Qué sé yo sobre el proceso creativo, es pregunta
¿Qué sé yo sobre el proceso creativo? Me repito esta pregunta una y otra vez desde el momento en que recibí la invitación de Adrián para colaborar con esta edición de VozEd y de eso ya pasaron algo así como tres semanas y, para más detalles, hoy es el día límite para enviar los escritos (me lo recuerda un e-mail de Humberto que tengo marcado como importante) y estas son las primeras líneas que escribo sobre el tema.
La cuestión es así: cuando escribo (dejo de lado por conveniencia propia si lo hago bien, mal o cuánto) debo estar cómodo con mi incomodidad y creo que eso es lo más alejado que se puede estar de un supuesto “proceso creativo”. Paso a explicarme mejor. En este momento tengo una feroz infección en el oído izquierdo y siento que tengo al río Paraná golpeando dentro de mi cabeza. Me duele la nalga derecha porque tuvieron que inyectarme no sé qué medicamento que va a curarme. Estoy sentado en una silla que es cualquier cosa menos cómoda para escribir. Hace calor, no demasiado calor, pero sumado a mi sobrepeso es demasiado calor. Está claro que estoy totalmente fuera de lugar y que cualquier intento de repetir cualquier “proceso creativo” que me haya servido antes es inútil. Entonces, dadas o, mejor dicho, no dadas las condiciones ideales, me pongo a escribir.
Escribo las dos primeras líneas de este texto y paro, miro a mi derecha buscando a Nadia y le pregunto qué es el proceso creativo. Me mira mientras toma un delicioso y refrescante tereré y me responde: ¿Proceso creativo? Decir proceso creativo es un oxímoron. Y me deja, como suele hacerlo con sus respuestas, pensando. Primero pienso en Beatriz. En Beatriz y Jorge. Me doy cuenta que me estoy yendo por las ramas y vuelvo al ruedo. Me repito la respuesta de Nadia. Y pues, eso. Que estoy de acuerdo con ella. En mi caso, por lo menos, relacionar mi creatividad (dejo, otra vez por conveniencia propia, de lado la cuestión de si es mucha o poca) poco tiene que ver con procesos o, si me es permitido decirlo, tiene más que ver con la ausencia del mismo. Y es que, pensándolo un poquito, para hacer algo que pueda calificarse de “creativo” suelo atentar contra cualquier posibilidad de establecer un proceso. Suelo alimentar el caos. Inclinarme al caos. Y, cuando ya no queda nada de qué agárrame, me hundo. O me caigo. Y desde el fondo, ese lugar común a todos donde todos estamos solos, me levanto todo magullado y con ganas de vomitar. Y vomito. Vomito sobre una hoja en blanco lo que ahora escribo.
Cuando llegué al punto y aparte de arriba, busqué a Nadia y le pedí su opinión sobre lo que ya tenía escrito. Que si le parecía bien. Que si le parecía muy corto o muy largo. Que si no me fui por las ramas. Que si era adecuado. Y creo que esto último es lo único que en todo lo que hago que se parece a un proceso. Tengo suerte de tener a Nadia para que me dé su opinión. Pero, cuando no está cerca, lo que hago es prender un pucho y relajarme. Dejar que el texto repose. A veces por un par de minutos. A veces por un par de horas. A veces por un par de días y a veces hasta por un par de semanas. Lo repito, lo más parecido que tengo a un proceso es eso. Lo que viene después de tener el texto manchando la hoja en blanco.
Ahora releo lo que vos ya leíste. Y me queda claro, como seguro también a vos te queda claro, que nada sé sobre el “proceso creativo”.~
ES LO MÁS COHERENTE DEL “PROCESO CREATIVO” QUE LEÍ EN MUCHO TIEMPO. A SEGUIR ESCRIBIENDO RUBEN FELICITACIONES, GLADYS
– ¿Qué es el proceso creativo?
– Nadia lo sabe.