Hopple en su éxito “Wizz kid”.[4]

El fenómeno, sin embargo, tiene un origen identificable, desde luego, por el movimiento musical que echó a andar. La semilla del punk viaja de Nueva York a Londres encarnado en la persona de Malcom McLaren.

A principios de los setenta, el seudopintor Malcom McLaren dirigió a los New York Dolls en Nueva York y después regresó a Londres, donde abrió ‘Sex’, una tienda antimoda y de ropa de piel para sadomasoquistas. Juan Villoro reporta que Sex vendía “lentes ahumados de soldador, aretes de chatarra, tintes para teñir el pelo de rojo, azul, verde o anaranjado, alfileres de seguridad que simulaban atravesar la mejilla, chamarras rasgadas, botones que decían “si sientes que alguien te sigue no es que estés paranoico, sino que ya sabes quién eres” y camisetas que parecían recién lavadas en una alcantarilla”. La boutique de pronto se llenó de chavos jodidos que allí se sentían a gusto y se puso de moda. Desde que dirigió a los Dolls, McLaren había planeado crear un grupo de rock que diera forma a sus fantasías, así es que pronto reunió al jovencito John Lydon, un asiduo de Sex famoso por ojete, con Glen Matlock, uno de sus empleados que tocaba el bajo, con otros dos rocanroleros y que andaban en busca de un cantante para formar un grupo. Lydon jamás había cantado, pero eso era lo de menos, así es que se transformó en Johnny Rotten, y el grupo, que McLaren bautizó como los Sex Pistols, empezó a cobrar rápida notoriedad por ruidoso y por el salvajismo, la violencia, las atrocidades y asquerosidades  que hacían en escena.[5]

Los Sex Pistols  conformaron uno de los grandes fenómenos del rock, armados de todo el descontento social y de la resistencia consciente de varios grupos sociales en contra de la monarquía y de todas aquellas formas que representaran de una u otra forma al poder, se lanzaron a conquistar a la masa cada vez más creciente de nuevos ciudadanos, adolescentes la mayoría, que habían elegido la violencia y la confrontación como ideología. Acerca de Sex Pistols nos dice Ricardo Homs:

El símbolo del punk fue el grupo Sex Pistols (Pistolas Sexuales).

Este grupo fue firmado inicialmente por la compañía EMI, la misma que lanzó mundialmente a Los Beatles.

Sin embargo, el escándalo se les asoció de inmediato; en su primera entrevista  por TV en minuto y medio dijeron ante el público tantas obscenidades que los corrieron de inmediato de la emisora y al día siguiente todos los periódicos y revistas ingleses hablaron del asunto, con lo cual de inmediato se hicieron famosos.

EMI les canceló el contrato, indemnizándolos con cerca de 100 000 libras esterlinas.

De inmediato la compañía americana A&M Records los firmó, guiada por la tradicional intuición comercial norteamericana, que en busca del éxito no tiene prejuicios.

La firma del contrato se realizó frente a la residencia de la reina Isabel, el Palacio de Buckingham, el 12 de marzo de 1977. El motivo para seleccionar tan insólito lugar fue que su primera canción se titularía “God save the queen (Dios salve a la reina)”.

El disco salió al mercado, y de pronto un nuevo escándalo: pocos días después los muchachos del grupo se toparon en un club con un disc jockey que se había negado a programar su disco en su emisora, y procedieron a darle una golpiza que lo envió al hospital.

A&M se rindió también, previendo los conflictos que sobrevendrían después, y también rescindió el contrato, dándoles otra gran indemnización, cerca de 75 000 libras.

Virgin Records se sintió fuerte para sobrellevar al temperamental grupo y los firmó. El disco inicial llegó al quinto lugar en Inglaterra. En noviembre del 77 su canción “Never mind the bollocks, here’s the Sex Pistols”,  llegó al segundo lugar del Hit Parade británico, pero éste era un tema candente, que por el simple título escandalizó, ya que significaba: “Me importa unos cojones, aquí están los Sex Pistols”.

El disco fue prohibido en radio y tv, y muchas discotecas se negaron a venderlo. El grupo fue acusado de obsceno. En las tiendas donde estaba a la venta, la policía tomó disco por disco para tachar la palabra “bollocks” (cojones). Hubo multas, que fueron absorbidas por Virgin Records.

Sus escándalos picaron la curiosidad de los norteamericanos, quienes quisieron conocer a tan carismático grupo. Virgin Records organizó la gira, pero coherentes con su idiosincrasia, se negaron a las comodidades a las que tenían derecho por ser estrellas y se volvieron tan conflictivos, que entre ellos se pelearon y el grupo se desintegró. El punk llevaba en sí mismo su virus: el éxito y la edad.[6]

Los Sex Pistols se convirtieron en la vanguardia de todo un movimiento de rebeldes violentos y extremadamente radicales, creando dentro de sus filas al que sería la mayor encarnación del antihéroe rocanrolero: Sid Vicious, personaje  con el cual la identificación ideológica y estética del punk se iba a dar de manera más concreta. El antihéroe de memoria trágica que terminaría a puñaladas con su novia Nancy y muerto él mismo por una sobredosis de heroína,[7] marcaba las pautas del rock que dominó los últimos años de la década de los setenta por encima del pegajoso sonido discoteque a la Travolta-Bee Gees.

Los Sex Pistols se convirtieron en un fenómeno comercial que se volvió corriente.

Ante este éxito surgieron nuevos grupos, como The Clash y The Damned, que siguieron en la línea durísima de los Pistols y tuvieron grandes éxitos de ventas a pesar de que sus discos eran prohibidos en la radio y de que el medio de los espectáculos les tenía pavor. Este éxito comercial resultó paradójico porque, al igual que los rocanroleros gringos Los Ramones, Talking Heads, Patti Smith y Televisión (que apenas un año antes  habían empezado a tocar en el CBGB de Nueva York), los nuevos grupos ingleses creían que el rock había caído en la absoluta decadencia y corrupción. Las costosísimas grandes producciones de algunos grupos prestigiados les parecían una vil comercialización, y por tanto optaron por un rock desnudo, básico, rápido, violento y agresivo, sin adornos, sin solos, tan pelón que el de Creedence Clearwater parecía sinfónico, con delgadísimas líneas melódicas y letras demoledoras, como cuando Rotten cantó los famosos versos: “No hay futuro… Cuando no hay futuro, ¿cómo puede haber pecado?” en la rola “Dios salve a la reina”. Por lo general las canciones eran breves y explosivas. En cierta forma recordaban un poco los rocanrolitos de los cincuenta, sólo que sin candor ni humor y con una visión bárbara de la vida. Los antecedentes de este rock fueron los pequeños grupos gringos de garage de mediados de los sesenta, como The Mysterians (los de “Noventa y seis lágrimas”) o Count Five (“Reacción sicótica”) y, después, los Stooges, MC-5 o los New York Dolls.[8]

La estética musical del punk era sencilla, nada de lucimientos personales, sonidos estridentes, repetición cacofónica de dos o tres acordes, letras directas y una duración lo más corta posible. La sofisticación o el adorno excesivo de las canciones equivalían, en la ideología punk, a la decadencia que en ese momento sufría el rock.

Musicalmente el punk era deficiente, escudado en el underground y por ende al margen de lo que se debía hacer bien. Se decían vanguardistas e innovadores. Pero más bien, si queremos tomarlo en cuenta, debemos ubicarlo como una música de pretexto para esconder una gran necesidad de comunicación y solidaridad. Jóvenes adolescentes que se marginaban de la sociedad y la agredían con sandeces, y por ello, en reciprocidad, eran agredidos, como parias. El punk rock fue un canal de comunicación que daba salida a toda “la porquería” que se indigestaba dentro de la cabeza de los adolescentes que no querían aceptar unas reglas y un modo de vida que la sociedad pretendía imponerles. Eran más mensaje que forma; la música es forma que comunica a través de las sensaciones. En cambio en el punk rock eran conceptos que se encajaban a la fuerza dentro de un esquema musical. En conclusión, la propuesta es valorarlo más como movimiento social y cultural de una minoría juvenil, que como movimiento musical.[9]

Si como estética musical o como integrantes de una revolución novedosa en el rock el punk no tuvo suerte, en el campo de la estética visual y de la moda como arma ideológica aportó muchos elementos. Elementos que se mezclaban eclécticamente hasta lograr un emplaste que al compartir características fijas los volvían identificables.

Al referirnos al movimiento punk, lo más usual es recordar a los muchachos estrafalarios que traen el pelo cortado en formas caprichosas y con colores sumamente agresivos. Además, la arracada en el lóbulo de la oreja de los varones, se convirtió en parte del uniforme punk. […] Copiaron de los beatniks las chamarras negras de cuero; traían camisetas rotas, cadenas colgando de la ropa, como los rebeldes sin causa, pelo corto y de colores o con medio cráneo rapado.[10]

José Agustín los define de manera más puntual y en aspectos más allá de la estética visual:

Los grupos punk fueron popularísimos en Inglaterra porque expresaron notablemente bien el estado de ánimo de incontables jóvenes pobres, proletarios, francamente asqueados de los mitos y los espejismos del sistema. Su desencanto era abismal y abarcaba todo: familia, religión, escuelas, instituciones, gobierno; el rechazo llevaba a los punks a inclinarse por muchas cosas que la sociedad consideraba repugnante, destructivo o tabú. Esto ya lo habían hecho los jipis, pero los primeros punks eran mucho más gruesos y desde un principio mostraron una radicalidad que despreciaba la muerte. Su droga favorita fue la heroína, junto con alcohol y todo tipo de fármacos: anfetaminas y barbitúricos en especial. Nada de alucinógenos ni mariguana. Primero se vestían con ropa de piel y las mujeres en la moda del sadomasoquismo y de la Mujer Fatal; usaban los cabellos cortísimos y pintados de colores; después vinieron las cabezas con largas puntas, mucho maquillaje en las mujeres, collares de perro, arete, zapatos puntiagudos y demás.

Como se ve, en los setenta todo se fue al extremo opuesto, porque si bien los punks se cagaban en el mundo entero, detestaban especialmente a la generación anterior, a los jipis y los grupos sesenteros, especialmente a los Beatles, los Rolling Stones y al pobrecito de Donovan. Si antes se hablaba de amor y paz, a los punks les gustaban las suásticas y consideraban al amor como “un sentimiento bajo”. Los punks llamaron mucho la atención y se reprodujeron en muchas partes de Europa, en Estados Unidos y México, aunque ya en versiones menos feroces. Su influencia fue decisiva en el rock y la contracultura, y en los años noventa, perfectamente establecido y con una vasta infraestructura, continuaba con fuerza porque el mundo seguía cancelando el futuro a los más jóvenes más pobres. El movimiento punk por lo tanto tuvo una influencia directa en el surgimiento de los fascistoides grupos de skinheads en varias partes de Europa.[11]

«Cuauhtémoc fue nuestro primer punk»: el punk en México

El movimiento punk llegó a México a principios de los ochenta y levantó furor entre la sociedad mexicana por la forma cómo vestían y pensaban quienes se adherían a esta visión del mundo. Más allá del atuendo, las bandas de rock punk haciendo caso de aquella consigna de máxima sencillez y mínima sofisticación, empezaron a proliferar en los barrios proletarios que se identificaron con esta música visceral y constestataria. Sin embargo, los orígenes del punk presentan más una necesidad de contestar y provocar a la sociedad, identificándose con los punks de otras latitudes por la coincidencia de clase y la necesidad de rebeldía. Escribe José Agustín:

En México, como en otras partes, el fenómeno punk se dio con variaciones al modelo original. Hacia fines de los setenta y principios de los ochenta aparecieron chavos muy pobres que, orgullosos, procamaban: “Nuestro rey Cuauhtémoc fue el primer punk mexicano”. Como los ingleses, los punks aztecas no echaban raíces en el barrio, no consideraban que su territorio era sagrado ni que debían defenderlo a morir de chavos de otros rumbos; más bien, como plantea Juan Manuel Valenzuela, los punks eran nómadas urbanos cuyo centro de unión era el rock y la facha. Les gustaba salir a rolarla por la ciudad en busca de aventura y naturalmente para lucir el pelo pintado de colores, engominado para formar puntas de estrellas, o cabezas de maguey, o rapado a la mohawak. Les gustaban los pantalones con parches y muchos cierres, botas pesadas, muñequeras, chamarras y chalecos de piel con ásperos estoperoles y picos metálicos. Con el tiempo llegaron las camisetas negras con estampas de grupos de rock y la ropa negra en general, a la que añadían leyendas que los convertían, dice Valenzuela, en “oradores  silenciosos”. Al rolarla por la ciudad los punks se conectaban y así se formaban algunas, infrecuentes, bandas de punks. Fue un fenómeno de jóvenes jodidos, lumpenproletarios, y sólo uno que otro niño rico, suscriptor de Option, quiso vivir el mito punk con resultados ridículos. Algunos chavitos de clase media también se emocionaron mucho con los punks, pero siempre desde fuera.[12]

Emiliano Pérez Cruz describe de manera puntual el aspecto visual de la banda punk, dice:

La banda punk han sido de los más estigmatizados. Por su actitud desafiante; por la facha, que según las buenas conciencias, agrede: la testa pelada a rape en los costados y larguísima desde el copete hasta la nuca, por donde resbala incluso más allá de la cintura, al estilo mohicano o a la brush o con generosas puntas como de estrella; por la vestimenta: negra, por lo general, de mezclilla o saldos del ejército, playeras holgadas y zapatones mineros o militaroides;  por los accesorios: brazaletes en las muñecas, varios aretes o simples argollas en las orejas perforadas; seguros en la bragueta o en las costuras laterales de los pantalones y chamarras; collares de la más diversa especie; estampados en la espalda, ya sea del grupo de rock preferido o de escenas eróticas o necrófilas.[13]

La apariencia externa de los punks les valió por mucho tiempo que la policía y la sociedad en general los acosaran de manera sistemática. El prejuicio acerca de las costumbres e ideología de los punks les acarreó un sinnúmero de problemas que por lo general se resolvían en el fondo de los separos de alguna delegación del Ministerio Público.

Con semejante fachada, especialmente el cabello, los punks llamaron la atención e inevitablemente fueron objetos de reportajes en los medios, generalmente para burlarse pero a veces con ánimo solidario. La gente por lo general los rechazaba o se burlaba de ellos por su aspecto ridículo. No tenían una manera específica de pensar, salvo la idea de que nada valía la pena porque el apocalipsis había llegado; por lo general no armaban escándalos y su manera de vestir y de peinarse era su proclama para mandar a todos a la chingada, como decía la canción del grupo Solución Mortal, de Tijuana. De cualquier forma, para no variar, la policía no dejó de hostigarlos y, como a los hippies, los arrestaba por pura apariencia. A principios de los ochenta, algunos punks organizaban fiestas pesadísimas en departamentos llenos de basura, donde la gente fumaba mariguana, bebía alcohol, inhalaba cemento, ingería pastas y bailaba en medio de vómitos, meadas y parejas que cogían en los rincones.[14] Los punks mexicanos eran pocos pero en un principio vivieron su mito con gran intensidad. De cualquier manera, con el tiempo la marranez bajó de volumen y los punks mexicanos atenuaron la onda nazi.[15]

Aunque muchos punks utilizan material de desecho para poder tener la apariencia que tienen, la mayoría tiene que desembolsar un buen billete para poder andar vestidos como los cánones del punk mandan:

Ya sabes como son, sale caro vestirse a la moda, imagínate unas Marteens usadas te valen que cinco o siete varos (quinientos a setecientos pesos), unas nuevas hasta kilo-kilo ciento cincuenta (mil a mil ciento cincuenta pesos), un panto (pantalón) Levi’s usado en la tienda cuesta ciento cincuenta, una playera estampada setenta-ochenta varos y una marra (chamarra) más de dos varos, estamos hablando de cerca de dos kilos, y eso ando limitado ya que si quieres vestirte más locochón te cuesta más.[16]

No sólo la ropa forma parte de la estética visual de los punks, tatuajes y perforaciones también son importantes y tienen su costo:

¿Cuánto te costó hacerte los orificios en las cejas, Seifer?

Mira, estos cuatro de las cejas me costaron trescientos, me bajaron cuarenta pesos porque me los hice todos juntos. Este del pezón ochenta, pero ya es por segunda vez, la primera vez que me lo hice se me infectó, me lo hice en la Lagunilla, ahí me costó treinta varos, pero lo barato sale caro… El de la lengua es de titanio y me lo hicieron en cuatrocientos pesos… ahorita vengo a que le den color a un tatuaje.

¿Y ese en cuánto te salió?

Este está chiquito, en trescientos pesos, pero este de la espalda que tiene siete tintas y la abarca toda me costó cinco mil, hace como año y medio, tardaron como tres semanas pero quedó chingón, ¿no?[17]

Existen grupos de punks que, más allá de la identificación visual, se conciben afines a ideas políticas específicas y con formas de pensar que muestran una cara diferente de los punks en México, lejos de preferencias políticas o poses institucionales los chavos trabajan en lo que creen.

No participamos en partidos políticos, aunque allá cada quien su preferencia. Nosotros  somos del movimiento punk, de la especie positiva. […] Porque al principio del movimiento había dos especies: los que eran autodestructivos o destructivos: primero destruir para hacer otra cosa; se daba por la frustración de los jóvenes. Luego cambió la idea y la música, y se llegó a lo de hacer cada quien un mundo donde yo me sienta bien: fue cuando nació la otra tendencia, con posturas incluso vegetarianas o ecologistas: no comer carne; no usar cosas de piel, sino sintéticas, para respetar a la vida, pero esa es una línea que casi nadie sigue. […]

¿Cómo ven ustedes la participación de la banda punk en la política, como ven a los partidos y sus rollos?

La neta, te digo mi rollo personal. No me siento representante de nadie ­ataja por lo sano. Ahorita ya los partidos no son más que una pinche farsa; antes, yo siento, sí había gente que te ayudaba sin que necesariamente tuvieras que entrarle a la fuerza a un partido. Ahora, madres, tienes que afiliarte o no hay nada de nada. Nosotros por ejemplo: nos la hacen mucho de pedo para las tocadas que hacemos, o para las mesas redondas, para la difusión de las ideas que tenemos, para rentar los locales. Te orillan a andar pidiendo chichi por todos lados…

Museo_Universitario_El_ChopoOye: este pedir chichi es para participar en qué zonas, en qué barrios. ¿Realmente participa la banda o queda nada más en familia?

No, gacho: sí participa la banda, gacho que participa. Ya está choteadón que la banda participó en los rescates cuando el terremoto del 85. Hay más: hemos pedido varias veces foro en Culturas Populares para hacer tocadas a nivel masivo; también en el Museo del Chopo, en la Casa de la Pirámide. (…) Por eso formamos el colectivo cultural, para que nos den chance en lugares cén
tricos, para salir de la clandestinidad: antes era un pedo eso de las tocadas: te agarraba la tira por la facha o por la música que te gustaba; te chingaban. Ahora es menos, la ley te ve muy acá y dicen: “Ahhh, es punk, pues piensan chido, no hay pedo”. Aunque luego se manchan de uno y otro bando: no todos los punks son iguales, hay gente que también se dedica al agandalle, hay banda que es parásita, eso no lo puedes evitar, mucho menos en el sistema. Ahí tienes: hasta en los partidos políticos hay gente parásita. Pa’ pronto.[18]

El movimiento punk cobijado bajo la etiqueta de “movimiento hardcore/punk/anarquista” en México ha creado múltiples y variadas formas de autogestión, organizaciones como Las Juventudes Libertarias Ricardo Flores Magón, los Colectivos Credo, Bandera Negra, Cocina Popular, Las Juventudes Antiautoritarias Revolucionarias, los punks de la Biblioteca Social Reconstruir, entre otras. Organizaciones que editan fanzines y revistas independientes en donde se habla de todo lo que concierne a la comunidad a la cual van dirigidas, fanzines como Germen, Testimonios, Brigada Subersiva, Ácrata, Resistencia, Renegados, Kontra lo Establecido, Abriendo espacios y Manifiesto son clara muestra de esto.

En cuestión musical, el punk mexicano se encuentra fuera de lo que en la generalidad se concibe como rock mexicano por su alto contenido de anticomercialidad. Son innumerables las bandas que la rolan entre la comunidad punk tocando y repartiendo cassettes de producción casera o con múltiples limitaciones. Entre los grupos más importantes y de antología se encuentran grupos como Rebel d’ Punk, Attoxicco, Dangerous Rithm (devenido en grupo cumbianchero como Ritmo Peligroso), Eskorbuto, Colectivo Caótico, Sicodencia, Trincheras de Guadalajara, Los Desviados, Katarsis, Síndrome del Punk, Polo Papo, La Ley Rota, Asociación Delictuosa, Vómito Nuclear, QV 7, Demenciales, Conciencias Muertas, Amaya, Rabia Colectiva, Moda Ridícula, Regeneración, Coprofilia, Lucha Autónoma, Fanáticos Bastardos, y una infinidad de nombres que reflejan la  rabia que se tiene contra la vida misma.

La música del punk mexicano cumple con los lineamientos del punk en general, letras y melodías cortas, desnudas y contundentes, la mayor parte de las producciones grabadas se llevan a cabo de forma artesanal y bajo el lema del “¡Hazlo tú mismo!”

En cuestión musical, por ejemplo, las producciones independientes son realizadas por los punks mismos, sin la ambición materialista de las grandes compañías. Cryptas, Cisma, Tajobase, Resistencia son sellos o distribuidores que graban y/o difunden bandas hardcore/punk de contenido político, producen folletos contrainformativos, fanzines especializados en música o “programas de radio” caseros. Los aspectos negativos para esta labor, radican en la falta de recursos económicos común denominador en el llamado Tercer Mundo y la inestabilidad en las bandas.[19]

Así pues, el punk es un movimiento diversificado, que no extendido, entre algunos sectores de la sociedad mexicana. Alejado de los grandes titulares de espectáculos de la prensa o de los programas de radio o de las actuaciones en televisión, los punks parecen más objetos del interés inamovible de los sociólogos y reporteros de nota roja.

Al leer tal cantidad de nombres y propuestas de vida, parecería que el movimiento Hardcore/Punk es enorme. La realidad es otra: son pocas y las mismas personas quienes hacen labores simultáneas. Es la escena  pequeña; en momentos recuerda la vida de una comunidad rural en donde todos o casi todos se conocen. Por ahí, otros califican a esto de ghetto. Tal vez tengan razón; sin embargo, el deseo por darse a conocer en otras latitudes sociales, al parecer va en aumento. […] Posiblemente, el único camino para la juventud aglutinada en torno al “ruido y las ideas libertarias”, sea algo parecido a lo que el fanzin Renegados  con un cínico realismo escribe en el editorial de su último número: “No queremos construir un mundo de sueños; sólo buscamos nuestro lugar en esta pesadilla cotidiana”.[20]~

 

* Este texto forma parte de la investigación De la marginalidad a la comercialización: el rock mexicano en los noventa (tesis, México, UNAM, 2000), en la cual se intenta describir el contexto del rock hecho en México en la última década del siglo XX.

Referencias:

[1] José Agustín, La contracultura en México, México, Grijalbo, 1996, p. 99.
[2] Ricardo Homs Quiroga, Al compás del rock and roll, México, Universo, 1992, p. 80.
[3] Ibid., p. 79.
[4] José Agustín, op. cit., p. 102.
[5] Ibid., pp. 100-101.
[6] Homs, op. cit., pp. 80-81.
[7] Acerca de esta historia, se puede ver la película Sid & Nancy dirigida en 1986 por Alex Cox y protagonizada por Gary Oldman y Chloe Webb.
[8] José Agustín, op. cit., p. 101.
[9] Homs, op. cit., p. 79.
[10] ibid., pp. 79-80.
[11] José Agustín, op. cit., pp. 102-103.
[12] Ibid., 103-104.
[13] Emiliano Pérez Cruz, Noticias de los chavos banda, México, Planeta, 1994, pp. 138-139.
[14] Acerca de estas fiestas, José Agustín, Gerardo Pardo y José Buil incluyen una escena en su libro-guión para cine Ahí viene la plaga titulada “Tengo ganas de algo”, en donde se describe una fiesta punk.
[15] José Agustín, op. cit., p. 104.
[16] Jorge Caballero, “Del tianguis a la boutique”, Generación, número 11, enero – febrero de 1997, p. 26.
[17] Ibid., p. 27.
[18] Pérez, op. cit., 139-140.
[19] Rafael Maya, “La rabia ante lo establecido (Movimiento hardcore/punk en México)”, Generación, número 12, abril-mayo de 1997, p. 11.
[20] Ibid.