Intervención artística al volver de la oficina
Un texto de Sol Soto
EL COMÚN DE la gente cree que dibuja mal, y frente a una hoja en blanco anula el impulso creativo porque no sabe por dónde empezar. Muchas personas tienen temor de arruinar el papel, de no hacer lo correcto, y ahora compruebo que los libros para ilustrar son una invitación a experimentar en libertad.
Florece –mi primer libro para que los adultos coloreen– y Casas Escondidas –que además permite la interacción creando nuevas formas con tijera y pegamento– son el resultado de un proyecto artístico personal que busca encontrar formas para aquellos que, por diferentes razones, no han incorporado a su vida cotidiana alguna actividad artística, puedan hacerlo y, a través de estos libros, exista punto de partida para luego experimentar otras maneras de crear. Hay un centenar de dibujos que lo permiten, se puede hasta dejarlo inconclusos si se quiere, y seguir en otra página probando cosas nuevas, con la única consigna de intervenirlos, jugar y relajarse.
Esta invitación a «intervenir, jugar y relajarse» apacigua el temor de no saber por dónde comenzar, y cobra mayor relevancia lo que en verdad importa, que es la experiencia creativa.
La consideración del arte como una dimensión elevada y casi ajena al común de la gente suele hacer que sólo se considere como obra artística lo que producen las figuras reconocidas. La pintura de una oficinista que se dedica al arte como pasatiempo será difícilmente considerada a nivel social como una obra de arte. Y creo que es aquí en dónde tiene la raíz ese temor del que hablaba antes. lo fundamental de la obra de arte es que es una estructura dinámica que necesita de la interacción activa con el observador, y mejor si es intencional. Cuando yo, en mis dibujos plasmo mis percepciones y sensaciones con el fin de comunicarme con el otro, y cuando el otro, frente a estos dibujos no es solo observador sino que además acciona activamente sobre ellos y los interviene con sus colores y sensaciones, este producto (nuestro dibujo) transmite una expresión sensible doble y es una estructura dinámica, sostenida en la interacción activa con el observador/coloreador. Es así como el temor a no saber pintar se disipa, y la oficinista se anima a ser artista y a transitar la experiencia, creamos juntas una obra nueva.
Quizá sea mucho pedirle a una sociedad que tiende a resguardar cada vez más y para menor cantidad de gente los lugares de privilegio –el arte es uno de esos privilegios– que considere que aquella oficinista que colorea los libros en sus ratos libres está realizando una intervención artística. Pero yo creo que hemos encontrado una nueva forma de introducir la creación artística en el cotidiano de la gente, mucho más necesaria de lo que la mayoría imagina.
Es como esparcir semillas. Esas obras inconclusas que esperan por un lector transformado en artista florecen cuando éste las completa con sus colores. Los libros para colorear son una propuesta de creación conjunta, y mi parte sólo es aportar los dibujos en blanco y negro, quien los interviene completa la obra con su impronta, probando diferentes formas de pintar, diversos materiales, combinaciones personales… al final descubre el placer de crear. Los libros esperan ser intervenidos, y el objetivo es incorporar la creación artística a la vida cotidiana.
La intervención como acción artística es –simplemente– modificar las propiedades de un objeto, y esta acción pasa a ser una actividad artística. Cualquier obra de arte es un producto que transmite una expresión sensible, donde los artistas expresan sus percepciones, emociones y sensaciones a través de diversos recursos, en este caso el recurso es plástico, así el lector pasa a ser artista y coautor del libro.
No iremos a colgarlas en los museos, porque al final no es lo que importa, pero habrá un poquito de arte en las casas, y pequeñas intervenciones artísticas al volver del trabajo, con todo el placer que eso conlleva.~
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