Peluca y traje de torero
Elsa, la abuela materna de Andrea, sufrió un infarto a los 67. Su esposo, sus hijos y nietos la cuidaron durante la convalecencia. La mimaban. Elsa se recuperó y cada mes visitaba al médico. En una de las consultas detectaron un aumento de la presión arterial debida al estrés. Sus parientes redoblaron los cuidados. Investigaron. Pasaron los días y el estrés de la abuela era un misterio. Hasta que la observaron cómo se apasionaba y sufría por el fútbol, sobretodo el del Barcelona de Ronaldinho. El médico le prohibió mirar los partidos, su corazón aún no era tan fuerte para resistir emociones como la de un fuera de lugar mal señalado.
Andrea a los siete ganó un concurso escolar. El grito más largo de gol. La educación en Latinoamérica tiene un enorme grado de especialización. Implantó un récord para su edad. Treinta y dos segundos cantando la anotación del “Pin” Plata ante Brasil. El resultado más memorable del fútbol guatemalteco. Un empate ante la verdeamarela. El premio consistía en una gorra y una playera conmemorativas del mundial de Francia 98. Esas prendas terminaron en la basura durante un reacomodo del armario de Andrea. Hace seis años otra niña rompió su récord de resistencia. Treinta y nueve segundos. La educación Latinoamericana sigue sorprendiendo con las habilidades que le brinda a sus alumnos.
Llamo a casa de los niños. Tzira terminó de leer el primer tomo de Scott Pilgrim y El viejo y el mar, se oye contenta. Ire está resfriado pero continúa con el entrenamiento. Ciclismo de ruta y persecución, él está un poco decaído.
Soñé con George Perec cuando era niño. Usaba una peluca afro. Iba a cada una de las peluquerías de Francia y Argelia para que engominaran, lavaran y retocaran su cabellera postiza. Cuando Perec estaba por cumplir los 15 se fotografió con la peluca y un traje de torero. Después subastó ambos objetos. Una mujer iraní los adquirió por dos centavos.
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