IRREVERENCIAS MARAVILLOSAS: El recuerdo como ritual

«Al palpar la cercanía de la muerte, vuelves los ojos a tu interior y no encuentras más que banalidad, porque los vivos, comparados con los muertos, resultamos insoportablemente banales».

Miguel Delibes


 

Una de las costumbres más particulares en la inquietante y doble moralista era victoriana (s. XIX), en la que proliferaba el adulterio, la prostitución, las drogas, los narcóticos «sociales» y el trabajo infantil, era la fotografía post mortem (después de la muerte): se retrataba a las personas que habían fallecido recientemente, solos o acompañados por algunos de sus familiares, ataviados con sus mejores ropas, arreglados y peinados tradicionalmente, sin evocaciones directas a la muerte (como ataúdes, tumbas o cementerios). Si varios miembros de la familia habían muerto el mismo día, los fotografiaban juntos, por lo que en algunas imágenes pueden aparecer varias personas fallecidas.

El daguerrotipo fue el primer método fotográfico «popular» difundido a partir de 1939 en Europa, y le permitió a la mayoría de las familias que no contaban con la solvencia necesaria para solicitar un retrato hecho por un artista, conservar un recuerdo (a veces el primero y último) de sus seres queridos para inmortalizarlos a través de frágiles imágenes sobre superficies de plata o cobre plateado que resultaban en piezas únicas y que tardaban varios minutos en realizarse, tiempo durante el cual las personas debían mantener la misma posición. Generalmente se hacían en estudios fotográficos, a menos de que el cuerpo no pudiera ser transportado.

Debido al propósito de representar a los cadáveres como cuerpos con vida, en varias fotografías es difícil saber quién había muerto, pues incluso los fotógrafos crearon un pequeño artefacto que sostenía a los cuerpos por la espalda y el cuello para poder tenerlos en pie, y no retratarlos únicamente sentados o recostados. En mucho de los casos, su base no podía ser escondida. Cuando no podían usar uno de estos artefactos para mantener de pie al cuerpo, y tratándose de niños, generalmente uno de los padres lo sostenía por detrás, cubriéndose con un paño para no salir en la fotografía de manera tan obvia.

blog_TimeBeforeDeath_Clavey

Fotografía: Edelgard Clavey, 67| Walter Schels/Wellcome Collection. 
First portrait: December 5 2003
Edelgard was divorced in the early eighties, and lived on her own from then on; she had no children. From her early teens she was an active member of the Protestant church. She contracted cancer about a year before she died, and towards the end she was bed-bound. Once she was very ill she felt she was a burden to society and really wanted to die

En las fotografías también podían aparecer los objetos favoritos o mascotas (de las que, por cierto, también hay algunas fotografías post mortem) del difunto, e incluso portar una corona de flores o estar rodeado por las mismas.

Algunas particularidades que pueden ayudar a detectar entre los fotografiados quién había fallecido, son las miradas, pues los familiares por lo general veían directamente a la cámara o tenían semblantes que reflejan sentimientos particulares, mientras que los finados no tienen posturas naturales, su piel podría tener un color levemente diferente, los párpados cerrados o un rostro rígido, y cuando parecían mirar a un objetivo en particular, las pupilas eran retocadas a mano en la fotografía para dar un toque realista a su figura.

Que la mayoría de fotografías sean de bebés o niños pequeños tiene una razón: más allá de ser sobrecogedora, esta prática demuestra un contexto social trágico en el que la tasa de mortalidad infantil era algo usual y donde la falta de métodos anticonceptivos y lo primitivo en los procedimientos del parto ponía en riesgo tanto vida de la madre como la de la criatura. No debe cuestionarse la belleza que existe en estas fotografías que, a pesar de ser funestas, demuestran el amor de las familias en duelo por los seres queridos que partieron, así como ese anhelo tan humano de conservar un recuerdo infalible al tiempo de quienes han muerto.

Generalmente, las fotografías eran exclusivamente para la familia y los cuerpos no demostraban signos de violencia en ellos, pero en algunos casos, sobre todo los involucrados con crímenes, las fotografías aparecían en el periódico y la noticia se daba a conocer, como la de una familia formada por los padres y tres niños pequeños asesinados en 1906, que aparecen recostados y juntos sobre una cama, con señales de bala en las frentes, cuya historia pueden leer en un artículo digital del New York Times. [1]

Aunque actualmente esta práctica (o al menos sus particularidades) ha desaparecido, hay un sitio de Internet, The Thanatos archive, dedicado a preservar y digitalizar todas las fotografías antiguas post mortem que les han facilitado para crear un banco de imágenes disponible para sus miembros, quienes al pagar un mínimo de 25 dólares, tienen acceso a más de 2 000 fotografías y pueden ponerse en contacto con los otros asociados.

Preparar y ataviar a los cadáveres para impedir la putrefacción, al menos de manera temporal para las fotografías, no dista mucho de lo que hacían en el Antiguo Egipto respecto a la momificación (3500 a. e. c.), y es algo que se practica en diversas culturas: en occidente suele prepararse el cadáver para el velorio (se deja presentable el cuerpo, se le viste con sus mejores ropas se maquilla para que luzca con vida) al igual que lo hacían para las fotografías post mortem. La única diferencia es que con la tecnología actual y los teléfonos inteligentes, las fotografías digitales abundan por doquier y ya no es necesario tomar una del cadáver como recuerdo.

Otra de las razones por las que esta práctica parece extraña en el presente, es porque la experiencia con la muerte se ha modificado, ya que las personas suelen morir en hospitales o lugares específicos lejanos al hogar, a diferencia de la experiencia cercana a la muerte que tenían en aquella época, cuando las personas solían morir en sus propios hogares.

Desde hace menos de una década, hay un fenómeno particular que está ocurriendo en Puerto Rico: los velorios se realizan con el cuerpo del difunto fuera del ataúd y en alguna situación cotidiana, como el caso de David N. Morales, quien fue velado sobre su motocicleta. En Estados Unidos, en 2014 Miriam “Mae Mae” Burbanks fue velada sentada a la mesa, arreglada de forma distinguida y usando lentes oscuros, rodeada de sus objetos favoritos. Ambos casos son populares en Internet y muestran otra forma de enfrentar a la muerte: con aceptación y cierta alegría; lo que remite también al reciente velorio público de Pedro Lemebel (escritor y artista plástico chileno, que murió en enero del año en curso) que se convirtió en una fiesta con cantos y felicidad en la que sus lectores y amigos pudieron compartir el afecto y amor que sentían por el escritor.

En México, el fotógrafo Enrique Metinedes es conocido mundialmente por su trabajo en nota roja en el que muestra «(…) la exposición de emociones de situaciones límite de tragedias humanas, tomadas con talento y recursos artísticos fotográficos». La colección de Metinedes se conforma de accidentes, asesinatos, catástrofes y desgracias humanas: ha perpetuado en la memoria fotográfica a innumerables cadáveres (algunos incluso sin identificar) y sucesos históricos, como el fatídico terremoto del 85, de manera magistral.

En Alemania, el fotógrafo Walter Schels realizó, en 2008, un proyecto increíble titulado «Time before death» con personas en estado terminal a las que entrevistó y retrató antes y después de sus muertes. La importancia de su proyecto, además de la belleza de las fotografías, radica en que revela los pensamientos y reflexiones que tienen las personas conscientes de que morirán en muy poco tiempo. Las fotografías se expusieron durante el mismo año en un museo de Londres.

El ritual de la fotografía post mortem ha desaparecido casi por completo (al menos de la forma tradicional) y ello conlleva a olvidar en cierto aspecto a la muerte, hacerla a un lado o ignorarla, olvidar el proceso del duelo con el cuerpo y relegar a la figura física a un recuerdo vago en la memoria o a representaciones de aquel en vida.

La fotografía post mortem es una muestra de cariño, de eterno amor filial y de aceptación frente a lo infalible.~