El castillo de If: A la caza del buen tío Burroughs
Un texto de Édgar Adrián Mora
A LA MANERA de Joe Sacco, Harvey Pekar o, incluso, Art Spiegelman, Bernardo Fernández, Bef (Ciudad de México, 1972) diseña un autorretrato donde biografía y obsesiones se mezclan. La autobiografía nos conduce a través de los viajes y lecturas de un joven escritor e historietista que entre amigos y lecturas “raras” explora un mundo que a la larga se convertirá en parte de su identidad. Dentro de esa exploración se encuentra la crónica de una de las obsesiones que acompañan al autor-narrador: la vida, obra y tragedia del escritor beatnik William S. Burroughs. Esa conjugación de elementos son la parte narrativa que constituye la trama de Uncle Bill (Sexto Piso, 2014).
A lo largo de esta novela gráfica, Bef marca, de inicio, dos líneas paralelas que convergen hacia el final de su propuesta. Por un lado, describe algunos aspectos de la biografía de Burroughs, desde su aventura como empresario agrícola, sus problemas con la justicia gringa, su afición a varios tipos de drogas, para concluir con la mudanza del escritor, junto con Joan Vollmer, a la Ciudad de México. Esa estancia del escritor beat en la capital mexicana es, en cierto sentido, el punto de partida de toda la historia. El libro hace foco, no obstante lo pródigo en detalles ajenos al hecho, en el momento en que Burroughs decide probar puntería sobre un vaso puesto sobre la cabeza de Joan. Como se sabe, el viejo Burroughs falla el tiro y todo concluye con la muerte de la atormentada y compleja pareja del escritor.
Por otro lado, Fernández describe la travesía que el autor-personaje-narrador realiza para encontrarse con las obras de ese autor que, a partir de referencias casi fortuitas, le ha volado la cabeza. Es importante la manera en cómo el historietista se concibe como parte de la trama, situación poco frecuente en la tradición narratográfica de nuestro país. Quizá Rius es quien más autorretratos creó (o al menos es el caso más visible), pero su intención era ilustrativa, paródica o autorreferencial, nunca biográfica.
Bef muestra también que domina los códigos del medio y los utiliza de manera efectiva. Desde aprovechar sus trazos gruesos (que inevitablemente recuerdan a Hergé) y abordar un homenaje al ilustrador Peter Arno, hasta modificar las perspectivas de la narración con múltiples mecanismos: el narrador que funge como protagonista, omnisciente y, en atrevimiento poco frecuente, con el uso de la segunda persona en un diálogo imaginario, inexistente y poco probable, entre el autor del cómic y Burroughs.
Hay también una traducción-homenaje de muchos personajes y escenarios que remiten a la realidad cultural y cotidiana del México de los años cincuenta: una pléyade de estrellas de cine que van de Pedro Infante a María Félix, de los muralistas líderes del movimiento pictórico a protagonistas del acontecer político de la época. Todos aparecen en las versiones que los trazos de Bef les ha otorgado.
Aparecen también personajes cercanos a nuestra época y reconocidos dentro del ámbito cultural: Juan Villoro, Pepe Rojo, Alberto Chimal, David Huerta, Jorge García-Robles, Deyanira Torres…
Uncle Bill es, sin duda, una obra interesante que plantea un abordaje original, al menos en el contexto mexicano, para el campo de los creadores de narratográfica. Quizá influido por lo que se dado en llamar autoficción, la propuesta, no obstante, utiliza la autobiografía para relatar de manera central una historia ajena y para sembrar interrogantes en la mente del lector. Y eso es algo de lo más valioso: la posibilidad de animarse a explorar explicaciones más allá de lo propuesto en el relato. Esta novela gráfica consigue generar tal sensación.~
Es frecuente la conexión entre Hergé y Bef (en su mayoría mencionada por él mismo) en lo refrente al estilo de línea clara (https://en.wikipedia.org/wiki/Ligne_claire) pero que no se malentienda, el dibujo de Bef no es “claro” ni tiene el dominio de la estructura del creador de Tintín. La línea de éste ni siquiere es gruesa.
“Por otro lado, Fernández describe la travesía que el autor-personaje-narrador realiza para encontrarse con las obras de ese autor que, a partir de referencias casi fortuitas, le ha volado la cabeza. Es importante la manera en cómo el historietista se concibe como parte de la trama, situación poco frecuente en la tradición narratográfica de nuestro país. Quizá Rius es quien más autorretratos creó (o al menos es el caso más visible), pero su intención era ilustrativa, paródica o autorreferencial, nunca biográfica.”
¿Por qué hacer una comparación forzada de Bef con Rius si en el cómic independiente de EU, del que se nutre Bef, es cosa usual con autores más que reconocidos como Clowes, Spiegelman, Matt o uno de los favoritos de Bef, Seth?
Hola, Ric, la referencia a Rius está acotada por la frase que le antecede: “situación poco frecuente en la tradición narratográfica de nuestro país”; cuando digo esto me refiero a México, no a la tradición mundial (o norteamericana, según los autores que citas) en donde, como bien apuntas, los ejemplos abundan.