Esto no es un manual
«Este texto, que no es un manual,» le hará entender cómo de actuar. Un texto de Moisés Martínez Ayala.
En homenaje a Juan José Arreola,
Julio Cortázar y Vicente Quitarte.
A te, occhi verdi.
«Tome en sus brazos a la mujer amada» y cúbrala de tal modo que ella se sienta protegida. Luego, «toque su boca […], dibújela como si saliera de su mano», recorra los labios de su amada con la yema de los dedos y haga que su piel se ruborice con el simple hecho del tacto. Para esto es muy importante que sepa que «lo que Usted tiene […] es un instrumento de precisión» que exige «amasarla perfectamente con besos y caricias. No deje parte alguna sin humedecer, palpar ni olfatear». Sienta como le mira, como «de cerca [le] mira, cada vez más de cerca». Haga de cada mirada «una obra de arte. No repita el gesto automático –despojado de rituales– de quien prende la luz eléctrica […], [mejor piense] en la caricia nacida desde los ojos», en la combinación maquiavélica que hay en su mano y su mirada. Haga que la piel de su amada (seamos honestos y digamos que es su presa) se enchine toda porque usted amenaza con invadir cada poro que en ella existe. Sienta el abrazo, el deseo y el despojo que nace de la mirada de su presa. Observe la felina mirada, el brillo de los ojos, la picardía que a cuenta gotas ella quiere dejarle ver, que es casi proporcional al deseo que ella tiene de romperle sus ropas. Por eso ahora pese al deseo, aún no ataque. Deténgase un rato en la respiración de ella y note cómo se agita y palpita, primero lento y luego más rápido. Apriétela en el abrazo para sentir el ritmo cardiaco que se refleja en el pecho; mientras nota la presión, respire con suavidad en el borde de la oreja y susúrrele algo, lo que sea, no importa que articule cosas sin sentido y diga: tú y yo cielo. El hecho es hacer vibrar los tímpanos de su presa para acelerar más los latidos del corazón, para hacer que vibre cada pensamiento que ella tiene y que de ellos sólo surjan la necesidad y el placer. Ahora aproveche la posición en la que se encuentra y bese con cuidado el lóbulo derecho, luego presione con sus labios el cartílago de la oreja, y baje lo más rápido que pueda a la parte expuesta del cuello para dar un nuevo beso y respirar con fuerza. Sienta como su amada lo aprisiona con el abrazo, que a usted le ofrece la resistencia necesaria para que juegue a ser el Cíclope con ella.
Repose unos instantes y dé un breve tiempo para que ella asimile el ataque que usted está realizando en la Nombardia de su cuello. Deje que ella repose la cara en sus hombros y válgase de esa breve paz para que usted ponga sus manos en la cintura de su amada a la par que respira el olor de su cabello. Este hecho no será para ella una agresión puesto que se encuentra en un estado catatónico, en el encantamiento que las feromonas y las hormonas dejan nacer. Cuando usted juzgue necesario, con sus manos ejerza la fuerza necesaria para jugar a encontrar las simetrías que nacen en ambos cuerpos y haga el reconocimiento cartográfico que se requiere para vencer al enemigo. Al hacer esto, usted cierre los ojos y memorice la textura que la ropa de su amada tiene, así como los contornos que hay en ella. No olvide un detalle de suma importancia, haga de toda la piel de su amada el mayor receptáculo de sus ataques, así que toque las partes expuestas: rostro, orejas, cuello, manos, brazos… Cada parte desnuda le darán la oportunidad de reconocer las reacciones que usted produce en su presa y así podrá tener una suerte mucho más efectiva.
[pullquote]Sienta como le mira, como «de cerca [le] mira, cada vez más de cerca.[/pullquote]
Finalmente, si está usted en un hotel o en la sala su casa, se encuentra ahora en el punto justo para quitar las ropas que le impiden empezar la invasión. Pero no quiera hacerlo todo de un golpe. Empiece primero con las partes más sencillas. Si es una blusa, desabotone con cuidado la parte superior. No olvide jugar con su respiración en las zonas que van quedando expuestas, y no deje nunca de tocar a su amada. Recórrala con sus manos todo el tiempo que le sea posible mientras usted, de clavícula a clavícula, mide en besos la distancia. Cuando termine de medir prosiga desabotonando la parte superior de la blusa y con sus manos recorra la cintura de su amada. Descienda unos cuantos centímetros tratando de quedar a la altura del ombligo y bese aleatoriamente cada parte del vientre, o si lo prefiere, con la yema de los dedos recorra del ombligo hacia fuera cada poro, cada pliegue microscópico de la piel. Sea travieso y en el recorrido busque con delicadeza quitar la presión que el jeans ejerce en las caderas de su amada, así que meta un dedo, o jale con los dientes la costura del pantalón. Al hacer eso busque empañar con el vapor de su boca la piel expuesta y después escriba con la punta de la lengua su nombre…
Si para este momento usted sigue leyendo este texto, que no es un manual, usted es un tonto y sólo pierde su tiempo pensando en lo que le hará a esa mujer posible, aunque probablemente seguirá sin hacerle nada porque la ausencia es notoria. Sin importar cualquiera de sus motivos debe saber que quien escribe no puede seguir más, porque justo en este momento planea ir a la habitación donde está su amada y…~
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