Turismo ecológico
EN LA ACTUALIDAD , el tráfico de especies protegidas ha perdido el dudoso honor de ser el tercer tipo de comercio ilegal en volumen de operaciones pasando a ocupar el cuarto puesto. Por detrás del de armas, drogas y personas.
Sin embargo, la caza y captura furtivas, sea para la venta del animal vivo o para comerciar con alguna de sus partes, suponen un grave problema para la conservación de la biodiversidad en el planeta. Precisamente las especies más amenazadas se encuentran en gran número en zonas en vías de desarrollo que ven en su tráfico y explotación una salida a su situación.
Debemos encontrar una alternativa a esta caza para permitir que el desarrollo de las zonas más desfavorecidas del planeta sea compatible con la protección del medio ambiente.
Turismo ecológico. Algunas asociaciones ecologistas y proteccionistas abogan por crear reservas en los países en vías de crecimiento de biosferas pagadas directamente por los países desarrollados. En esas reservas de bosques se protegerían animales y plantas en peligro, al tiempo que grandes extensiones de bosque serían conservadas. Así mismo, se emplearía parte del dinero en crear una economía sostenible en las zonas habitadas colindantes para evitar la tala indiscriminada y la sobreexplotación.
Sin entrar en la efectividad de estas políticas su alcance estaría limitado al dinero que dichas asociaciones proteccionistas y sus colaboradores pudiesen recaudar, y la necesidad de proteger animales y zonas de alto valor ecológico van más allá del posible alcance de dichos esfuerzos.
¿Qué alternativas se podrían desarrollar para que los habitantes de Asia, África y América puedan convivir y explotar sin destruir las zonas forestales y las especies amenazadas? La principal es, sin duda, crear un sector de turismo ecológico fuerte y moderno. En Europa, Asia, Australia y Norteamérica existe una creciente clase turista que valora la biodiversidad y está dispuesta a gastar grandes cantidades de dólares, euros o yenes en viajes de contenido medioambiental.
Safaris fotográficos, expediciones y excursiones a los bosques lluviosos de África y América, una semana de buceo en los arrecifes de coral o en las costas de islas tropicales. Las alternativas son muchas, y existen además numerosas empresas dispuestas a invertir en alternativas al masificado turismo actual. Realizado con respeto para las tradiciones de los pueblos de la zona, y respetando la integración de hoteles y estructuras en el medio ambiente a proteger, un turismo no masificado y respetuoso con el medio puede suponer un poderoso incentivo para la protección y el respeto a estos lugares.
Si la economía de la zona pasa a depender en gran parte del turismo extranjero que acude al lugar para observar un recurso natural determinado, los pueblos y gobiernos de la zona no sólo no tendrán ningún interés en destruir la gallina de los huevos de oro, sino que podrán contar con dicha fuente de riqueza y desarrollo durante un tiempo indefinido.
Dicho de otra forma, es evidente que los incentivos a sobreexplotar un recurso natural, o a llevar una especie en peligro a la extinción, se reducen drásticamente cuando la economía de la zona depende de la pervivencia de este recurso. Máxime, cuando es una fuente de crecimiento, y propicia mejoras en la educación, y en los recursos destinados a dinamizar la economía local, las infraestructuras sostenibles y la riqueza de la zona.
Si la existencia de una especie de alto valor ecológico supone la creación de varios hoteles y restaurantes, docenas de pesitos de trabajo directos, y muchos más indirectos, y atrae a la zona inversiones y capitales turísticos para mejorar el nivel de vida de sus habitantes, ¿por qué no aprovechar dicha fuente potenciar de atraer recursos y estudiar una forma de conseguirlo?
Existe un potencial de turismo ecológico sin explotar en los países del llamado Primer Mundo. Un potencial creciente en número y en dinero dispuesto a invertirse en contemplar parajes únicos, especies de espectacular belleza o simplemente vivir una pequeña aventura en plena Naturaleza. Un recuerdo único que llevar a sus países, que enseñar a sus amigos. Los mismos que volverán a ir al año siguiente a contemplar la migración de Ñues de Okabango, los loros azules, al oso panda o a bucear en busca del colorido tesoro submarino que guardan muchas islas tropicales.
Si los países que dispongan de estos recursos consiguen protegerlos, y atraer a los inversores que están dispuestos a acometer los cambios necesarios, no sólo la naturaleza se verá beneficiada, sino la riqueza del país.~
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