TRIBUNA VISITANTE: Señor Simón
Toda África está revuelta, dice Simón, en Tribuna visitante, de Helena González Sáez
SIMÓN NACIÓN EN la República Democrática del Congo (RDC) en 1972. Es un hombre sonriente y amable, siempre dispuesto a participar en todo lo que se le proponga. Un hombre afectuoso que disfruta de su espontaneidad dibujando con valentía y desparpajo aquello que se le va ocurriendo sobre la marcha. Con cierta frecuencia se trata de inventos para mejorar la vida cotidiana, máquinas para calcular, objetos de lujo y escenas o historias que recuerda de su juventud o de su infancia.
Es el tercero de nueve hermanos; tres mujeres y seis hombres. Vivía en Kimsasa. Desde pequeñito le gustaba estudiar, iba a la escuela él solo y –aunque no estaba matriculado– se sentaba en una mesa y seguía las clases. Así fue su vida hasta los dieciséis años, entonces comenzó a trabajar. Vendía ropa en mercadillos locales y le iba muy bien: ganaba un buen dinero. Compraba fardos enormes procedentes de Congo Brazaville que entraban en la RDC a través del puerto de Matadi. Cada fardo le costaba cien dólares. Simón abría los fardos en los mercadillos y la gente revolvía, escogía lo que necesitaba y lo compraba. Simón recuerda aquella época como un momento de bonanza y bienestar: una buena forma de ganarse la vida. Pero esto no duró mucho.
Simón me cuenta que eran los tiempos del dictador Mobutu. Este declaró el Congo para los congoleños y en medio de un fuerte bloqueo económico, exigió a la ciudadanía congoleña que sacara el país adelante trabajando en condiciones que rayaban la esclavitud. Hubo revueltas y manifestaciones a las que el dictador enviaba al ejército para que las dispersara disparando chorros de agua caliente. Todo el país empezó a revolverse, la tensión y el malestar se extendió por las calles llegando al corazón de cada persona. Simón dejó el mercadillo porque ya no era seguro: con frecuencia los puestos eran asaltados y se generaban peleas y robos.
Simón sigue con su relato del terror. La inestabilidad y el malestar eran muy grandes. Entonces apareció Kabila. Se propuso como alternativa al dictador Mobutu y pidió ayuda al gobierno ruandés para que le ayudara a derrocarle. Las tropas ruandesas entraron por la frontera sin encontrar resistencia: los militares congoleños se rendían inmediatamente porque hacía meses y meses que el gobierno de Mobutu no les pagaban. Fueron los tiempos de las matanzas entre hutus y tutsis. Los ruandeses que huyeron de este genocidio siguen hoy en día refugiados en el campo de Kivu, al norte de RDC. Toda África está revuelta, dice Simón.
Las cosas empeoraron. RDC sufre una tensión interna constante, su renta per cápita es la segunda más baja del mundo, está en conflictos continuos con Ruanda y con Uganda… Ante este panorama y en cuanto pudieron, los familiares más cercanos de Simón huyeron hasta Angola. El cogió un avión y viajó hasta Portugal, donde tenía un amigo. Desde allí viajaron a Bilbao y su amigo siguió hacia París para encontrarse con un familiar.
Simón habla de su acogida en Bilbao con agradecimiento. Pasó muy malos momentos al principio, durmiendo en el desamparo y aunque pronto encontró solidaridad y ayuda, cayó en una profunda depresión. Los compatriotas de Simón en Bilbao pensaron que lo mejor sería que volviera a su país, pero Simón necesitaba tomar unos medicamentos difíciles de conseguir en la RDC. Simón recuerda –con mucho cariño– cómo la trabajadora social que se encargaba de su caso les dijo: Dejad a Simón en paz, aquí va a estar mejor. Las cosas empezaron a mejorar.
Simón sigue esperando que el gobierno español responda a su solicitud de asilo. Mientras tanto, otros problemas administrativos ya se van resolviendo poco a poco. Simón comparte piso con otras personas a las que considera como su familia, acude a las clases de la EPA (Educación Para Adultos) en el barrio y participa en la vida de Zubietxe donde se siente acogido, apoyado y a gusto, y se le nota. Se le nota en la sonrisa, en la confianza, la espontaneidad y el desparpajo con el que dibuja estas máquinas/calendario para calcular y estos inventos para mejorar nuestra vida cotidiana.
Muchas gracias, Señor Simón.~
Viva Simón y viva África, aunque esté revuelta!