BEBER POR NO LLORAR | Que no me toque la lotería

loteriaAUNQUE NUNCA HE sido muy fan de la astrología, cuando me enteré de que mi signo zodiacal chino era el cerdo no pude evitar decepcionarme un poco. En un principio, ignorante de mí, me pareció un animal sin mucho glamour. Hubiese preferido ser dragón. O tigre. Donde va a parar. En aquella época andaba yo viajando por China y, durante una cena con un lugareño que conocí, le comenté que no me hacía ninguna gracia ser considerado un cerdo por su cultura. Él y sus amigos, entre risas, me informaron de que era un signo muy bien considerado, símbolo de la buena suerte y no sé cuántas cosas más. El resto de la noche no dejaron de llamarme Lucky Pig y a mí me dio la sensación de que me habían tomado un poco el pelo. Pero como invitaban a cenar, y no paraban de abrir cervezas, ya me iba bien.

[pullquote]Y es que ser cerdo tampoco es que me haya dado demasiadas alegrías.[/pullquote]

Al día siguiente, sin embargo, una búsqueda rápida en internet me bastó para confirmar lo que me contaron. Ser cerdo, por lo visto, era todo un privilegio. Desde entonces confío un poco más en esto de la astrología. Sobre todo la oriental. Cada vez que alguien se pone a hablar de los signos del zodiaco y sobre cómo le va a ir en el amor en el mes de febrero, me falta tiempo para reconducir la conversación hacia el horóscopo chino y presumir sobre mi condición de cerdo. «En China me llamaban Lucky Pig» suelo comentar con orgullo.

Pero admito que en ocasiones padezco crisis de fe. Y es que ser cerdo tampoco es que me haya dado demasiadas alegrías. Algo de lo que me acuerdo especialmente en estas fechas tan señaladas con todo esto de la lotería de navidad. Para estas alturas esperaba haber ganado ya alguna vez el premio gordo. O aunque sea un segundo premio. Pero nada. Y eso que cada vez juego más. No es que me guste, pero entre una participación en el trabajo, otra en el bar de abajo, el intercambio de décimos con los amigos del pueblo, la familia política, etcétera, me planto con un fajo de números que no sé ni de dónde han salido. Lo sé, podría no comprar ninguno, pero a ver quién se arriesga a que toque y ser el único imbécil de la oficina que tiene que seguir yendo a trabajar.

De todas formas, podría ser peor. No he tenido ningún golpe de buena suerte destacable, pero tengo que admitir que tampoco lo he tenido de mala. Supongo que, depende de cómo lo mires, eso se podría considerar buena suerte. Y es que, catalogar la suerte de buena o mala no es algo tan sencillo como parece. Si no que se lo cuenten al señor Tsutomo Yamaguchi, un señor japonés que vivía en Nagasaki, pero que el 6 de agosto de 1945 se encontraba en Hiroshima por motivos de trabajo. Cuando la bomba atómica cayó sobre la ciudad a las 8:15 de la mañana, el pobre hombre resultó herido, pero sobrevivió. Después de aquello volvió a Nagasaki y la mañana del 9 de agosto de 1945, algo maltrecho, se presentó en la oficina dispuesto a comenzar su jornada laboral. Justo a tiempo para experimentar el impacto de otra bomba atómica. Casi nada. Volvió a sobrevivir, pero no tengo del todo claro si que te caigan dos bombas atómicas en menos de una semana podría considerarse buena suerte. Cabe destacar que, después de aquello, Tsutomo Yamaguchi vivió muchos años más, hasta alcanzar la respetable edad de 93 años. Nunca más le cayó una bomba atómica encima.

La historia de este señor es una de esas que parece esconder una moraleja muy profunda. Tan profunda, que no tengo ni idea de cuál es. Lo único que tengo claro es que, visto lo visto, otro año más sin que me toque la lotería tampoco está tan mal.~