NAGARA: «Versión aérea» o la forma de escuchar las frases que no existen en una conversación

«’Una Fe provisional’ es el título que reúne el trabajo poético de Luis Arturo Guichard. Ahí se encuentra ‘Versión aérea”’, una colección de textos que poseen las cualidades de una buena plática. Guichard une lo sencillo con la profundidad temática. Presenta en la superficie de los versos un nudo de contradicciones.» Un texto de Jorge Posada.

«Nagara» (sin embargo), sol a media noche

«Nagara» (sin embargo), sol a media noche

UNA FE PROVISIONAL es el título que reúne el trabajo poético de Luis Arturo Guichard. Ahí se encuentra Versión aérea, una colección de textos que poseen las cualidades de una buena plática. Guichard une lo sencillo con la profundidad temática. Presenta en la superficie de los versos un nudo de contradicciones. En este diálogo es posible observar al otro, el discurso, el sitio donde se desarrolla y las evocaciones reales e imaginarias. El tema que recorre Versión aérea es el conflicto placentero de escribir.

 

1. A mano alzada.

La contradicción se presenta en el cuerpo del poeta. La mano que trabaja descubre la hospitalidad de la altura, los trazos finos, las distancias cortas:

«pero los pies,
que han sufrido mucho mundo,
se han vuelto
más desconfiados y taciturnos.
Saben que la mano bajará
a atar unos cordones,
a recoger su pluma
si un día se le resbala,
y ellos estarán esperándola
para mostrarle
el verdadero significado
de apretarse todos los días
contra la superficie,
el difícil oficio horizontal
del que no conoce alturas.»

Conflictos diarios, comunes. Guichard no se enfrenta con abismos o huracanes. En otro texto Guichard asegura no ser «un pararrayos de dios». No desea «La silla del poeta [que] está siempre / a la luz, para que todos la vean, / armada con un micrófono / para que el poeta confiese / lo cohibido que se siente / de hablar a diario en público.”»

 

2. País sin trenes

Después el poeta enfrenta las circunstancias que no puede controlar. Los lugares que lo definen.

«Nací en un país sin trenes.
Para mí eso de las ruedas
calentando los rieles,
el vapor enjundioso
a través de las montañas,
silbatos y gorro azul a la salida,
no era más que exotismo
de los libros europeos.
Quizá por eso no aprendí nunca
a medir las curvas y la tierra:
todas mis distancias son
rectas distancias de aire.»

Guichard demuestra que cualquier hecho puede ser incorporado a la escritura. Es un observador que huye de lo inmóvil. Concentra ideas y significados que se contraponen. En la contradicción y en el ritmo radica la unidad del libro.

 «Al final vine a descubrir los aeroplanos,
lo más cercano a una patria
para quienes nunca pudimos
apreciar la tierra.»

 

3. Un libro italiano.

Guichard frente a los lugares y las circunstancias donde ha sentido placer, asegura la posibilidad de escribir un libro donde estarían entre otras cosas:

«el hotel de Roma
en el que estoy seguro
de haber visto a Alejandro Rossi
de nuevo niño.
Tendría que hablar también
de los tiempos,
no sólo de lugares.
Mencionar la tumba de Keats
y las bicicletas de Alberti,
las callejuelas de Propercio
y la jaula de Pound.»

En las conversaciones hay datos que no conocemos, pistas, sitios que nos atrapan porque nos recuerdan otros lugares. El Alejandro Rossi que vio Guichard es distinto al que yo conocí: un anciano que derramó la carne en una comida. Las bicicletas de Alberti en mis manos surgen junto a «Perchas, peroles, pícaros, patatas, / aves, lechugas, plásticos, cazuelas, / camisas, pantalones, sacamuelas, / cosas baratas que no son baratas». Su Propercio, no es la biblioteca helada con sillones azules donde luchaba por no dormirme. Su Pound no es la curiosidad que me produce el traductor de los Cantares, Vazquez Amaral, o los versos últimos de Visits to St. Elizabeths. Estas diferecias hacen que note la lentitud de la dicción, los espacios que Guichard crea para que yo pueda responderle.

El final del poema muestra cómo el libro en su estructura está construido mediante contraposiciones y distanciamiento. Guichard es el autor de Versión aérea pero afirma:

«sucede que en Italia
nunca he sido nada más
que un turista feliz,
con la cara entontecida de asombro,
que come helados
e incluso toma fotografías.
Un turista que no ha pensado,
no ha escrito, no ha pretendido
ninguna razón oculta para la alegría.

Y los turistas felices
no escriben libros.»

 

4. La mano de Borges y Retrato aéreo

Guichard alcanza un trazo más certero de sí mismo a través de la descripción de los rasgos de dos escritores: Jorge Luis Borges y Alfonso Reyes. En ellos se cumple el destino de los hombres de letras y la condición de extranjería. Borges y Reyes avanzan en sus libros dentro de una tradición ajena que se apropian e incluso modifican. Dos casos: La casa de Asterión e Ifigenia cruel. Guichard vive esa condición de extranjero, las tradiciones poéticas que frecuenta se reparten entre América y Europa, de la misma forma que su vida. ¿Esta es la raíz de su conflicto, su sentirse dividido? ¿Este es el centro de la contradicción: la certeza de que todo aquello que no vuela tiene una versión aérea del mundo?

El libro de Borges es Atlas. Un misceláneo de fotografías y textos. Guichard utiliza un fragmento del prólogo para delinear sus propias intenciones:

«No consta de una serie de textos
ilustrados por fotografías
o de una serie de fotografías
explicadas por un epígrafe.
Cada título abarca una unidad.
En mi libreta, con suerte, ocurra lo primero;
a lo segundo ya no aspiro.
Hace tiempo que la unidad
está fuera de mi alcance
en casi todas sus formas,
y en ésta, seguro. Las palabras
no explican imágenes ni les dan sentido.»

Dicha unidad Guichard la logra a pesar de sí mismo. Se presenta en la continuidad de tono y en la obsesión de la dualidad.

Reyes aparece en una imagen donde él no es el protagonista, sino su perro que da un salto grande, un acto circense. Tal vez a Reyes le gustaría esto. Quedar oculto detrás de los temas de sus libros. Ser una figura secundaria entre los millones de párrafos de su obra.

«Parece joven, más bien en la franja del “joven aún”,
si es que esa sombra es un bigote oscuro.
Pero lleva un bastón. Quizá tiene alguna dolencia
o todavía ve en él un signo de estatus
o quizá lo lleva sólo para jugar con el perro,
que es, entonces, definitivamente suyo.
¿Y la cámara que toma la foto?
Tomar el bastón al salir de casa
y armarse a la vez de cámara (y fotógrafo)
indica no sólo buen carácter:
a este señor le gusta que lo veamos
ejercitando su paciencia y logrando
un elegante resultado.»

 

5. Calzada de los Misterios

El poeta es un peatón. Un espectador de los lugares donde se encuentra. Un viajero moroso. Durante algunos instantes Guichard es íntimo, en los versos donde menos se espera.

«Las calles pueden perderse
en los planos y encontrarse
a fuerza de suerte y homonimia,
pero rara vez se ganan,
pocos dicen “hoy atrapé
una calle nueva, mírala”.
Sólo coleccionan calles
los muy desesperados,
los completamente silenciosos,
los curtidos en la pérdida
de puentes y bahías.»

Aquí la forma obliga a detenerse en cada palabra, a sentir su fuerza, su ductilidad. La lentitud de la dicción contra lo que se nombra. El placer de las sílabas contra la velocidad de las calles.

 

6. Capitales

Una conversación es un intercambio. Deseo regalar a Guichard tres fotografías de Eugène Atget para que las mire cuando inicia la semana:

«Estos viejos que pasean los domingos
frente a las vitrinas cerradas,
oyendo el fútbol en la radio,
son mi idea más pulida de tristeza.»

Las fotos de Atget son del inicio del siglo xx parisino. En ellas las vitrinas cerradas son la belleza. Ahí la mercancía durante unas horas se convierte en otra cosa al perder su utilidad, al no poder ser vendidas. De la misma forma en que durante algunas horas los puentes y los aeropuertos están vacíos e inútiles. Las fotografías se llaman: «Cartel y balcón», «Maison Mailliard» y «Tiendas de indumentaria masculina». Al final de este poema se presenta una de las características del arte de Guichard: luego de articular una idea nos concede un espacio para decidir entre los sentidos posibles, nos obliga a escuchar una serie de palabras que no tienen existencia:

«Necesito el préstamo y la usura
para no terminar en una jaula
clamando contra ellos,
porque yo también he de intentar
escribir el paraíso
y eso no se puede hacer en silencio.»

¿Versión aérea es parte de unos posibles Cantares o estos versos son un juego, un acertijo?

 

7. La otra mano.

El conflicto luego de recorrer ciudades, nombres y mitos regresa al cuerpo. Se enfrenta a su inicio:

«La otra mano insiste
en que los libros no se escriben.
De nada vale sentarse
disciplinadamente
como los músicos
a sacar de las emociones
un orden y una armonía.»

La contradicción no se resuelve, reinicia desde otro punto. Desde el sitio que surge después de terminar el libro, luego de abandonarse al trabajo. Esta obsesión nos obliga a «dejarlo todo / tan limpio como debería / encontrarlo el diluvio». La contradicción se convierte en una apuesta donde por un lado está el tiempo y la posibilidad de realizar una obra y en el otro, algo que desconocemos.~