Donde viven los niños glam

Un texto de Magali Velasco Vargas.

 

Jon Bon Jovi¡CLARO QUE NO me gusta el Glam!, es más, ni sabía que así los llamaban: grupos Glam, Glam rock. Lo contradictorio es que varias de las canciones de Poison o Dokken sí las había escuchado de manera forzosa, como se escucha y memoriza cualquier cantidad de pendejadas y no aquellas cosas importantes: un recuerdo familiar, el nombre de un autor o las tablas de multiplicar. Confieso que desde la adolescencia, junto con mis amigas, nos burlábamos de los conciertos de Bon Jovi y más cuando la hermana mayor de Blanca, casi se orgasmeaba viéndolo en el escenario. Divertidas, nosotras la observábamos imitarlo, colocando entre sus piernas de dieciochoanera un micrófono imaginario, soltándose su cabello ondulado y cantando «Blaze of glorie». Pero Bon Jovi aún se veía masculino. Sí, sí, entiendo la onda andrógina y de glamour, rímel y lentejuela. Aún así hay un abismo entre lo teatral de David Bowie en The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars y lo esperpéntico de los grupos gringos de los 80’s. No es la greña leonesa, los mallones embarrados en delgadísimos cuerpos masculinos (bueno, eso sí me crea un problema porque, ¿eran añoréxicos?, ¡parecían solitarias!) y en varios, el look travesti. Con lo que no puedo es con la guitarra eléctrica. Te lo digo en serio, ya sé que me estás odiando en este momento, el bajo, la batería, cualquier otro instrumento, me resulta placentero, pero la guitarra eléctrica en heavy metal, punk o glam, me provoca ansiedad. Si estoy en un lugar público y se escucha una y dos y tres canciones de Poison o Guns N Roses, me descubro nerviosa, incómoda. Son los virtuosísimos solos de los guitarristas admirados por medio planeta; esas ondas sonoras golpean mi martillo auditivo contra el yunque y el estribo, taladrando hacia otra parte del cerebro que se convulsiona, la señal llega: ¡quiten esa música, me está matando!  No soy exquisita con la música, ni tengo oído especial ni escucho sólo clásica (de hecho, algunas piezas del estilo de Silvestre Revueltas me angustian), justo ahora escribo con martillazos, baladas y chunchaca de fondo por la construcción continua, son las guitarras estrelladas en los escenarios, rotas sus cuerdas, rotos sus brazos. Los niños glam de los 80 son como Max del cuento clásico «Where the wild things are», de Maurice Sendak. ¿Nunca lo leíste? Bueno, yo apenas. Este cuento políticamente incorrecto es publicado después de vericuetos editoriales, en 1963, año en que nacen varios de los músicos del glam rock. Sendak, dicen sus biógrafos, fue hijo de judíos polacos sobrevivientes del holocausto y «Donde viven los monstruos» narra las hazañas de un travieso de aproximadamente 10 años, a quien le gusta ponerse un traje peludo y jugar a ser y a comportarse como un monstruo; castigado en su habitación por decirle a su mamá «¡te voy a comer!», Max se trasportará fantásticamente a otro espacio, una isla donde viven los verdaderos seres enormes, de rugidos terribles, ojos terribles y garras terribles y se hizo su Rey y los domesticó…aparentemente. Jugaron salvajemente, gruñeron, se colgaron de las ramas de los árboles y se persiguieron. El problema fue cuando de tanto amor, los monstruos se lo querían comer. Entonces Max abandonó la isla, sus súbditos le lloraron y él también se entristeció por dejar tan auténticos amigos. Confrontar los terrores como el sentimiento de abandono y la necesidad de, lúdicamente, romper las reglas, eso sí, a sabiendas de que al final del cuento, en la habitación de Max, lo espera un plato humeante, un pastel y un vaso de leche. Pero eso sólo ocurre en el libro, al final del día ¿a quién lo esperan con una sopa?

[pullquote]¡Claro que no me gusta el Glam![/pullquote]

Sigo preguntándome qué es exactamente lo que me disgusta del glam. Pienso que estoy cultural y estéticamente muy alejada, estoy segura que mis prejuicios van de la mano de la falta de interés y del conocimiento. Y si me obligaran a asistir a un concierto de tres horas, ¿cambiaría mi forma de pensar? ¿La experiencia sería religiosamente vital? De verdad que me lo cuestiono, creí que con este texto llegaría a una conclusión porque sí que es sugestivo el discurso y el contexto detrás de las guitarras chillonas y las voces estridentes. Grupos varoniles que cantan para gente blanca (White trash – rednecks), no lo sé, pero sí reconozco que su estética contiene fronteras y clases, enalteciendo quizá el espíritu de emancipación, entendiendo por esto, el desafío a las leyes. Las estrellas del glam gringo de la penúltima década del XX, eran los hijos de los hippies primigenios. Resulta que estos baby boomers, los del segundo corte generacional, los nacidos entre 1956 y 1964, son cínicos en general, desconfiados del gobierno y pesimistas (por supuesto que lo leí en Wikipedia). A lo que voy es que estas bandas se desgañitaban denostando pieles falsas, plásticos, desechables, lujos y desmadres, la iconografía ochentera del rockstar, identificando a toda una generación glamurosa pero vacua, feliz pero suicida, insatisfecha y golosa, que prepara el terreno para la Generación X, y musicalmente, a Nirvana y Pearl Jam, grupos con los que sí salté y berreé.  Douglas Copland lo explica mejor en Polaroids: «Entre 1990 y 1996, ideas consideradas como ‘radicales’ o ‘alternativas’ se han convertido en ideas dominantes en el discurso cotidiano: la desaparición del centro; el colapso de la ayuda social; el auge y la hegemonía de la ironía, la tremenda agitación social provocada por la interminable sucesión de máquinas nuevas… y la sensación de que incluso un lugar tan reciente en el tiempo como la semana pasada puede parecer situado ahora una década atrás». (9). Yo nací en 1975 con la X en la frente. Generacionalmente somos ese melange extraño de contemporáneos que ocupan hoy altos cargos administrativos de gobierno y de lo privado, continuando los trazos de sus antecesores, admiradores de Adolfo Hitler, Napoleón y Porfirio Díaz. Los hay hipster (pero los originales, los que aún no se autonombraban como tales) o los freelances o los económicamente impotentes que siguen viviendo en las casas paternas o bajo su sustento. Los hay neo hippies utópicos, hippie-mágicos y ecohippies.  Somos ya los padres de la generación Nini y la música de los Ninis está alejada en tiempo y estética de lo glam, es cero glam, diría. Aquella energía rabiosa se ha disuelto en un cansancio de un siglo que apenas comienza. Solos como Max, entre monstruos amistosos que nos pueden comer en el menor descuido.~