Blog de poesía | selección de poemas de Versión aérea, de Luis Arturo Guichard (ii)
«Guichard frente a los lugares y las circunstancias donde ha sentido placer, asegura la posibilidad de escribir un libro donde estarían entre otras cosas: Un libro italiano.
En las conversaciones hay datos que no conocemos, pistas, sitios que nos atrapan porque nos recuerdan otros lugares. El Alejandro Rossi que vio Guichard es distinto al que yo conocí: un anciano que derramó la carne en una comida. Las bicicletas de Alberti en mis manos surgen junto a «Perchas, peroles, pícaros, patatas, / aves, lechugas, plásticos, cazuelas, / camisas, pantalones, sacamuelas, / cosas baratas que no son baratas». Su Propercio, no es la biblioteca helada con sillones azules donde luchaba por no dormirme. Su Pound no es la curiosidad que me produce el traductor de los Cantares, Vazquez Amaral, o los versos últimos de Visits to St. Elizabeths. Estas diferecias hacen que note la lentitud de la dicción, los espacios que Guichard crea para que yo pueda responderle.»
(de la columna NAGARA: «Versión aérea» o la forma de escuchar las frases que no existen en una conversación).
Poemas seleccionados del libro Versión aérea (Girona, 2010)
UN LIBRO ITALIANO
Podría escribir un libro italiano.
Pondría en él ese jardín de Rávena
donde me senté a descansar
por primera vez en treinta años;
la esquina de Venecia
que se llama Calle de la vida
que desemboca en un canal
y no tiene nada que ver
–suene como suene–
ni con las calles ni con la vida;
el hotel de Roma
en el que estoy seguro
de haber visto a Alejandro Rossi
de nuevo niño.
Tendría que hablar también
de los tiempos,
no sólo de lugares.
Mencionar la tumba de Keats
y las bicicletas de Alberti,
las callejuelas de Propercio
y la jaula de Pound,
mostrar, qué sé yo,
un ángulo ignorado,
un descubrimiento personalísimo,
aprovechar mi ventaja clasicista.
Pero sucede que en Italia
nunca he sido nada más
que un turista feliz,
con la cara entontecida de asombro,
que come helados
e incluso toma fotografías.
Un turista que no ha pensado,
no ha escrito, no ha pretendido
ninguna razón oculta para la alegría.
Y los turistas felices
no escriben libros.
***
CAPITALES
Las ciudades cerradas los domingos
me trastornan. Tal vez pueda reducirse
a que soy un extranjero consumista,
retoño del capitalismo más salvaje.
Quizá soy un poeta de provincia
que se acostumbró a vivir en ciudades
demasiado grandes para su destino
o que tanto leer a Calímaco y Horacio
acabó por ponerme del lado de la grey.
Estos viejos que pasean los domingos
frente a las vitrinas cerradas,
oyendo el fútbol en la radio,
son mi idea más pulida de tristeza.
Necesito tiendas abiertas
en las que el capital circule
como en las grandes capitales,
perderme entre la masa que mira
la ropa y los sombreros de las tiendas
pero no me mira a mí.
Necesito la luz de los fanales
y el zumbido de los trenes
más allá de media noche.
Necesito el préstamo y la usura
para no terminar en una jaula
clamando contra ellos,
porque yo también he de intentar
escribir el paraíso
y eso no se puede hacer en silencio.
Luis Arturo Guichard nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas (México) en 1973 y vive en Salamanca (España) desde 1997. Una fe provisional reúne cinco libros de poesía: Los sonidos verdaderos (México, 2000), Nadie puede tocar la realidad (Béjar, 2008), Versión aérea (Girona, 2010), Campanas subterráneas (México, 2012) y Margen de espejo (Tenerife, 2013).
Leave a Comment