TRIBUNA VISITANTE: La chica de Ipanema

Palermo Soho
Ciudad Autónoma de Buenos Aires

20 de junio de 2013

Estimados viajeros:

El sábado pasado estaba en la comodidad de mi ajuar suavecito de casa viendo el inicio del primer partido de la Copa Confederaciones antes de preparar algo de comer. En la televisión apareció un Joseph Blatter con unas tarjetas de programa de concursos con Dilma Rousseff a la derecha, quien por alguna razón se me antoja una Elba Esther Gordillo con más volumen en el copete y menos hilos rusos. Más allá de los personajes y la voz sobre exigida de un Blatter hablando en portugués, me llamó la atención la claridad de los abucheos desde el estadio. Lo primero que pensé, y dije, fue que la gente de Brasil está muy enojada. Será por un pánico personal a la equivocación frente a una audiencia, pero siempre he encontrado los abucheos como una de las interjecciones más complejas (no vaya a confundirse con el susto), además de ser un sonido que sólo funciona en conjunto y, por ende, implica demasiada gente molesta.

Llegó el lunes y los medios siguieron hablando de lo enojados que están los brasileños: comenzaron las marchas pacíficas (sic), los gases lacrimógenos y golpes siendo las noticias importantes del día. Hace una semana, platicaba con Fernando, mi compañero del postgrado, quien además es brasileño, y me explicó cómo parte del problema en el país se reduce a que están haciendo lo mismo que en Estados Unidos: ofrecer créditos impagables para que la gente compre propiedades con salarios que no pueden costear dichos pagos y quitar las propiedades al poco tiempo. Desde el comparativo con Estados Unidos llegamos hasta lo que sucedió en España y, mi comentario patriótico y sorprendente fue que en México no pareciera que la gente se detenga la vida por una hipoteca. O tal vez vivo en una burbuja. Por tocar el tema en el país desde el que les escribo, en Argentina el conflicto de vivienda también se hace aparente con el complejísimo tema del dólar y el peso que hay que hay que dejarle a los expertos, no obstante, la atinadísima conclusión es que está cabrón.

Hoy es jueves y he visto un sinnúmero de fotografías de brasileños con la bandera en brazos y esas máscaras que apoyan movimientos anónimos digitales que, en lo personal, encuentro como sinónimos de cobardía. He visto otras con granaderos arrastrando gente, y mi favorita, un chico en postura de grulla a la Karate Kid, fumándose un cigarro con la policía militar de frente. Las imágenes son infinitas. Será que una marcha pacífica para mí no es más que un oxímoron, pero algo me dice que están circulando el mismo tipo de fotografías tomadas desde demasiado cerca, situación similar a México con las marchas de la Estela de Luz, o con las inundaciones en Buenos Aires, donde en el extranjero pensó que la Presidenta se había metamorfoseado en lobo marino y ya nos habíamos ahogado todos. Y esto es que, la gente realmente está molesta, mucha gente está molesta y participando en los movimientos.

No sé qué tan grave esté la situación en este momento en las calles de Río de Janeiro, lo que sí sé es que en exactamente dieciocho horas volaré hacia esa ciudad escapando del frío terrible del otoño porteño. En unas horas me encontraré bebiendo algún néctar, seguramente etílico, frente a las playas de Barra da Tijuca y, a falta de previa solicitud, la única finalidad periodística de mi viaje será investigar la tonalidad del tueste de la melanina frente a la costa del Atlántico. Pero es inevitable ver que el mundo está globalizado, todos deseamos el mismo tipo de playas, y todos tenemos los mismos problemas, o se puede decir los mimos banqueros e hipotecas… Mi viaje a Brasil se presenta en una coyuntura mediática lo suficientemente internacional como para que logre ver algo en las caminatas por las playas setenteras de Copacabana, o tal vez mientras me hidrato con agua de coco en los brazos del Cristo Redentor. Si bien no se genera la investigación periodística de la historia a partir de este viaje, definitivamente se logrará una narrativa para la próxima Tribuna Visitante. Y muchas fotos. Muchas, probablemente, muy, muy de cerca…

Besos a ritmo de bossa nova,

Denisse, la chica de Ipanema.~