En clave olímpica: London calling | blog vozed

Crónica (o algo así) de Humberto Bedolla en su visita a los Juegos Olimpicos Londres 2012.

 

Primer día de atletismo en el estadio de Londres 2012 /fotografía Humberto Bedolla

LOS JUEGOS OLÍMPICOS de Londres 2012 llevan una semana y ya han registrado momentos históricos. El sábado 4 despidieron al mejor deportista olímpico de todos los tiempos, Michael Phelps, con sus 22 medallas, 18 de ellas de oro, y acaban de ver (el domingo 5) como Usain Bolt voló como si no fuera de este mundo, como un alíen, recordándonos la rara mascota de estos juegos (que sino es un alíen no sé que es). A estos deportistas, estrellas que todo el mundo busca como referencia, se unen los miles de deportistas que han competido y siguen compitiendo. Las competencias están siendo increíbles. Se van agotando las eliminatorias para pasar a las finales, se van superando records y se van apuntando medallas. Sin duda este es el espíritu olímpico.

Mi crónica comienza el viernes mismo de la inauguración (27 de julio). Llegar no fue fácil, después de 5 horas de retraso por viajar con una de las aerolíneas más baratas y, claro está, más malas que hay, llegué a despertar a Richard, mi amigo y anfitrión a eso de las 3 de la madrugada. Me recibió con un gruñido y algo de comida. Ese día estaba decidido a conocer el terreno, ver donde sería la zona de ambiente en la que se juntarían todos los visitantes e intentar conseguir más boletos. La pagina web donde se vendían los boletos funcionaba igual de mal y yo pensaba que podía haber una oficina de venta, nada más lejos de la realidad. Después de llegar a Victoria Station pregunté por la oficina de información de los juegos, me mandaron a ella y me sorprendió ver un puesto de información más pequeño que un puesto de tacos sin mucha gente. Eso sí, había unos treinta voluntarios mirando como suricatas a la búsqueda de visitantes. La organización dispuso de un ejército de personas, todos voluntarios, vestidos con una chaqueta deportiva color rosa y con miles de mapas. Me acerqué a uno:

—Hola, ¿te puedo ayudar? —preguntó sonriendo con su chaqueta rosa.
—Sí, quiero saber donde van a mandar a la gente para que siga los juegos, donde estará el ambiente.

Me mandó a la zona de pantallas gigantes, que dispuso la empresa de comunicaciones inglesa, donde “montaron puestos de comida y bebida, y la entrada ¡gratis!”, dijo.

—Que bien, y de los boletos ¿cómo puedo conseguir entradas a los eventos?
—Mmm…, solo en la página web.
—¿Y no hay ninguna otra forma, una oficina, agencias, nada?
—No, la única forma es por la página web.
—Pero no sirve, es completamente anti intuitiva y no hay boletos.

Puse una cara que no debió de parecerle buena porque me contestó con una sonrisa y me ofreció más ayuda.

—Sí quieres te puedo decir como llegar a Buckingham Palace.
—¿Eh?

¿Y por qué carajos quería yo ir Buckingham Palace cuando lo que quiero es ver los eventos deportivos?, pensé.

—No, gracias.

Mientras caminaba por Hyde Park, un parque en el centro de Londres y una de las zonas de pantallas gigantes sorprendido por la poca información sobre los eventos que manejaban los suricatas de rosa vi, también con sorpresa, que en todos los hoteles de la zona había una flota de vehículos dispuestos para los distintos comités nacionales. Eran otro ejército, en este caso de BMW nuevos con chofer –otro voluntario que claro, no le pagan el trabajo- y que generalmente iban vacíos. No paraba de preguntarme por el coste que pueden tener. “¿BMWs nuevos para solo tres personas?, bueno seguro funcionan.” Y funcionan, de unos cinco o seis autos que vi con pasajeros todos eran de los comités nacionales, que por alguna razón, seguro para equipar a sus deportistas, todos traían compras de Harrod’s, una de las tiendas más caras de Londres (tipo Liverpool en México o El Corte Ingles en España). “Bueno, funcionar funcionan”, pensé.

Entrar a la zona de las pantallas es gratis como dijo el suricata, pero es imposible meter un chocolate o un sándwich. Te hacen vaciar hasta la última gota de una botella de agua y, sorprendentemente, no puedes entrar con una camisa que diga Pepsi porque uno de los patrocinadores principales es Coca Cola. Para asegurarse de cumplir estas normas, tanto en las zonas de pantallas como en las zonas de los eventos, está nada menos que el ejército. El control de las entradas y salidas –así como asegurarse de vallar todas las zonas relacionadas con los eventos- fue llevado con especial atención, tanto, que el resto de la ciudad no vive ni mucho menos disfruta de los visitantes. Los comercios pequeños están enojados, no hay clientes. Un amigo leyó que en términos absolutos Londres ha recibido menos visitantes con los juegos que un verano cualquiera, y si no eres McDonalds o Coca Cola olvídate de que la gente consuma algo tuyo. Seguí caminando por Hyde Park y me encontré con otro minúsculo puesto de suricatas. Seleccioné al de los ojos más vivos, el suricata más atento, que seguro –pienso- sabe algo más y le preguntó sobre como conseguir más boletos. No sabe, y acto seguido me dice:

—Pero si quieres ir a Buckingham Palace debes ir hacía…
—No quiero ir Buckingham Palace, gracias. Quiero entradas para los eventos deportivos.

¿Por qué carajos me mandan hacía la casa de Elizabeth?, me preguntó un tanto intrigado. Veo en el mapa que han preparado unas zonas de tribunas para las llegadas del ciclismo de ruta, la maratón femenina y la marcha. También tengo cerca las zonas de triatlón. Me acerco a verlas y mi sorpresa es que siguen trabajando en ellas. “En el día de la inauguración de los juegos siguen preparando instalaciones…”. No puedo negar mi asombro. Va obscureciendo y no logro saber nada sobre más entradas y no tengo claro que el ambiente vaya a estar en las zonas de las pantallas, creo que lo mejor será ir al Parque Olímpico. Aquel que promueven los medios de ser sostenible, estar diseñado para ser una herencia para los barrios de East London y que concentrará los deportes más populares salvo el fútbol (distribuido por todo Gran Bretaña). Voy pensando en la inauguración y en tener que volver a donde duermo y veo, otra vez, a otro pequeño ejercito y lo vuelvo a intentar:
— No hay forma de conseguir entradas como no sea en la web pero si quieres…
No lo dejo terminar.
—No, no, no. No quiero ir Buckingham Palace, ¿que carajos hay en Buckingham Palace?
Y salgo corriendo para alcanzar el siguiente tren que está a punto de salir hacia Croydon ―el barrio donde viví la primera semana de lo juegos-, y de alguna forma corro huyendo de la idea que se comienza a arraigar en mi cabeza: “Debería ir a Buckingham Palace”.

La inauguración la disfruté, creo que más por el alcohol, una bebida “muy british” llamada Pimms, según Ricardo (él mismo se cambiaba el nombre de forma indistinta), que por la propia ceremonia. Al final reconozco que me gustó pero me olvidaré de algunos momentos completamente incomprensibles para alguien que no es británico.

Nos levantamos temprano para el primer evento en vivo (sábado 28), volleyball femenino en Earls Court, en el lindo y caro barrio de Chelsea. Tocaba ver a Argelia vs. Japón (ganó Japón) y Serbia vs. China (China), y de nuevo me sorprendió que las instalaciones que la organización ha reutilizado y que son funcionales, no han tenido el acierto de poner propaganda de los juegos sobre la publicidad de musicales de hace cuatro años. Paula, de Gales, que “ha matado dos pájaros de un tiro: visitar a su hijo”, Ricardo, y “ver algo de los juegos”, me dice que “no entiende muy bien en que se han gastado el triple del presupuesto que han costado los juegos, más cuando la mitad de los deportes estarán en instalaciones ya construidas”. Mira hacia el techo de unicel roto y amarillento y luego a la fila kilométrica para llenar la botella de agua y negando la cabeza concluye “que mala imagen, y que mala organización.” En estás andábamos cuando se oyó un rugido en la tribuna, había comenzado el partido. Corrimos a nuestros asientos y ahí se olvido la mala organización, el mercantilismo y las filas interminables para el agua o una cerveza, comenzaba la competencia. Saque, volea, las chicas preparando el ataque, colocan la bola, pican, recogen… ¡punto! Las gradas gritando, los dos equipos jugando al ataque. Poca especulación deja el voley ball, no hay manera de querer engañar al árbitro, no hay mala onda ni contacto para lastimar a un contrario, solo ataque y defensa, defensa y ataque, la competencia en estado puro. Y los sentimientos que los acompañan. Salí encantado, maravillado del ambiente, de la prueba, de las chicas, de su empeño por competir.

La gente de Londres está molesta con los juegos por los retrasos en los trenes y el metro, de la mala información sobre como les afectaran los eventos en sus días de trabajo y del costo del evento, el triple de los presupuestado, y por si fuera poco, está siendo “prácticamente imposible conseguir boletos”. El enojo ha sido mayor cuando, en la televisión, han aparecido zonas de las tribunas vacías, rellenadas con personal del ejército o con los suricatas. “¿Donde están esos boletos?”, nos preguntamos todos. Yo personalmente hago bilis cuando veo las finales de natación con asientos vacíos. Y, sin querer, nos enteramos que los boletos han sido entregados para la reventa institucional. En un hotel cualquiera de Londres, en una oficina sin acceso a la calle, hay una agencia de viajes que tiene un cajon de madera (de más o menos un metro por dos) lleno de entradas. Había una lista de eventos disponibles con el precio de “venta al publico”, que no era el de la entradas, así un boleto para boxeo que en principio costaba 20 libras lo han vendido en 150, y una entrada para atletismo de 450 libras (precio ya de por si exorbitante) en 1,100 libras. Y aquello tenía su vuelta de tuerca, un británico, da igual ingles o galés, o un europeo no podía comprar entradas ahí, solo podía comprar gente con pasaporte de países de Latinoamérica o de Oceanía. Fue la primera vez que mi pasaporte mexicano ha pesado más que uno europeo, pero aun así estaba el momento real: el de pagar. De esto no me acuerdo, no me quiero acordar. En la euforia olímpica conseguimos, Simon ―galés que vive en Boston, otro amigo de la orbita-, su novia Farrel y yo, entradas para el primer día de atletismo y eliminatorias para boxeo, eventos que se unían al volleyball, fútbol  y a la esgrima. Salimos de la agencia y del hotel con la sensación de haber conseguido un oro olímpico. Las entradas vinieron acompañadas de codazos, arañones, varios pisotones, miradas asesinas, jalones por defender el listado de eventos disponibles y uno que otro comentario nada sutil, a parte, claro está, del golpe de talonario. Seguramente, así como encontramos esta agencia de viajes con entradas en un hotel cualquiera del que nadie sabe nada, y en el cual había codazos para conseguir boletos al triple del precio real, hay por todo Londres y el mundo, entradas que no han vendido. De ahí los asientos vacíos.

Al siguiente día (domingo 29) nos tocó esgrima en la modalidad sable. No le tenía mucha estima pero acabo siendo muy divertido. Sin conocer las reglas grité y apoyé como si se me fuera el alma en ello. Los deportistas se baten en duelo, atacan y el sistema registra si hubo contacto con el oponente encendiendo una luz en el suelo y la mascara, el problema era que casi siempre se prendía la luz para los dos, por lo que el juez debía asignar el punto. Cuando no estaban conformes, los espadachines hacían una señal de un cuadro con los dedos pidiendo al juez que confirme su decisión en una pantalla. Así que no había muchas señales de quien ganaba hasta que el juez volvía de la pantalla y confirmaba el punto. Aquello es tan rápido que a veces era el juez el que hacía la señal del cuadro y se iba a consultar la pantalla. Eso sí, los golpes con el sable eran duros, y varias veces se quedaban sobándose el varillazo. Ganó un húngaro pero a todos nos robo el corazón el segundo lugar, un italiano llamado Diego, quien peleaba cada punto con gritos y espasmos. El ambiente, al igual que en el volleyball, inmejorable.

El lunes 30, para compensar y aprovechando la mala organización, y sin querer queriendo, logramos colarnos a dos partidos más de volleyball. Ese día, después de los dos [partidos de volleyball] que nos tocaban nos quedamos en las instalaciones viendo la final de clavados (saltos) sincronizados hombres en la pantalla dentro de las instalaciones de Earls Court. En esa final la pareja de México logró la medalla de plata. Para cuando aquello terminó teníamos en la mano unas cervezas que decidimos terminarnos viendo Rusia vs. Republica Dominicana y luego un partidazo, EE.UU. vs. Brasil. Y sí, fue muy emocionante… el partido, no colarse. Ahora espero que Brasil, Rusia y Serbia avancen, aunque el equipo de EE.UU. es muy superior.

Luego hubo boxeo (martes 1), dos categorías. La competencia del boxeo es primitiva, violenta, y bucea en lo hondo de nuestra naturaleza, es pelear con un contrincante en igualdad de condiciones. Los puños en alto defendiendo la cara, el costado, medir al contrario y soltar un recto o gancho para que el otro responda… hizo que me hierva la sangre. Grité y grité hasta ver a unos ganar y otros perder pero a todos pelear. Me sorprendió ver que la gente de Europa del Este y Asía tienen técnica, no los tenía como buenos boxeadores. Nunca falta, y está vez tampoco, el payaso que se siente Mohamed Ali, que ni boxea ni baila sobre sus zapatillas y encima se encara con el público o los jueces cuando pierde. Estos eventos fueron en el Excel, otra de las instalaciones de la ciudad reutilizada y fuera del Parque Olímpico.

El miércoles 2 tocó fútbol, que como ya dije antes: «Fútbol… en el mundial muy bien, pero es, en realidad, el único deporte que desprecia los juegos». Aún así voy con ganas de conocer Wembley, divertirme y pasarlo bien. El estadio no decepciona, es muy bonito, y el partido también es entretenido. Terminamos, como suele ser, apoyando al más débil: “Oe, oe, oe… Gabón, Gabón”. Al final México y Corea del Sur que estaban en el mismo grupo son semi finalistas, y se pueden enfrentar de nuevo en la final, con el permiso de Japón y, principalmente, de Brasil.

El atletismo, al igual que la natación, waterpolo, balonmano, basketball y ciclismo de pista, entre otros, se desarrollan en el Parque Olímpico, en East London. Una zona de barrios pobres donde la vida es interesante. Pero para conocerlo hay que salirse de la “ruta” olímpica. El barrio es una zona de inmigración, multicultural, que comienza a ser lugar de vida de artistas y alguna clase media. Al igual que el resto de Londres, aunque tienen prometido una gran derrama de dinero vía visitas, esto no es del todo cierto. La gran mayoría de visitantes lo único que conocen fuera del Parque Olímpico son un centro comercial enorme y la estación de Stratford, desde donde llegan y salen las líneas de metro, tren y tren ligero. Para entrar al parque hay que tener entrada a algún evento, o directamente haber pagado “solo” para pasear por el parque, sino, no hay opción. No se puede uno acercar a tomarse una foto con el estadio olímpico y disfrutar del ambiente con una cerveza sin pagar. Por mucho que lo intenté (jueves 2 de agosto), no logré entrar. Mostré un boleto de un evento del mismo día en otro lugar y nada. Mostré un boleto para el atletismo al siguiente día y tampoco. Le grité al suricata en turno, nada. Le hice ojitos a otra suricata y tampoco. “Sin Visa no hay juegos”, así es esto. El Parque Olímpico está diseñado de tal forma que tienes todo lo que necesitas dentro, y está custodiado de tal forma que no entra nadie y salen todos por el gran centro comercial. Así, el gran diseño de los edificios y del parque, está al servicio del COI y, después, lo estará de East London. Sin poder entrar al parque fui a dar con otra bilis a la zona de pantallas gigantes, también diseñada para no meter ni un chocolate, agua o fruta. Y ahí es donde los londinenses disfrutan de un día de campo viendo las competiciones. Al final no estuvo mal. El ambiente, principalmente con los deportistas de Gran Bretaña (Team GB que es la forma en que se refieren al equipo), es increíble. Lo de Team GB también tiene historia. Es un artificio, es decir, es un equipo formado por Inglaterra, Escocia y Gales, países de la isla. Y ya se sabe que a un galés o un escocés no le hace mucha gracia cantar el “Dios salve a la reina”, por mucho que los suricatas se empeñen en enviarnos a todos a Buckingham Palace, casa de Elizabeth.

Y llegó el atletismo (viernes 3). Entrar al estadio casi lleno, ver la llama olímpica, las pantallas, la pista, fue una sensación única que no se describir. No era ver un estadio más, era saber que iba a presenciar eliminatorias y finales olímpicas, la gloria de los deportistas. Vi a una etíope de los 10,000 metros cerrar los últimos 400 como si no llevara kilómetros en las piernas. Vi a las mujeres del heptatlon, a los hombres de lanzamiento de peso, las eliminatorias del 1,500 hombres y de los 100 metros planos mujeres. Y poder compartir con ellos, aunque solo sea mirando, el esfuerzo y las lagrimas me hizo sentir bien.

Así pues, terminó la primera semana de competencias. El espíritu olímpico está vivo, de él se han encargado Phelps, Bolt y todos los deportistas, y claro está, los espectadores. Y como circo funciona, de eso se encargan hasta el cansancio la organización, el COI y los patrocinadores. Los Juegos Olímpicos siguen, y parafraseando a The Clash: “London calling”. Veremos como se viven el resto de juegos desde la televisión.~