ACTIVISMO DE SILLÓN: una obra en un número aún indefinido de actos. Segundo Acto

Una obra en un número aún indefinido de actos donde vemos cómo son los activistas de hoy en día. Un texto de Bitty Navarro — ; ene en su columna Punto y coma;

 

Segundo Acto

[EN UNA TEMPORALIDAD difusa, dentro de un espacio metálico que evoca elementos de la estética cyberpunk, se encuentra lo que parece ser un liso y grisáceo cubo metálico. Sobre él está postrado nuestro protagonista, inmóvil, como estatua. En la mano derecha sostiene un dispositivo móvil, la mano izquierda parece estar dirigiéndose hacia la pantalla táctil con el dedo índice ligeramente más extendido que el resto de los dedos de la mano. El cuarto cuenta con abundantes bocinas y pantallas reminiscentes de una sociedad distópica  —oxidada.

Se prenden luces rojas junto a los altavoces y las pantallas. En las pantallas aparece un ente humanoide. Su rostro con las facciones borrosas, poco definidas. Mueve lo que parece ser su boca y del altavoz emana una voz grave, monótona, exagerando la enunciación].

Humanoide: Paralizado, ¿eh? Sí, te hablo a ti, estatua carnal. No te mueves. Ni siquiera parpadeas a un ritmo normal. El exceso de información que te llega en ese dispositivo te ha saturado los procesos mentales, ¿eh? Lánzalo al suelo. Con fuerza. Vamos. Sólo hazlo. Valdrá la pena.

Estatua carnal: V-v-v-oy.

Humanoide: Vamos, hazlo ya.

[Vemos al individuo luchar contra su cuerpo, pequeños tremores en sus músculos van arqueando su brazo derecho lentamente hasta que queda sobre su cabeza. Repentinamente avienta velozmente el brazo hacia el suelo y suelta el dispositivo. Sus músculos se relajan y se da un sentón en el cubo].

Humanoide: Excelente. Bien, ahora cuéntame, ¿por qué quedaste como estatua, Humano?

Humano-estatua: El mundo está al borde de colapsar. Se acercan el fin de los tiempos. Los políticos son más corruptos que nunca antes. Regresa el fascismo, la misoginia, el nacionalismo, estamos plagados de humanos xenofóbicos, violentos, llenos de odio. Tengo que saber. Tengo que saber qué están haciendo, qué está pasando. Tengo que saberlo.

Humanoide: ¿Tienes que saber cada cinco minutos qué opina X o Y sobre una noticia que ya leíste seis veces al despertar? ¿Tienes que seguir absolutamente todos los movimientos pendulares de la opinión pública, de la masa informe? ¿Y tú? ¿Y tu movimiento? Muévete. Muévete contra esa gente que te está provocando pánico. Enfréntate a ellos.

Humano: Son demasiado poderosos, nunca me harán caso, ¡no soy nadie!

Humanoide: ¿Y es necesario que te comuniques con ellos para lograr mejorar la situación?

Humano: Claro, hay que lograr que frenen, que entiendan que hacen el mal.

Humanoide: Para ellos el que agravia eres tú.

Humano: Eso no es una excusa, hay cierta objetividad al ver cuáles valores tienen más solidez moral.

Humanoide: Cierto, pero su sentimiento de rencor y agravio existe.

Humano: No entiendo, ¿por qué los defiendes?

Humanoide: Para que te defiendas tú de ti mismo, para que hables en contra de los fascistas pero antes elimines —según tus capacidades— las fallas de carácter que tienes, quizá dejos de supremacía, quizá doble moral, quizá sencillamente descuido, olvidar ponerte en los zapatos del temible Otro.

Humano: Qué original eres. Me dices lo mismo que dejó claro Jesús en la parábola de la prostituta a punto de ser linchada públicamente.

Humanoide: Si hago alusión a una parábola antigua, es porque tu racionalización sobre hacer del Otro oprimido es la misma que han utilizado por años colaboradores de gobiernos y gobernantes asesinos, capaces de las más impensables atrocidades. Te dices a ti mismo: “Todo está bien conmigo, ellos —los que no son yo y no respetan las ideas de nuestro(s) líder(es)— son los “malos”, no yo, y además, no jalé el gatillo”. No eres culpable, ¿eh?

Humano: ¿De qué maldad me acusas? Si yo apoyé a mis compañeros perseguidos, les di pan y encontré donde alojar a uno o dos mientras encontraban cómo salir del país. Soy excelente persona. ¿Qué maldad cometí?

Humanoide: Fuiste el testigo de atrocidades y quedaste callado. Ayudar a uno o dos perseguidos no anula la complicidad que diste con tu silencio.

[En una esquina se encuentra otro individuo encogido, achicado, reposando el peso de su cuerpo contra el frío piso y la metálica pared. Su ropa grisácea y roída y su cutis curtido, decaído hacen que su figura se fusione con la pared, volviendo difícil el vislumbrarlo. Se esconde.

Lo vemos brevemente, uno o dos segundos, y continúa el enfoque sobre el Humano y el Humanoide].

Humanoide: Estamos aquí sólo tú y yo, Humano, ¿cierto?
Humano: Cierto, pero, ¿eso qué tiene que ver?

Humanoide: No estamos aquí sólo tú y yo, tu ceguera autoimpuesta te impide ver que nos acompaña alguien.

Humano: No intentes jugar con mi mente, no soy un idiota.

Humanoide: El que juega con tu mente no soy yo, eres tú. Juegas con tu mente para sentir alguna especie de superioridad y para lograr estar en paz con tu complicidad con los opresores.

[Desaparece la imagen del Humanoide de las pantallas y vemos cómo los gestos del Humano, con los ojos aún fijos en una de las múltiples pantallas, cambian hacia uno de asombro. En la pantalla vemos una cámara recorrer la habitación hasta enfocarse en el individuo encogido en una esquina. Vemos al Humano correr hacia la pantalla y destruirla].

Humano: son puros juegos, no hay nadie ahí. Y si estuviera ahí, lo vi bien. No es como yo, es un vago que no quiere trabajar, si está ahí muriendo de hambre, es su culpa.

[El Humano levanta su dispositivo móvil, listo para descansar de la extenuante tarea de pensar. Pero en la pantalla del dispositivo móvil sólo se encuentra con la imagen del individuo encogido en la esquina del cuarto. Lo vemos tocar la pantalla del dispositivo frenéticamente, intentar apagarlo desesperado, pulsa todos los botones sin éxito: la imagen sigue ahí.

Lentamente se acerca a la esquina del cuarto, de reojo deja de ver su pantalla y por unos segundos su mirada caer sobre el individuo encogido. Pausa unos minutos y abruptamente avienta el dispositivo móvil al suelo. Extiende su mano derecha hacia el individuo encogido y lo ayuda a levantarse].

Humano: Lo siento.

Individuo encogido: Ya pasó. Gracias por darme la mano, hace mucho que a pesar de luchar, no tenía los recursos necesarios para poder estar de pie.

[Zoom in a las manos del Humano y del Individuo, aún sujetadas.

Fundido a negro].~