80P1VM/48: Apuntes de un roadtrip

#post_80P1VM/48 de 80 en 1 vuelta al mundo, de Humberto Bedolla

 

—ESTABA BEBIENDO UNA cerveza, tenía mi cacatua blanca en el hombro y habían venido unos wallabies a comer lo que les suelo dejar. Creo que se estaba poniendo el sol, así que la luz era naranja, y miraba hacia aquellas lomas, donde están mi ganado —dijo señalando la loma verde de enfrente.
—Wow, ¡todo un Indiana Jones —dijo Arancha.

Eddy nos recibió una mañana temprano, a las 8. Y estaba encantado. Era un hombre mayor, con el pelo blanco, la cara de un hombre blanco y  el cuello de alguien que lleva muchos días al sol. Era un hombre solitario, y le costaba un poco hablar. Nos hizo pasar al salón de su casa, donde en una pared de unos 4 por 5 metros tenía empapelado un mapamundi con todos los puntos que conocía. Bastantes. Nos ofreció café, té, y nos regaló unas naranjas de un árbol próximo. Luego volvimos al porche, solo para hablar.

—No hago nada. El clima es muy bueno, y ni alimento ni agua les doy a los animales. Solo a estos cuatro de aquí.

Un toro y tres vacas apartados del resto. Nos despedimos y nos encaminamos a la selva.

—Que bien que decidimos a venir, ¿no?.

Habíamos llegado ahí porque la noche anterior, buscando un lugar donde dormir con la camioneta-cama adaptada para dormir en ella, llegamos a un hotel con un pub donde, si uno pedía permiso, le dejaban dormir. Cuando llegamos al lugar y entramos al pub había 5 hombres, varios borrachos y una mujer, bastante risueña, borracha.

Saludé y pregunté si podíamos dormir con la camioneta ahí.

—¿Vas a consumir alguna cerveza?
—Bueno, si tengo que conducir para buscar otro lugar no puedo beber.

La gente comenzó a reír la gracias cuando no lo era. De hecho la situación era incomoda. Ahí pasaban muchas mas cosas de las que yo veía. Sentía que estaba en medio de una negociación más importante que una mera cerveza. Tenía en frente a un hombre flaco, alto, un poco encorvado. Era un cuerpo que antes fue fuerte pero que ya sufría la vejez. Hizo una mueca, le faltaba un diente. Traía una gorra que decía “Cowboys” pero era claro que no eran los de Dallas.

—¿Vas a consumir alguna cerveza? —repitió.

Por primera vez en mucho tiempo no quería tomar muchas cervezas. No quería que el “favor” de dormir en el terreno del hotel fuera más caro que ir a un camping de caravanas pagando.

—Alguna puedo tomar —contesté medio acojonado, pero manteniendo el tipo.
—¿Y ella, va a beber? —preguntó señalando a Arancha.
—Ella no bebe mucho —dije.
—Una si me puedo beber —contestó Arancha.

Dijo algo que no entendí y que duró como 3 minutos y luego nos dijo que nos iba a mostrar dónde podíamos dejar la camioneta.

Bebí dos cervezas de tamaño pinta pero que no eran pintas porque ahí ellos no miden en pintas, puntualizó el tipo. Arancha, una. Pero se pagó peaje de forma diferente: hablando con el tipo. Un camarero de un pub con aliento alcohólico, una medía sonrisa sin dientes y una mirada fija, dura. Con él y con su mujer, lo mismo que él pero en mujer. Mantuvimos el tipo, y hasta pedimos referencias de lugares poco turísticos. Él nos dijo que a la mañana siguiente nos llevaría a una granja porque Arancha había dicho que le gustaban las granjas. También nos llevó a un lugar en el río donde suelen descansar los cocodrilos, antes dejarnos donde el granjero.

Yo, mientras resoplaba en la noche, a punto de dormir a las puertas del hotel sin pagar por ello, me felicitaba por haber aguantado el tipo y me maldecía por no haberme entregado con ganas al pago de la estancia en cervezas.~