El orden de la cerveza | blog Mundial Brasil 2014
El consejo es igual en alemán que en inglés: “Beer and wine is fine; wine and beer, o dear!/ Bier auf Wein, das lass sein. Wein auf Bier, das rat ich Dir!” Que es algo así como «cerveza y vino, es buen camino; vino y cerveza, poca destreza». Es decir, que en aras de la posible resaca, primero debe beberse la cerveza y ya luego el vino. En realidad a la resaca no le importa el orden, se sabe, pero el dicho alemán, al menos, nace de la diferencia social de los bebedores: los de vino por sobre los de cerveza. Así, primero beber la cerveza y ya después el vino. El vino sobre la cerveza. ¿Francia sobre Alemania?
A la hora del brindis hay también diferencias: no se brinda igual con cerveza que con vino, al menos no en alemán. “Zum wohl!” se prefiere con vino y “Prost!” con cerveza. Pero el brindis en sí, como acaso en medio mundo, se prefiere hacerlo con vino en mano. “Zum wohl!”, se escucha, y acto seguido se chocan las copas con la frente en alto y, lo más importante, mirándose a los ojos. Esto último es importantísimo, una descortesía incluso si no se hace, pues para algunos, quienes no reciben de vuelta la mirada, es señal de mala suerte en el sexo. Por otro lado, con la cerveza no se tienen tantas formalidades, un Prost! y a lo que estábamos, un partido de futbol por ejemplo: un partido como el de Francia-Alemania a las seis de la tarde, hora ideal para empezar a abrir las cervezas, que ya después se verá si se abre o no el vino.
Porque lo cierto es que en Alemania, a la hora del futbol, la cerveza es la reina. Vinos hay, sin duda, sobre todo los blancos (Sekt incluída, ese champán alemán), pero con el futbol no tiene rival. La cerveza sobre el vino. Alemania sobre Francia: gol tempranero de Hummels en apenas los primeros quince minutos de juego. El defensa sube y remata de cabeza. Prost!, dijo quizá, y volvió a lo suyo. Los tertulianos de las parrilladas de un viernes por la tarde-noche seguramente también: quedan aún cervezas por abrir y salchichas por comer; el verano es joven. El vino puede esperar.
Llegó el medio tiempo del partido y parecía que la fiesta no había empezado, incluso con un gol en el marcador. ¿Cuestión del segundo tiempo y sus minutos finales, y hasta tiempos extra, como en los partidos de octavos?
Las sorpresas no son en sí parte de la identidad festiva alemana. La partida de un pastel (tarta), por ejemplo, no es ni siquiera el momento cumbre de un banquete cumpleañero; puede ocurrir en los primeros momentos de la fiesta y el resto ser plática y más plática. ¿Baile? No es necesario, una fiesta alemana bien puede prescindir de ello y decirse fiesta, al menos una que cumple sólo con, digamos, una parte de la definición: “reunión de gente”, y nada más. La celebración, la diversión, pareciera ser opcional, y esta vez no se escogió, al menos no aquella que se espera en un partido de futbol.
Llegó el segundo tiempo y aquello fue plática y más plática. Francia quiso abrir una que otra botella de vino y brindar con los suyos: no ha lugar: se empezó con cerveza y el vino no era precisamente una buena idea: la cerveza tenía que seguir siendo la reina de la tarde. Alemania escogió empezar con cerveza. ¿Cerveza, vino y luego de vuelta cerveza? Los alemanes ni lo pensaron. Aquel solitario brindis les pareció suficiente, la reunión de gente ya estaba, ¿para qué un baile?, ¿para qué la diversión? La fiesta estaba hecha; la cerveza, abierta.
La resaca, dicho sea, se la conoce en alemán como “el gato”, “der Kater”. Cuidarse del arañazo es pues la consigna de una borrachera. El orden de las bebidas, ya se ve, importa. Defenderse contra el gato como gato. O como Neuer, quien al último minuto, ya del tiempo complementario, cual gato panza arriba defendió la portería alemana del tiro de Benzema. Tremendo zarpazo. Era claro, los alemanes no estaban dispuestos a mezclar la cerveza con el vino. El orden, se vió, importa. Cerveza para todos. Prost!~
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