BEL-JPN: La maquinaria del diablo | Rusia 2018

Por Enrique Ballesteros Durán

En el boxeo, es muy común que los peleadores se otorguen el primer round para estudiarse, para medirse y conocerse. Durante tres minutos practican el fino arte de la esgrima con las manos. Eso pasó durante la primera mitad de este encuentro futbolístico, el problema es que no duró las tres tandas de sesenta segundos del pugilismo, fueron 45 minutos de fijar las distancias.

Comenzó el segundo episodio y de repente todo se volvió un anime. El plan perfecto de los belgas para hacer de todas sus categorías una maquinaria futbolística quedó atascada. En minutos, los japoneses emularon al capitán Tsubasa y pusieron en predicamentos a la zaga roja. Imposible dejar de pensar en los Supercampeones, ese manga que inspiró a la nación del sol naciente a potencializar el futbol cuando sus ligas no eran más que competencias de equipos amateurs financiadas y creadas por las diversas empresas niponas.

Por su parte, Bélgica se sumió en un breve letargo que daba al traste con su minucioso plan, puesto en marcha desde que su equipo nacional fracasó en la Eurocopa del año 2000, organizada por ellos y en conjunto con sus vecinos de los Países Bajos. Desde entonces todas las categorías con miras al alto rendimiento comenzaron a tener estilo: todos los cuadros formaban un parado específico, el 4-3-3, trabajo físico, técnico y táctico desde edades tempranas y un minucioso sistema de visorías para reclutar a niños de origen extranjero, sus famosos “niños de la calle” como Lukaku, un niño nacido en Amberes, pero con sus orígenes directamente en el Congo, que abundan este país de los más cosmopolitas del mundo. Es por eso que 18 años después de ejecutar el sistema, Bélgica llegó a Rusia con la etiqueta de equipo candidato.

Tardaron 17 minutos en reaccionar. Su propia ecuación los regresó al camino. No puedo dejar de comentar que, en los asuntos de la definición, el seleccionador español Roberto Martínez se hizo de los servicios del francés Thierry Henry, para revelarles los secretos del gol a sus jugadores. Se notó. Jan Vertonghen y Marouane Fellaini le dieron el empate a los Diablos Rojos en un periodo de cinco minutos, los mismos minutos que necesitó Japón para irse al frente.

Después, y continuando con la analogía del pugilato, el pleito se fue al toma y daca. Los arqueros cumplieron con creces. Los dos cuadros jugaron sin temor. Y en el mundial de las sorpresas los japoneses se atrevieron a ilusionarse. Fue justamente en ese instante, con el duelo en agonía, cuando los samuráis azules tuvieron esa última ofensiva que no prosperó. La tomó Thibaut Courtois y echó a andar la maquinaria del diablo que noqueó a los Supercampeones.

P.D. Si la maquinaria belga es infernal, los estímulos monetarios están muy lejos del honor al estilo japonés. Por ganar esta etapa, cada jugador ya tiene asegurados trescientos catorce mil euros. Esperemos que el dinero no sea el estiércol del diablo, como dice el Papa Francisco, aunque el medio millón de euros que les han prometido por llegar a la final, aunque no la ganen, es diabólicamente tentador.