Borges, Rey del Glam

Un texto de Christina Soto van der Plas.

 

¿QUÉ PUEDE ESCRIBIR sobre el glam literario una cuasi-doctora de literatura en español y, para colmo, desde un pueblo en medio de la nada? ¿Qué puedo decir desde una sobria biblioteca con olor a papel desgastado y desgastándose, mientras veo nevar por la ventana? La estética glam parece tan alejada de mi órbita. Por ahora, todavía no me he encontrado con alguno de mis profesores que se atreva a usar en el campus esa minifalda de cuero que seguramente guarda en su clóset. Y solamente me ha tocado ver que alguien que usaba overoles para la nieve también cambiaba su color de pelo y atuendo cada día. ¿Qué puedo decir del rimmel si he intententado ponérmelo y me pinté todo el cachete? Sólo me queda, desde este nicho frío y libresco, tener una propuesta intelectualoide sobre el glam literario. Eso es lo que les ofrezco porque estoy condenada a escribir sin maquillaje. Por ahora.

La propuesta es de lo más sencilla: el glam es estilo, la literatura es estilo.

póster de la película Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (Pedro Almodóvar, 1980)

póster de la película Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón (Pedro Almodóvar, 1980)

Esta otra disquisición (léase, desde ya, al fantasma de Borges en mis palabras) nació en el momento en que veía una de mis películas favoritas, Pepi Luci Bom y otras chicas del montón, la primera película comercial de Pedro Almodóvar. El contexto: la plena Movida madrileña. Hay una escena en donde Bom, quien luego sería Alaska, entre aplausos y gritos, sube al escenario junto con su grupo «Bomitoni». Su atuendo: una media morada y una azul, un vestido corto con grandes lentejuelas doradas, muy radiantes, una pulsera de cuero con picos, un abanico y una pluma azul atorada en el cabello. Muchas luces y brillantes, pelucas, lentes oscuros. Todo un estilo.

Hay otra escena en Laberinto de pasiones en donde el propio Almodóvar canta junto con MacNamara. Almodóvar va vestido con una minifalda de cuero, un abrigo también de cuero y usa unos grandes aretes redondos. Cabello rizado y esponjado en un afro, labios pintados de rojo oscuro, ojos delineados, un triángulo pintado en la mejilla. Cantan una pieza paródica, «Suck it to me». En la parte final de la canción se escucha en la monótona cadencia de la canción: «Plataforma de charol. Mini-shorts ajustado y plateado. Cazadora de lamé y un látigo en los pies para darte bien». Es todo acerca del estilo, los gestos, las luces y la parodia. Y el látigo, claro. Almodóvar y MacNamara aúllan en vez de cantar y, fuera del ritmo, la canción es malísima. Es parte del estilo y el show.

Una tercera escena. Alaska y su grupo Dinarama interpretan una de sus canciones más famosas «Rey del Glam». Con su melena negra, Alaska describe en la canción la estética glam en la que se inspira y a la que homenajea: «Con tu tacón de aguja los ojos pintados, dos kilos de rimmel, muy negros los labios. Te has quedado en el 73 con Bowie y T-Rex. Hombreras gigantescas, glitter en el pelo, esmalte de uñas negro, leopardo y cuero. Eres el rey del glam, nunca podrás cambiar, ajeno a otras modas que vienen y van, porque tú, tú, eres el rey del glam». La pura estética sobrecodificada, la moda que se quedó para entronarse como glam. Es la doctrina del glam: una moda que no pasa de moda porque es un modo. No es un accesorio. Es el modo de portar los accesorios. Es lo que se estila. Es un estilo.

Estas tres escenas en imágenes describen y forman parte de la estética glam. La historia universal del infame glam. O el glam (¡el glamour!) que te puedes pintar o peinar en la estética unisex de la esquina.

Y ahora, el puente. Otra vez Almodóvar, rey del glam. Almodóvar, escribe las memorias de una estrella internacional de fotonovelas porno (que, según él, es su alter-ego) en su libro Patty Diphusa. Insomnio y aventuras sexuales en cada página. El ego del «YO» siempre en mayúsculas, el despliegue de la fama y de la moda. Hacia el final, cuando Patty se cansa de ser la inmortal estrella, se pregunta: «¿Por qué he tenido que convertirme en un MITO? Mi única ambición era ganar mucho dinero y ser feliz. Ya nada me divierte y mucho menos cuando la DIVERSION es MODA. La GLORIA es aquello que te obliga a repetirte capítulo tras capítulo». Y luego se queja de su perpetuo insomnio y su inmortalidad diciendo: «Porque mi tragedia es el TIEMPO (ahora que soy famosa entiendo que gentes como Borges se hayan preocupado tanto por el tiempo)». Aquí, la estética deja de ser parte de una imagen para volverse parte de un mito y de una figura mítica como es Patty Diphusa. El estilo glam de Patty conlleva una repetición ad absurdum. Y como en todo mito, la tragedia es el tiempo. El tiempo, la sustancia de la que estamos hechos. Es decir, la tragedia de Borges que desgraciadamente es Borges.

Quiero entonces proponer que la literatura de Borges es estilo.

Que es también parte de la imagen de Borges. Siempre viejo, incluso en su juventud. Ciego, poco cabello en la parte de atrás y casi siempre despeinado, con bastón, trajeado y con corbata.

¿A qué citas pomposas puedo recurrir para convencerte de que Borges puede ser algo más, mucho más que una fábrica de paradojas y disquisiciones, que Borges puede ser rey del glam?

 

Dice: La condición indigente de nuestras letras, su incapacidad de atraer, han producido una superstición del estilo, una distraída lectura de atenciones parciales.

PARIS - MAY 20: Argentinian author Jorge Luis Borges poses on May 20, 1979 in Paris,France. (Photo by Ulf Andersen/Getty Images)Bajo el signo de la indigencia, o la condicionante indigente, Borges coloca a «nuestras letras» (no sólo «nuestra» cultura, sino también a las letras mismas). Y en tal condición las letras están a merced de las limosnas, son mendicantes. Las letras son de hecho el disfraz imperfecto del pensamiento. Y el estilo es lo que maquilla a la concatenación de palabras.

El estilo (en su versión primitiva, el estilógrafo) es, también, un instrumento de escritura. En la antigüedad, el estilo estaba hecho de metal, huesos y otros materiales. Uno de sus extremos era puntiagudo y se usaba para tallar letras en una tabla de cera. Y su otro extremo, chato y ancho, se usaba para emparejar la superficie y borrar lo que se había escrito. Es una uña larga pintada de negro, también, igual que un estilógrafo lleno de tinta.

La superstición del estilo, Borges dice, es resultado de la indigencia de nuestras letras. Nuestras letras están necesitadas de riquezas, de mini-shorts ajustados y plateados. Pero esta necesidad es la superstición misma. El deseo de que las letras sean algo más de lo que son. Que sean más que un puro material para hacer impresiones, para impresionar.

 

Dice después: Los que adolecen de esa superstición entienden por estilo no la eficacia o la ineficacia de una página, sino las habilidades aparentes del escritor: sus comparaciones, su acústica, los episodios de su puntuación y de su sintaxis. Son indiferentes a la propia convicción o propia emoción: buscan tecniquerías (la palabra es de Miguel de Unamuno) que les informarán si lo escrito tiene el derecho o no de agradarles.

El estilo no radica en qué tan efectiva es la letra. Radica, más bien, en las «habilidades aparentes del escritor». Ahí está la definición más pura del estilo glam: no se trata de un género determinado ni de una forma musical, sino que está anclado en la figura del «escritor» o «músico», el YO mayúsculo. Es por eso que es un estilo, es una apariencia. Una habilidad aparente. ¿Qué es el tacón de aguja, los ojos pintados, dos kilos de rimmel y glitter en el pelo sino la comparación, la acústica, la puntuación y la sintaxis?

Las habilidades aparentes son parte de la composición literaria, que tiene más que ver con la forma y la manera de expresar y no tanto con la sustancia del pensamiento o lo expresado. Son los ornamentos, los adornos. Son el trademark de un escritor, su valor de cambio en un mundo de venta literaria, la repetición de la gloria, la moda y la fama. Es la marca registrada. Es el estilo.

Y lo último: Es decir, no se fijan en la eficacia del mecanismo, sino en la disposición de sus partes.

Es decir, sólo hay órganos y no un cuerpo. La eficacia es lo de menos, por eso la canción puede ser malísima. Lo que importa es la «disposición» de las partes, la disposición del atuendo y los gestos. Por eso es que el glam literario no es una moda, no puede serlo. Es un modo atemporal de concebir la escritura literaria como un estilo, estilística o estética (la de la esquina, también).

El glam literario como estilo (un estilo literario) puede ser definido con las palabras mismas de Borges: «busca tecniquerías y en vez de la eficacia del mecanismo, le importa la disposición de las partes, las palabras»

¿Cuál es el estilo de Borges, entonces?

Es la escritura extrañamente intelectual pero que no separa la forma del contenido, es efectiva, es un puñal o una daga. Cuenta y es. Y cuenta lo que es. Y es lo que cuenta.

Es mi estilo. Es el estilo de una literatura escrita desde y a partir de la vida en la nieve en la biblioteca de un pueblo en medio de la nada. Es ver de golpe el tiempo y su condena, la moda y su indigencia. Es comprender que el glam literario es también un estilo. Y que Borges y yo somos el rey del glam.~