La espera
Un texto de Jacobo Malatesta /ilustración Juan Astianax
—VAMOS ALLÁ—, DICE Lucas en alto. Luego enciende el ordenador, aunque mantiene la webcam apagada. Piensa mientras lo hace que esta noche la cosa promete. Ha intercambiado muchos mensajes con la mujer con el nick morenita10. Estuvo a punto de estropearlo todo cuando casi le pregunta si era casada, o si estaba su marido en casa, porque eso no suele ser un buen movimiento. Aunque la mayoría están en un portal llamado “casadascalientes.com”, meses de experiencia le han demostrado que, por algún motivo, no funciona apelar a lo prohibido antes del primer chat.
Hola cariño—. Teclea morenita10 a través del chat, una vez que han contactado. Es el típico comentario de acercamiento muy cariñoso para un primer contacto. Lucas confirma su expectativa.
Hola, ¿qué tal el día? —teclea Lucas.
Bien. He estado aquí y allá. ¿Tú qué tal, cariño? —segundo acercamiento cariñoso. Está claro que quiere intimidad, piensa Lucas.
Llevo esperándote un buen rato…— teclea Lucas, con un tono que suena molesto.
Sí, lo sé. He estado ocupada, pero ya estoy aquí. ¿Quieres verme? —Es un acercamiento directo.
Sí, claro. Hasta ahora solo te he visto en foto.
Llámame—. Otra vez directa, pero Lucas prefiere esperar un poco, no quiere liarla.
No, aún no. Dime: ¿Qué edad tienes?
37 —contesta Morenita10 de inmediato.
Ok, entonces sí. Pero llámame tú.
Cariño, no puedo llamarte desde aquí…
¿Por qué? —Lucas se extraña del comentario.
Mi marido me controla las llamadas. —Excusa absurda, está seguro de que ni siquiera está casada.
Podrá controlarte también los mensajes, ¿no?
No, los mensajes los borro, pero no se pueden borrar las llamadas sin perder al contacto.
Eres muy lista. Vale.
Lucas llama esperando encontrar una mujer mulata, o simplemente morena, ligera de ropa, pero no ve nada. Lo que sí puede es oírla, un acento meloso y sonoro, aunque el timbre de voz es agudo.
—Hola cariño. ¿Qué tal?
—No puedo verte. ¿Por qué?
—Tampoco yo puedo verte a ti. ¿Y por qué no hablas y sigues tecleando?
Perdona. Mi mujer está en casa y podría oírme. Además me da más morbo. —Es el único momento delicado, pero la excusa suele funcionar—. Y prefiero verte yo a ti primero. Vamos…¿no estás excitada? —provoca Lucas. Y surte efecto al instante. Ella enciende su webcam y ve a una morena, no es mulata, con un cuerpo exhuberante, vestida solo con su ropa interior y una blusa muy fina.
—¿Qué tal, te gusta? —dice mirándole con sus ojos muy negros chispeantes, luciendo una sonrisa de labios pintados de rojo muy brillante, mientras se quita la blusa—. ¿Por qué no enciendes tu cámara?
Lucas arranca el vídeo conectado a la cámara, son imágenes de él mismo con rostro excitado y una camisa medio desabotonada, ella le ve al instante. Lucas no está mal, tiene ojos azules y es atlético.
—¿Estás excitado?
—Sí, mucho. No sabes cuánto.
Ella ya se está desprendiendo del sujetador.
—¿Quieres más?—dice, lanzando el sujetador a un lado.
—Sí, claro.
—Pues para eso tienes que quitarte tú algo. —Afortunadamente, Lucas tiene mucha experiencia y lo había previsto, su versión en vídeo ya estaba empezando a quitarse la camisa también.
—Si quieres que me lo quite yo todo, tienes que hacer lo mismo —dice morenita10. En el vídeo, Lucas se quita el pantalón y se queda casi desnudo. En ese momento ella cuelga la llamada, su pantalla se pone en negro y se puede leer un texto, mientras se reproduce al lado la imagen de Lucas quitándose la ropa y las últimas frases de la conversación del chat. Lo ha grabado todo, y escribe el siguiente texto:
¿Te gustaría que todo el mundo viera esto? Ahora se trata de que empecemos a hablar de dinero. No intentes avisar a nadie o difundiré este vídeo a todos tus contactos, entre los que está tu mujer.
No llevan ni 5 minutos y esa malnacida ya le está chantajeando. Pero mantiene la sangre fría.
Deja que sigamos un poco más —teclea.
No hablaré más que del dinero que me vas a ingresar y cómo lo vas a hacer —contesta ella.
De acuerdo —cede—, pero hablemos una vez más.
—Llámame.
Lucas lo hace, y aparece morenita10, vestida con la blusa y una expresión divertida. Pero pronto su sonrisa empieza a nublarse, primero con sorpresa, y luego con una mezcla de miedo y enfado. Mira de arriba abajo a Lucas, y él puede sentir cómo su mirada recorre su figura, y todo lo que le rodea, y cómo vuelve a mirarle de arriba abajo y después lo que está a sus espaldas. Sobre todo se detiene en la placa de su uniforme; y detrás de él sus compañeros uniformados, absortos en sus ordenadores.
—Dime amor —le dice—, ¿te importa quitarte la blusa otra vez? —Es la pregunta que siempre le da tiempo a hacer, antes de que ellas cuelguen la llamada. Y sonríe, porque ese momento es una de las pocas —y grandes— satisfacciones por las que vale la pena largos días de espera en la Unidad de Ciberdelitos de la Policía Nacional.~
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