Expulsados
Cuento de Cesar S. Sanchez /fotografía “Duchamp Relâche”, de Elaine Sturtevant*
DESCENSO. DESCENSO. DUALIDAD de tránsito. Descenso. Los que nacen en el espacio. En el espacio profundo. Profundo. Dualidad de tránsito. Un lado analítico. Otro, defectuoso. Descenso. Adultos. Maduros. Sin infancia. Descenso. Esquizofrenia residual. Residuo. Descenso. Descenso. Descenso.
La rampa baja lentamente. Abajo: fracciones de vegetación alienígena. Arriba: la bóveda del muelle de desembarco bajo la que no volveré a caminar.
Arriba. Arriba. Arriba. Arriba. Bajo la que no volveré a caminar. Plantas alienígenas. Abajo. Abajo. Abajo. Abajo. Abajo. Sin infancia. Residuo. Residuo. Residuo.
Una ráfaga de viento hace que me tambalee. La brida de acero me despelleja las muñecas. Contengo la respiración, aunque los guardias no llevan máscaras.
Miedo a lo desconocido. Miedo a lo desconocido. Miedo a lo desconocido.
La nave cae. El planeta se acerca.
Miedo a lo desconocido. Miedo a lo desconocido.
Estoy desnudo como ella.
Desnudo como ella. Desnudo como ella. Desnudos. Desvalidos. Vulnerables. Como ella. Como ella. Como ella. Como ella. Como ella. Ella. Ella.
— ¿Qué estás mirando, majara? Aquí solo estamos nosotros y tú –una voz conocida detrás…
Detrás. Detrás. Detrás. Detrás. Detrás. Ella, a mi lado. A mi lado. A mi lado.
Muevo la cabeza de un lado a otro.
Nos han quitado la ropa, nos han borrado las marcas corporativas. Parece tan vulnerable, tan desvalida… tan apetecible.
Ella. Ella. Ella. Ella.
No quiero pronunciar su nombre. No me atrevo.
Me da vergüenza. Me da vergüenza. Miedo a lo desconocido. Ella. Ella. Vergüenza. Abajo. Abajo. Abajo. Abajo. Abajo. Abajo. Ella. Ella. Ella. Ella. Ella. Ella.
Comienzo a respirar, resistiéndome al aire que acaricia mis pulmones como a quienes vinieron a detenernos. El aire sabe a sal.
Arriba. Arriba. Arriba. Arriba. Lugares, no-lugares. Como ella. Dualidad de tránsito de quienes nacen en el espacio. En el espacio profundo. Profundo. Cápsulas no-nada. Úteros poliméricos. Nacemos adultos. Sin infancia. Un detonante. Sin infancia. Sin infancia. Sin infancia. Sin infancia.
Los guardias nos empujan hacia el borde de la rampa. Uno es amigo mío. O al menos solía serlo. Servimos juntos en el periodo de instrucción.
Juntos. Juntos. A mi lado. Ella.
Nos han quitado las huellas de nuestros pasos, la sombra que confirmaba nuestros movimientos. Yo también era soldado, pero ella lo cambió todo.
Vergüenza. Ella. Los reflejos implantados sustituyen a la infancia. Suplantación defectuosa. Suplantación. Defectos y consecuencias. Detonante. Ella. Algo. Tenemos que hacerle más pruebas al prisionero. Más pruebas. Más pruebas. Más pruebas. Al prisionero. Al prisionero. Al prisionero. Defecto. Consecuencia. Prisionero.
Qué fácil le resultó convencerme de que robara en el almacén de provisiones. Vergüenza. Vergüenza.
Lo hice por ella. Soldados. Soldados. Prohibidos los contactos prohibidos. Los contactos. Vida de entrega. De entrega. Esquizofrenia residual. Residuo. Residuo. Residuo. Residuo. Residuo.
En cuanto la vi por primera vez, con sus ojos redondos y su mono de trabajo que apenas lograba contener su cuerpo, presentí que haría lo que me pidiera.
Vergüenza. La vi por primera vez. Vergüenza. Vergüenza. Vergüenza. La soñé por primera vez. Prohibido. La soñé. Prohibido. Úteros secuenciados. Programación embrionaria. No-nada. No-nada. No-nada. No-nada. Mecánicos de abordo. Hembras. Hembras. Hembras. Hembras. Ojos oscuros y redondos. La soñé. Profundos. Profundos. Profundos. Profundos. Profundos. Profundos.
Saber que todos los mecánicos de abordo son modificados, me importó una mierda. Debía estar con ella.
Ella, ella, ella, ella, ella. Apta para acceder a cualquier rincón del fuselaje. Genes de animales. Roedores. Insectos. Serpientes. Ella. Escamas en la piel. Roedores. Insectos. Serpientes. Serpientes. Serpientes. Serpientes.
Jamás había estado tan seguro de algo. Estar con una modificada, compartir el tiempo de descanso obligatorio, desobedecer las normas de emparejamiento, escondernos en los pasillos de la zona de reciclado, mirarnos juntos en el espejo de Sirio.
En el espejo de Sirio. Soñarla. En el espejo de Sirio. Soñarla. En el espejo. Vergüenza. Vergüenza. Vergüenza. Espejo. Vergüenza. Vergüenza. Vergüenza. Vergüenza. Vergüenza. Vergüenza. Vergüenza. Vergüenza. Vergüenza.
Acepto todas y cada una de las cosas que me llamaron en el juicio: ingenuo, estúpido, inconsciente, majadero.
Ingenuo. Estúpido. Inconsciente. Majadero. Majadero. Majadero. Majadero. Majadero. Majadero. Bien merecido. Majadero. Sirio. Sirio. Sirio. Sirio. Sirio. Sirio. Sirio. Descenso. Descenso. Descenso. Descenso.
Las acepto y no he dejado de repetírmelas, pero siempre con la sospecha de que en el fondo no se referían a mí, a nosotros.
Repetir. Repetírmelo. A nosotros. A nosotros. Nosotros. Nosotros. Abajo. Abajo. Abajo. Abajo. Abajo. Abajo.
No hay más tiempo. Tiempo cero.
Conducta errática y dejación de funciones y actos delictivos producidos por una dualidad de tránsito, diagnosticada por el departamento psiquiátrico. Se aconseja el procedimiento habitual: destierro, el individuo será abandonado a su suerte en el primer planeta que encontremos con atmósfera respirable. Conducta errática. Errática. Error. Error. Error. Dualidad de tránsito. Dualidad. A su suerte. A su suerte. A su suerte. A su suerte. A su suerte.
Ahora que la sentencia es más que conjunto de palabras ordenadas, la voz del comandante resuena como la huella magnética de una estrella de neutrones en el espectro.
Dualidad. Dualidad. Dualidad. Dualidad. Dualidad. Dualidad. Una caja abierta dentro de un sobre cerrado. Cerrado.
La nave se detiene a escasos 10 metros por encima de un claro.
Abajo. Abajo.
Desde el borde de la rampa, hay apenas tres metros al suelo. Lo suficiente para partirse una pierna. Quizás tenga suerte y me rompa el cuello.
El cuello. El cuello. El cuello. El cuello. El cuello. Crac. El cuello. Mis huesos reforzados resistirán. Una vida de entrega. De entrega. No iba a ser tan fácil. Tan fácil. Fácil.
Podría suplicar y de nada serviría. Podría tratar de desarmarlos y vendrían otros.
Otros. Otros. Y otros. Y otros. Y otros. Y otros. Y otros. Para agotar el tiempo cero. El tiempo que suma.
Nadie habla. Hace días que las palabras están de más, salvo las que destilan desprecio. No hay voces compasivas, ni despedidas. Solo insultos. Las palabras han muerto para nosotros. Hasta eso nos han arrebatado. Sólo puedo pensar.
Pensar no cambiará la situación. Pensar. Pensar. Pensar. La situación. La situación. No quiero. No quiero pronunciar su nombre. No quiero pronunciar su nombre. Su nombre. Su nombre. Su nombre.
Ella me mira una vez más.
Ella. Ella. Ella. Ella. Ella. Ella. Aquí solo estamos nosotros y tú. Nosotros y tú. Y tú. Tú. Tú.
Conozco esa mirada. La he visto muchas veces desde la detención.
Su nombre. Su nombre. Su nombre. Su nombre. Su nombre.
Una mirada que busca mi perdón o quizás algo más profundo.
–¿A quién miras, joder? –una voz desconocida.
Una mirada que se enturbia al cabo cada vez, ante la incapacidad de la mía de mostrar nada.
–A nadie.
Su nombre. Su nombre. Su nombre. Esquizofrenia residual. Residual. Residuo. Residuo. Residuo.
El muro de viento caliente la obliga a dar un paso atrás. Con el hombro la ayudo a recuperar el equilibrio. La culata de un fusil me devuelve a mi sitio.
Mi sitio. El espacio que ocupo. Espacio superficial. Superficial. Superficial. Mi sitio. Mi sitio. Mi sitio. Su nombre. Su nombre. Su nombre. Su nombre.
Noto que forcejean detrás de mí. Están cortando las ataduras.
Van a hacerlo. Miro a quien solía ser mi amigo.
Miedo a lo desconocido. Miedo a lo desconocido. Miedo a lo desconocido. Abajo. Miedo. Miedo. Miedo. Miedo.
No hay emoción en sus ojos.
Miradas. Miradas. Miradas. Miradas. Miradas.
Un empujón, pierdo el equilibrio, caigo, todo en uno.
Un golpe amortiguado. Unos instantes de calma. El dolor llenará el vacío de un momento a otro.
¿Dónde dolerá? ¿Dónde? ¿Dónde? ¿Dónde? Abajo. Abajo. Estoy abajo. Abajo. Abajo ¿Dónde?
En cambio, el dolor no llega. Mediante una rápida inspección, compruebo que no me he hecho daño, ni un rasguño. Ella se queja entre unos arbustos.
Estamos abajo. Abajo. Nosotros. Nosotros. Nosotros. Nosotros. Abajo. Abajo. Abajo. Abajo. Abajo. Abajo. Ella se queja. Se queja. Ella.
Por lo visto, ha corrido peor suerte.
Residuos a su suerte. Mejor o peor suerte. Buena o mala suerte. Suerte. Residuos. Residuos. Residuos.
Me acerco, supongo que para comprobar la gravedad de sus lesiones, aunque no estoy seguro.
Ella. Ella. Ella. Ella. Ella. Ella. Aún sollozando de dolor. Así, desnuda sobre la hierba. Sobre la hierba. Sobre la hierba alienígena. Las escamas brillan en miles de diminutos arcoíris. Ninguna luz envasada las haría brillar de este modo. De este modo. No quiero pronunciar su nombre. Su nombre. Su nombre. Su nombre. Su nombre. Su nombre. Se llama Eva. En voz baja. Eva. Eva. Eva. Eva. Eva. Eva. En voz baja. Eva. Eva. Eva. Eva. Eva. Eva. Eva. Eva. Eva. Eva. Eva. Eva. Eva. Eva.
– Creo que tienes una costilla rota. Se curará pronto, Eva- le susurro al oído.
A Eva. Susurro el nombre de Eva al oído de Eva. Al oído. Oído. De Eva. De Eva.
– Tengo mucho miedo- dice.
No quiere pronunciar mi nombre. Mi nombre. Mi nombre. Mi nombre. Mi nombre. Mi nombre.
Corto una rama de un arbusto y cubro con ella su sexo. Eva sonríe. Agradece el gesto, aunque la sonrisa expresa además que va a necesitar mucho más que un trozo de madera para recuperar lo que nos han arrebatado.
Más que un trozo de madera. Madera alienígena. Hierba alienígena. Madera y hierba de otro mundo. Nací en la nave. Adulto. Maduro. Yo no tengo mundo. Un mundo que arrebatar. Un mundo al que regresar. Eva, tampoco. Tampoco. Que nos han arrebatado. Arrebatado. Arrebatado.
Estruendo de motores acelerando y miro hacia arriba con los ojos entornados.
Arrebatado.
La nave asciende en medio de una nube de gases y polvo, se aleja para siempre. Leo su nombre estampado en un costado: Paraíso, el nombre del planeta del que partió hace más de mil años. Y lo pronuncio a media voz.
Eva lo repite:
— Paraíso.
Paraíso. Paraíso. Paraíso. Paraíso. Paraíso. No quiere decir mi nombre. No quiere decirlo. Mi nombre. Arriba. Paraíso. Arriba. Paraíso. Arriba. Paraíso. Arriba. Paraíso. Arriba. Arriba. Arriba. Paraíso. Paraíso. Paraíso. Ella y yo. Nosotros. Nosotros. Nosotros. Abajo.
Nos abrazamos y permanecemos abrazados mientras el estrépito de la nave se pierde entre las nubes. Lo que menos necesito es presenciar la partida de lo que nunca regresará.
Lo que menos necesito. Regresar. Regresar. Ningún mundo al que regresar. Ningún mundo. Salvo este mundo. Lo que menos necesito. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca. Mi nombre a secas.Di mi nombre. Mi nombre. A secas. Mi nombre. A secas.
Huele a mil aromas desconocidos.
Tal vez no lo conozca a secas. Tal vez no lo conozca. Tal vez lo haya olvidado.
Las lágrimas de Eva me mojan los labios cuando la beso.
Sí lo conoce. Lo conoce. Sí. Sí. Sí. Sí. Sí. Sí.
Saben a sal y el miedo se ahoga en ellas rápidamente. El calor que desprende me envuelve como la brisa de los ventiladores de las unidades de contención.
Ella y yo. Ella. Y. Yo. Yo. Nosotros. Nosotros. Nosotros. Nosotros. Nosotros. Nosotros. Nosotros. Nosotros. Nosotros. Nosotros. Nosotros. Nosotros.
El ruido del motor se confunde con los truenos de una tormenta que, al parecer, se aproxima.
Lágrimas. Diamantes oculares. Perlas acuosas. Reflejos implantados. Lecturas postizas. Residuos.
Las lágrimas, el calor del cuerpo de Eva y el rugido del cielo transforman la hostilidad en un recuerdo que ha dejado de pertenecerme.
De pertenecerme. De pertenecerme. De. De. De. De. De. De. Eva. Eva. Eva. Eva. Eva. Eva. Eva. Desterrados. Expulsados.
Expulsados. Obligados a buscar refugio y tratar de sobrevivir en este inhóspito planeta. A merced de mil peligros desconocidos. Sin embargo, no cambiaría este abrazo por nada.
Por nada. A Eva por nada. A Eva. Nada. Nada. Nada. Nada. Nada. Nada. Nada. Nada. Nada. Nada.
La cojo en brazos y empiezo a caminar hacia un bosque lejano. Casi no pesa.
Lejano. Lejano. Un bosque. Bosques como los del condicionamiento. Bosques planos. A cubierto. Ella y yo a cubierto. Casi no pesa. Casi no pesa. Casi no pesa. Casi no pesa.~
*“Duchamp Relâche”, de Elaine Sturtevant posando con Robert Rauschenberg para su pieza (1967, MOMA).
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