IRREVERENCIAS MARAVILLOSAS: Indagar en el  olvido

Irreverencias maravillosas, columna de Lola Ancira.

«Toma sólo fotografías. Deja sólo huellas.»
Regla implícita de la exploración urbana.

La exploración urbana, mejor conocida como Urbex (del inglés urban exploration), es la actividad de infiltrarse en construcciones arquitectónicas de cualquier tipo en situaciones específicas, como el abandono y la decadencia, con una finalidad filosófica, documental, histórica, ilustrativa, emotiva, estética y/o artística.

"Forgotten melody" por Roman Sołowiej (shexbeer)

“Forgotten melody” por Roman Sołowiej (shexbeer)

El descuido y abandono de estos lugares comúnmente ocurren por desastres producidos por la naturaleza (Pompeya y Herculano tras la erupción del Vesubio en el 79 d.C.), fracaso económico (Isla de Hashima, Japón), hechos violentos y crueles (mansión de Amatyville), catástrofes (el accidente nuclear de Chernóbil), conflictos socio-políticos (Varosha, en Chipre, tras la invasión turca) o exterminio (campos de concentración soviéticos y alemanes).

Una de las primeras personas en realizar esta actividad y ayudar a su popularización fue Jeff Chapman (1973-2005, mejor conocido como Ninjalicious), quien incluso publicó un libro titulado Access All Areas: a user’s guide to the art of urban exploration (2005). Actualmente, uno de sus principales exponente es el fotógrafo Romany WG, quien desde 2007 ostenta una hermosa y fascinante galería en línea y es autor del libro Beauty in decay (2012), antología fotográfica que reúne su trabajo de explorador urbano en más de 15 países.

Parte de su encanto y atractivo es que el urbex, como cualquier otra actividad, tiene (quizá un poco más) diversos factores de riesgo, físicos o legales, al encontrar superficies inestables, zonas en riesgo de caída, incurrir en allanamiento de morada o al descubrir algún indigente que podría reaccionar de forma violenta o agresiva.

La exploración se puede realizar en espacios pequeños y cerrados, como una sola habitación, una pequeña bodega, un consultorio médico y jardines, casas o mansiones; o a mayor escala, como en granjas, escuelas, asilos, manicomios, hospitales, cementerios, bases militares e incluso los llamados y conocidos pueblos o ciudades fantasma (que, dicho sea de paso, han sido el tópico de decenas de libros –Pedro Páramo (1955) de Juan Rulfo–, series televisivas –Urban Explorers de Discovery Channel o MTV’s Fear–, películas –The thing (1982)– y videojuegos –Silent Hill (1999), cuya película fueinspirada en Centralia, Pennsylvania–).

Pero no es tan simple, pues existen ciertas reglas o normas que los exploradores urbanos deben seguir: ser cautelosos al momento de ingresar al lugar, no tocar, robar o dañar objeto alguno (mucho menos las instalaciones) y siempre mantener discreción sobre las ubicaciones (sobre todo en caso de ser una propiedad privada o riesgosa, por el deterioro natural del tiempo).

No existe un «equipo especial» para realizar urbex, pero no está de más usar ropa y calzado deportivo y cómodo, pues es muy probable que se realicen movimientos que requieran flexibilidad. Una linterna e incluso un pequeño botiquín médico nunca sobraran. También sería aconsejable hacerlo en grupos formados por personas responsables, conscientes de los posibles riesgos a los que se exponen y preparados para cualquier eventualidad.

Existen variedades del urbex como los diggers, cuyos integrantes se dedican únicamente a explorar alcantarillas, drenajes, subterráneos y túneles de metro o industriales abandonados, y el ruffing, en el que exploran desde tejados y azoteas también en abandono.

Actualmente, el urbex está en su apogeo en distintas ciudades de Estados Unidos y Europa pero en muy pocos países de América Latina, como Argentina. Particularmente, en México hay cientos de construcciones y parajes abandonados (muchos de ellos incluso en grandes avenidas, como el Cine Ópera), que sería maravilloso poder fotografiar. El último grupo de urbex en México (al menos de los que hay vestigios) tuvo actividad sólo un par de años, hasta el 2009.

Muchas de estas fotografías e información respecto a varios sitios para realizar urbex se pueden encontrar fácilmente en Internet, sobre todo en foros en línea y en sitios como Flickr, Facebook o a través de diversos hashtags como #partnersingrime, #abandon_seekers, #sfx_decay o #unitedbygrime en Instagram. De gran utilidad también son Google Earth y los planos topográficos.

Si bien el urbex es sólo un pasatiempo para algunos, en sus filas existen preservacionistas, arquitectos, arqueólogos,  fotógrafos profesionales, historiadores e incluso investigadores de lo parapsicológico interesados en lugares «embrujados» o «encantados» por espíritus.

Chiesa dell'oratorio di San G. del B. (It) por Vincent-Jansen.nl

Chiesa dell’oratorio di San G. del B. (It) por Vincent-Jansen.nl

Los verdaderos exploradores urbanos no dañan, vandalizan, ni roban en absoluto por el simple hecho de que veneran esos lugares. Sólo realizan una «investigación de campo» con la finalidad de fotografiarlo y poder mostrar los increíbles parajes que permanecen ocultos para la mayoría.

Realizar urbex da la extraordinaria oportunidad de conocer de otra forma la arquitectura del contexto, involucrarse con el pasado, con las historias de las personas que pasaron algún tiempo de su vida en esos espacios determinados y que ahora ofrecen diferentes interpretaciones y lecturas a sus escasos visitantes.

Más allá del argumento de buscar «la belleza en la decadencia», la importancia de esta actividad radica en reflejar la historia que cuenta el lugar junto con los objetos abandonados y así postergar, de alguna forma, ese testimonio. Explorar es descubrir el encanto de sitios específicos que, de otra manera, serían ignorados y relegados al olvido por completo.

Uno de los instintos naturales es la curiosidad: explorar e investigar forma parte de nosotros desde temprana edad. Esta actividad no hace más que animarnos a expandir nuestras conexiones mentales al salir de los caminos y espacios cotidianos y ya conocidos.

Hay personas que piensan que lo que realmente vale la pena de una ciudad (propia o ajena) son los monumentos nuevos, las construcciones modernas y limpias que ostentan. Nada más alejado de la realidad: la historia y la memoria están en otro lado, precisamente en los sitios donde un solo momento permanece paralizado a pesar de que el tiempo, la naturaleza y el ser humano no se detienen jamás.~