Caballo en cámara lenta

Un cuento de Antoine Brea/ traducción de Bérénice P. y Diego Martínez

 

 

ES UN JUEZ de instrucción su apellido es Jungmann vuelve del trabajo los días son todos iguales un magistrado especializado y concienzudo a quien el Estado confía la resolución de casos difíciles, casi siempre criminales, encargado de “arrojar luz” hasta que se “manifieste la verdad” las palabras no han sido elegidas al azar él tiene el poder de conceder o no la libertad a las mujeres y a los hombres que el Estado pone en sus manos él se emplea correctamente, sin odio, sin placer, sin nada que lamentar tampoco, sus impresiones sujetas siempre a los criterios fijos de la ley esta vez llega tarde a casa cena un plato frío, cubierto de cansancio se permite un trago frente al televisor que trasmite un programa sobre el fin del mundo, al terminar de comer se queda dormido despierta alrededor de las 21:50 la tele aúlla, ahora es un plató con expertos en política lo apaga, el silencio y la oscuridad se apoderan de la sala de estar eso lo indispone, escucha las pulsaciones de su corazón, las manchas que vio en las radiografías de sus pulmones lo atormentan, teme el acceso de una de esas toses agotadoras entonces busca a tientas en la pared el interruptor, la luz lo tranquiliza, dado que ya no tiene sueño se dirige a la cocina se prepara una infusión aprovecha para tomar sus medicinas tras lo cual se sienta frente a su escritorio, abre la computadora portátil, consulta su correo y finalmente se sume en las profundidades tranquilas del Internet.

 

Acodado en la ventana, afuera el negro cielo, cargado y las torres brillantes del barrio asiático el juez Jungmann apaga de nuevo la luz para poder apreciar mejor la noche, para considerar mejor la soledad que ciertas noches lo perturba que lo acompaña casi todo el tiempo como si fuese una armadura en las extremidades de sus dedos un cigarrillo se consume lentamente piensa que no debería, que hay que ser demasiado inconsciente, su médico estaría furioso desde aquí Paris tiene la apariencia chispeante de Dubai o de Singapur desde el último piso del edificio que le acordó el ministerio la vista resulta bastante despejada pero abajo, más abajo si uno se inclina el ojo no ve más que tinieblas, la ciega noche que lo resuelve todo, donde la existencia se convierte en algo completamente soluble bastaría con inclinarse lo suficiente para anestesiarse de una buena vez por todas el juez abandona la ventana, vuelve a sentarse en su escritorio el rostro iluminado por la luz cruda de la pantalla del computador.

 

Las pestañas del navegador van cerrándose una tras otra Jungmann deja enfriar su infusión, vuelve a servirse un trago el alcohol lo acorrala poco a poco se pone cada vez más nervioso, al final sólo queda abierta la página de un sitio para adultos en la que aparece el perfil de Li Rong.

 

LI RONG

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Fecha de registro : 26 de Agosto del 2016
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Detalles personales :
Sexo : Mujer
Etnia : Asiática
Edad : 22 años
Nacionalidad : China
Altura : 1.59
Peso : 46 Kg
Pelo : Negro
Vello púbico : Afeitado
Alcohol : Pocas veces
Tabaco : No (lugar de encuentro no fumadores)
Orientación sexual :  No especificada
Coordenadas :
Ciudad de residencia : Paris
Trabaja en : Paris
Zona de la ciudad : Distrito XIII (Olympiades)
Número de teléfono : +33637739473
Instrucciones : SMS + llamada
Horarios :
Everyday : 20:00 – 06:00
Sobre mi : 我是一个漂亮甜美的年轻的中国姑娘
100 rosas : 30 min – 200 rosas : 1h
Higiene
Masajes
Dulzura & ternura
GFE
French Kiss
Estoy para escucharte
CIM/ CIF
A Level : + 50 rosas

 

Jungmann examina la lascivia de la fotos, se interesa por las gráciles curvas apretadas en lencería fina, reconoce la boca azul del dragón tatuado que atrapa la parte inferior del dorso y la cara de porcelana (retocada pero sin exceso) de la joven prostituta sabe que las imágenes se corresponden con la realidad puesto que ya antes ha recurrido a su compañía analgésica se acuerda de la primera vez, la noche de sus treinta y nueve años, una noche de exasperación violenta después de que el médico hablara de tumores y de escáner, se acuerda del intervalo acostado desnudo a su lado dejándose llevar, confiándole su consternación, su vértigo, su falta de preparación para aceptar la certidumbre de su grave enfermedad y esta chica que apenas habla francés pero que lo escucha, le da masajes sin impaciencia, le da besos sin repulsión, le hace sentir al contacto de su pálida piel que se enrojece intensamente a nivel de los pómulos la vida misma, y cuando se separan ella le entrega un Buda protector minúsculo susurrando cosas sedativas en su idioma él se abstiene se controla para no enviarle un mensaje pero al final la llama, le deja un mensaje en el contestador, veinte minutos después recibe un mensaje de texto, lo cita a la 1:30 afuera, el tiempo empeora.

 

Rue de Tolbiac[1], escuela de periodismo, escaleras de concreto y escaleras mecánicas (fuera de servicio) subiendo hasta percibir más abajo la estación subterránea y sus mercaderías, la red de estacionamientos el juez sube con dificultad los escalones, fuma bajo el abrigo crepitante de un paraguas resuenan los pasos de su larga anatomía bajo el impermeable que ahora avanza a través del amplio pavimento, desierto a esas horas, bajo un chaparrón y entre los charcos que reflejan la dura luz de las farolas recorre una sucesión de tiendas cerradas con forma de pagodas, un asombroso edificio ornamental de hierro corroído por el óxido, deja atrás pedazos de vegetación encerrados en cajones de concreto y se dirige entre las rejas y los bloques de edificios hacia la imponente torre México al llegar lo reciben dos puertas batientes de vidrio que atraviesa, finalmente ha llegado húmedo hasta los huesos al interior mugriento del edificio se acerca al intercomunicador está averiado, pero empujando un poco la puerta esta se abre Jungmann tiene calor (los veinte minutos de caminata, la calefacción del edificio funcionando al máximo), llama al ascensor, por precaución envía un mensaje de texto anunciándose y cuando se abren las puertas de uno de los elevadores aparece una chaqueta militar con la capucha cubriendo el rostro del portador que sale apresuradamente que lo atropella con violencia que no le pide perdón y se lanza a las afueras la libertad de todos nosotros es una noción grandiosa que autoriza también lo peor, como le gustaba decir a Lenin, pero usted no se sorprende usted se monta en el ascensor.

 

En el pasillo ningún bombillo funciona sólo la tenue iluminación de los botones del ascensor y también un rayo de luz que se filtra por el resquicio de la puerta entreabierta de Li Rong que usted reconoce usted se acerca a pasos cortos en medio de la penumbra usted se acerca con la vista nublada, con gotas de sudor en la frente usted toca la puerta con circunspección pero nadie responde, usted supone que lo están esperando y al entrar cierra bien la puerta mientras anuncia su presencia con una voz que le es detestable sin embargo nadie responde, nadie que vaya a su encuentro usted se queda donde está, confuso, examina el corredor iluminado desde el portal en donde se encuentra con un perchero de bambú a la derecha, más allá un gomero enorme en una maceta de porcelana china, contra la otra pared una cónsola roja laqueada adornada con baratijas orientales, usted no nota enseguida los rastros sospechosos sobre el mosaico de parquet, usted repite ¿HAY ALGUIEN? le pasa por la mente la idea de largarse pero así va el agua al río, usted se despoja de su abrigo sudoroso, del paraguas empapado y camina a lo largo del pasillo que da a la izquierda con la habitación en donde ejerce la chica, el espectáculo es lamentable.

 

En el fondo de la pieza una cama plegable con sábanas blancas, en el fondo de la cama Li Rong yace desnuda, las nalgas sobre los talones, los brazos marcados con moretones atados con medias a la altura de los riñones, el rostro hundido entre las sábanas, la cabellera negra empapada de sangre corriendo desde la espalda perforada a puñaladas, un cuchillo en el piso entre prendas de ropa blanca jironadas, usted descubre la escena tapándose la boca con una mano, aterrado por la apariencia de la chica, aterrado también por su propia situación usted se ve a sí mismo siendo interrogado por la policía, interrogado más tarde por uno de su pares, colocado bajo el estatuto de testigo asistido[2], posiblemente investigado, en todo caso suspendido de sus funciones, machacado por las mandíbulas de la prensa, por las risas escabrosas de la opinión pública, por la reprobación de los políticos, por las peticiones de revisión de los abogados de las personas que han pasado por sus manos, por la aflicción de su madre que por teléfono le suplica que le diga si todo es verdad por haber pasado un minuto en ese apartamento usted es consciente que su nombre y su vida entera serán dentro de poco el pañuelo con el que todo el mundo se suena usted decide que tiene que irse, no pueden sorprenderlo ahí a la derecha de la cama sobre un mueble pequeño usted divisa el teléfono celular de la pobre chica usted piensa en su número y en los mensajes guardados usted rodea la cama, evita mirar el cadáver y resbalar con los trazos de sangre usted toma el aparato, encuentra también un cuadernillo, está escrito en chino pero todo indica que en él está consignado el registro de los encuentros, usted lo considera también y se prepara para largarse cuando de pronto el cuerpo de la muerta es sacudido por espasmos, tose sobre las sábanas, sus heridas vuelven a supurar sangre, usted se sobresalta, se yergue como una espada y dice en voz baja DIOS MÍO usted aprieta el teléfono en su mano pero desde aquí es imposible alertar a emergencias sin correr riesgos, además de que usted desconoce el código de bloqueo del aparato, usted se jura a sí mismo que en cuanto salga buscará rápidamente un bar, una gasolinera, un hotel abierto a esas horas desde donde podrá llamar anónimamente a emergencias desde los sanitarios usted encuentra un paquete de toallitas desinfectantes usted se esfuerza lo mejor que puede por borrar los rastros de su presencia usted recoge las cosas que ha dejado cerca de la entrada y huye de la vivienda tomando las escaleras.

 

Transcurren los días, usted consulta la prensa pero el drama de Li Rong no aparece por ninguna parte durante las noches su sueño es débil, migrañoso, tiene sueños agotadores, sueños en los que usted monta a caballo, el caballo parece ir en cámara lenta y usted no llega nunca a destino, usted se despierta vomitando, víctima de violentos dolores de estómago, de una tos extenuante usted consulta a su médico quien le recomienda parar momentáneamente con el tratamiento sistémico y programa una sesión de rayos X le sugiere que pida una baja médica en el trabajo pero usted no quiere cambiar ninguna de sus rutinas, usted sólo le ruega que le prescriba algo de Lexomil para poder dormir por las noches en el Palacio de Justicia los días son interminables usted se arrastra diariamente por la Galería de la Instrucción con la piel gris y los ojos húmedos usted intenta concentrase en los expedientes, intenta parecer neutro, impasible, tan profesional como antes, y hablando de todo un poco convengamos que es preferible que volvamos a “él”.

 

Él vuelve de una reconstitución organizada en el departamento de Oise[3], en las profundidades del bosque hacia el final de la tarde, ha llovido todo el día una lluviecita glacial y cortante, un vehículo de la gendarmería lo conduce al tribunal junto con la secretaria judicial y un representante del Ministerio público, el auto huele a humedad y a tierra, la calefacción funciona al tope, la autopista pasa velozmente por delante de sus ojos, la radio crepita, el juez Jungmann se duerme sueña con su difunto padre que está herido y le habla en alemán o en hebreo pero él no comprende nada entonces el padre repite, repite y repite y mientras más repite más débil se le hace la voz y más sangra su ingle al llegar, el juez está extenuado, piensa en regresar a su domicilio pero le esperan mandatos que deben ser escritos ese mismo día entra en su gabinete vetusto, impersonal, se deshace de su abrigo que cuelga cerca del radiador, conecta la máquina de café, hace rechinar la cerradura de la ventana y busca sus cigarrillos en el cajón encuentra un pequeño Buda de oscura resina que atormenta su mirada se fuma la mitad de un cigarrillo jugando lúgubremente con el fetiche entre sus dedos entonces cierra la ventana, se quita el saco, se desanuda la corbata y se concentra en los expedientes y en los faxes que la secretaria judicial dejó sobre su escritorio al despedirse, entre la pila de documentos hay un procedimiento trasmitido por uno de sus colegas que estuvo de servicio la víspera, es un caso que le ha sido asignado directamente desde la presidencia para ser investigado en el expediente figura la indagación del ministerio público concerniente a una violación y a hechos de tortura o actos de barbarie y asesinato concomitante, hechos cometidos el lunes pasado en el distrito XIII de París contra una prostituta los primeros elementos de la investigación conducen a pensar que el lugar del crimen ha sido alterado Jungmann recibe el golpe no necesita leer la totalidad del expediente para saber quién es la víctima y cómo ha muerto vuelve a cerrar el expediente algo terrible pasa por su rostro en ese momento es sacudido por un fuerte acceso de tos, escupe sangre que intenta retener con la mano pero tres gotas escarlatas caen sobre la cubierta inmaculada que protege las actas el espeso y blanco papel de la carpeta absorbe como la nieve las manchas de sangre y la sangre se oscurece lentamente, Jungmann las observa durante largo tiempo, largo tiempo esas aureolas de sangre sobre la superficie virgen porque la sangre y la blancura juntas le recuerdan la frescura de una cara amiga y tanto piensa en eso que se abandona.~

 

NOTA DEL AUTOR

“Caballo en cámara lenta” (título original : “Cheval au ralenti”) es un texto inédito (incluso en francés).

Las últimas líneas son una cita degradada que hace referencia al episodio del éxtasis del caballero Perceval delante de las gotas de sangre sobre la nieve, tal y como aparece en el Conte du Graal de Chrétien de Troyes.

La cita  atribuida a Lenin por Jungmann es apócrifa.

 

[1] Calle del distrito XIII de Paris (barrio chino).
[2] Témoin assisté. Estatuto particular del derecho francés (cuando una persona es acusada durante una instrucción judicial, sin que le sea directamente reprochada la comisión de una infracción).
[3] Departamento situado al norte de París.