Kavafis tenía razón
Un texto de Pedro Alcoba
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias. [1]
PERCIBIMOS EL MUNDO desde nosotros mismos y no podemos obviar nuestra propia mirada. Nuestra concepción de nosotros no pasa por ser una persona aislada del resto. Cuando imaginamos nuestro ser, es una abstracción pensarnos como un cuerpo humano completo y aislado del entorno, observado desde un punto de vista externo y neutro.[2] Sin embargo, más bien, somos el centro desde el que observamos el mundo. No podemos abstraernos de ese mirada, pero al mismo tiempo nunca nos contemplamos a nosotros mismos. Por otra parte, filosofías y religiones abogan por el sentido accesorio del hombre respecto al Todo [3] Si siempre observamos el mundo desde nosotros mismos, ¿cómo abandonar ese lugar y fluir con el Todo?
Esta pregunta me ha hecho reflexionar sobre mis experiencias de integración y del camino que he recorrido para llegar a ellas. Y me ha sido fácil reconocer en el camino previamente recorrido trazas del ciclo del héroe descrito en El héroe de las mil caras de Joseph Campbell [4]. A veces parcialmente, a veces vislumbradas, algunas de sus etapas se han hecho reconocibles.
El viaje como salida de nuestra tierra familiar
Habitamos, como hemos dicho, un cuerpo y un espacio en el mundo. Somos un punto de vista sobre el mundo, del que no nos podemos sustraer. Sin embargo, si no nos podemos desprender de nosotros mismos, sí podemos, cada cierto tiempo, buscar un nuevo espacio. El desplazamiento físico ayuda al desplazamiento mental. Y por eso el viaje requiere de un esfuerzo para salir, no solo de nuestro lugar físico, sino también de los lugares comunes de nuestro pensamiento. Este es, en cierto modo, el primer paso ineludible para todo viaje.
En el viaje del héroe, Joseph Campbell plantea el monomito como el ciclo mítico en que el héroe recibe una llamada que lo saca de su situación mundana de normalidad y lo arrastra hacia lo desconocido.[5] No es raro que en la primera fase exista en en el héroe una negativa ante la llamada de lo desconocido, ante la que sobreviene la ayuda sobrenatural. Según los autores, el ciclo del héroe se divide en ocho o diecisiete etapas, pero la etapa inicial (La llamada de la aventura) es el primero e ineludible paso que el héroe no puede saltarse. [6]
Si el héroe se niega, no hay peligro, pero tampoco aprendizaje. En cierto modo, todo viaje supone “salir de sí”. Y descubrir que nuestro pequeño mundo es el mundo, ni nosotros somos el centro de nada. Para empezar, somos seres limitados.
El encuentro con las propias limitaciones
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
No existe un yo si no hay un tú. La comunicación no tiene sentido si no hay un receptor. Existe nuestro yo, pero también nuestras circunstancias. No son más que formas de expresar que somos radicalmente incompletos.
El viaje casi siempre nos pone a prueba. La importancia del viaje no son las realidades que nos encontramos en él, si no las dificultades por las que pasamos para llegar a ellas. En todo viaje hay ciertos obstáculos, y distintas maneras de superarlos. Lo importante de los obstáculos es lo que ellos nos dicen sobre nosotros mismos. Lejos de ser héroes, los problemas que nos vamos a encontrar nos hablan de nuestras capacidades (muchas más de las que creemos); y de nuestras limitaciones.
Las duras pruebas físicas, la experiencia de la soledad, o la conmoción del encuentro con el verdaderamente necesitado, son algunas de las experiencias que nos conducen a trascender nuestro yo.
En el momento culminante del viaje del héroe, llega la reconciliación con el padre o la expiación. El verdadero dragón está dentro de nosotros. Nos enfrentamos y somos iniciados por aquello que ostenta el mayor poder en nuestra vida. Según Freud, esta es la figura del padre para el niño. La expiación consiste en poco más que el abandono de ese auto-generado monstruo doble: proveniente de la obligación del super-yo o de la fuerza irrefrenable del ello, constituye un poderoso adversario. Para superarlo, hay que abandonar el yo, o lo que es lo mismo, entender que no somos ilimitados y que la prueba podría superarnos si no fuera porque hay un Poder superior a nosotros que nos ayuda (en el monomito de Campbell, el encuentro con la diosa nos ha preparado para el enfrentamiento).
La experiencia puede llevar a conmocionar nuestra vida y poner en duda nuestros principios morales, que nos han sostenido hasta entonces (super-yo) ante la irrupción de lo real. De ahí vienen expresiones como “Lo que creía que era tan importante no lo era”, o “Se me han roto todos mis esquemas”… También puede ser que nos veamos compelidos a dominar nuestro ello o bajas pasiones, como única manera de salir adelante a las dificultades. De ahí vienen las expresiones “Cómo he podido ser así hasta ahora”, o “He malgastado mi vida”…
De este modo es como nos encontramos y somos reconciliados. Alcanzamos el don final o elixir de la vida según el ciclo del héroe.
La unidad con el Todo
Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino.
Cuando atravesamos este punto, hay un momento, en todo viaje que merezca tal nombre, en que el mundo te alcanza en su movimiento y no eres tú el que te mueves, sino que te descubres un elemento más en el juego del cosmos. Desde ahí, puedes retomar tu lugar vital en el mundo, con la consciencia de ser parte de un Todo. De hecho, eres portador del elixir de la vida imperecedera que supone el vivir el momento, sin lamentar el pasado, ni anticipar el futuro.
Sin embargo, la tentación de quedarse en este lugar es importante, el mismo Buda se vio tentado con no volver, porque pensaba que nadie lo entendería. Después de superar la negativa a regresar (¿Quién no ha querido quedarse en el lugar en el que ha obtenido su aprendizaje, o donde ha vislumbrado la felicidad?), emprendemos la vuelta a nuestra realidad cotidiana y cruzamos el umbral de vuelta al mundo cotidiano que interpretamos con las claves de la experiencia vivida (somos maestros de los dos mundos). Somos libres para seguir viviendo (siempre lo hemos sido, pero necesitábamos recorrer este camino de regeneración interior para comprenderlo).
En realidad, el viaje del héroe descrito por Campbell es siempre y contra lo que creamos un viaje interior. Las historias míticas nos ayudan a comprender algo que, siempre que hay verdadero cambio, sucede interiormente. Los viajes exteriores pueden ser un simple vagar si no producen mella en el interior de nosotros. Debemos para lograrlo salir de nosotros mismos. Mucha suerte en esa aventura.
Un viaje de mil millas comienza con el primer paso
Lao-Tsé~
Referencias
[1] Todas las citas son del poema “Ítaca”, del libro del mismo nombre de Constantino Kavafis.
[2] Enmanuel Mounier opuso individuo a persona. “El individuo es, en sentido estricto, la disolución de la persona”. La persona va siempre al encuentro de un tú. https://www.revistadelibros.com/blogs/viaje-a-siracusa/emmanuel-mounier-frente-a-los-totalitarismos
[3] Según el confucianismo, el hombre debe armonizarse con el cosmos, es decir, estar de acuerdo a lo ordenado por el Cielo. En el cristianismo, Jesucristo exhorta: “El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga” (Mateo,16, 24). Y Buda en el Samyutta Nikaya II: “Si no queremos ni intentamos hacer algo ni tampoco nos ocupamos con algo, entonces no hay objeto para el soporte de la conciencia; así no hay asidero para ella; sin que la conciencia tenga un asidero para crecer, no hay renacimiento o existencia recurrente en el futuro. En su ausencia, se detienen también el envejecimiento, la muerte, el dolor, el lamento, el sufrimiento y la desesperanza. Así se elimina toda esa masa de sufrimiento…” (De algún modo, se trata de morir al yo).
[4] CAMPBELL, Joseph: El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito. México, Fondo de Cultura Económica, 1959 (edición original: Nueva York, Bollingen Foundation Inc, 1949). [4] Para un resumen del ciclo del héroe narrado por Joseph Campbell, puede ser útil: https://es.wikipedia.org/wiki/Monomito.
[6] “Sal de de tu tierra, de entre tus parientes y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré.…”, le dice Dios a Abrahán. (Génesis, 12, 1)
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