TRIBUNA VISITANTE: Jugando de local

Colonia del Valle

Ciudad de México

21 de abril de 2013

Estimados todos:

El viernes diecinueve, alrededor de las diecisiete con treinta y uno, el taxista tomaba un atajo incomprensible entre las calles de anchura milimétrica en un intento por descubrir una magia teletransportadora para llegar a la puta autopista y tomar dirección hacia Ezeiza. Nunca he tenido problema con los atajos, pero con seis piezas de equipaje documentable y uno de mano, lo único que quería hacer era llegar con tiempo. Ir al Aeropuerto Internacional de Ezeiza en Buenos Aires siempre me ha resultado un problema: es impresionante cómo en una ciudad que se plantea a sí misma como el futuro de los sudamericanos no se maneja el concepto de distribuidor vial ni, mucho menos, el de una avenida sin semáforos.

Mientras hacía unas anotaciones para el regreso de este precioso espacio, queridos, me estaba muriendo de hambre con el estómago volteado. El auto con el mofle tuneado junto a mí me estaba sacando de quicio, y los minutos en el tráfico me inspiraban más un seppuku que cualquier ejercicio literario. Mi vuelo salía a las diez treinta con destino a la Ciudad de México y con un año fuera de casa, repito, moría de hambre con el estómago volteado. La ansiedad se me acumulaba tanto que el cerebro me retumbaba y, lo peor de todo, era que Buenos Aires ya se me había mimetizado con la Ciudad de México en un cúmulo de estrés.

La emoción de  venir a casa me atacó desde hace varios meses con varias cosas. No es fácil, por ejemplo, jerarquizar cuáles tacos son los más importantes para comer primero ni, mucho menos, a dónde quiero ir por una cuba. Era tanta mi preocupación que acudí a mI compañero y colega de Voz Editorial, Humberto Bedolla, quien se encontraba en las mismas que yo a punto de venir a México y, una semana antes de sendos viajes, le hice el interrogatorio debido para saber con qué iba a saciar el antojo de expatriado, todo en pro de la inspiración gastronómica mutua, obvio.

Ya era sábado veinte y, si les carcome la duda, los primeros tacos que abracé con cariño fueron unos de carnitas en Los Güeros, de Rodríguez Saro, con una Mundet roja. Deliciosos. Humberto optó por chilaquiles. La siguiente cita en mi agenda era ir al Estadio Azteca al partido América-Pumas (donde una vez más compartí a distancia con mi querido Humberto que también andaba en alguna tribuna por ahí) donde vi pasar al que vende-cueritos de cerdo con salsa Valentina seguido por otro con palomitas, uno más vendiendo cacahuates variados y, de postre, el de las donas glaseadas. La visita al estadio en México es como ir al parque en un domingo, uno puede pasarse el partido entero viendo a la gente antes que la justa y, en un inmueble como el Azteca con sus 105,064 distractores humanos, no hace falta estimularse con químicos para sentirlo en la piel.

Durante el partido intentaba acordarme de la última vez que estuve en el Azteca y, para ser honesta, no me acuerdo de quién jugaba contra quién. De lo que sí me acuerdo es que estaba con mi papá y que juntos seguíamos, además del partido, a los mismos vendedores de cueritos con Valentina y papas serpenteando por las tribunas. Me acuerdo de la gente y de las porras, de las banderas y los globos. El Estadio Azteca ayer era una fiesta familiar y, contrastándolo con mis pasadas y muy breves experiencias en Argentina en partidos de Boca y de River, fue muy interesante el reestímulo mexicano a través de un estadio en donde la gente es más espectadora y no tan combativa.

Estar en mi país en este momento me sigue teniendo con mucha hambre y con el estómago volteado, pero de la emoción. La Ciudad de México es un Estadio Azteca con calles adentro en donde serpentean vendedores, se escuchan porras, vuelan globos y la comida es abundancia acompañada con cerveza. Tendremos un país relleno de obesos en el que en los medios tiempos de un partido se corre una carrera de donas azucaradas, literal, pero la realidad es que es un país en donde rara vez se deja de sonreír. Humberto y yo ya planeamos unos mezcales maquiavélicos, ya les contaré cómo nos fue. Mientras tanto me despido y les doy la bienvenida una vez más, a esta Tribuna Visitante que jugará un ratito de local.

Besos,

La antojadiza de Denisse.~