Con el público completamente entregado, Alemania se sube al podio y festeja a lo grande
Sanssouci es el bello nombre del Versalles prusiano, palacios de proporciones sensacionales rodeados de jardines interminables conforman un paisaje paradisíaco en las afueras de Berlín, en la ciudad de Potsdam. Hasta aquí no llega nada de la fiesta que se va preparando en la capital para despedir a la Nationalmannschaft.
Alemania se juega el tercer puesto contra Portugal pero cualquier desprevenido pensaría que es la Final. Se escucha rugir al estadio de Stuttgart, corear los nombre de Jürgen Klinsmann, Oliver Kahn que se despide de la selección, Michael Ballack que no juega, de todos, es otra cultura, el público está agradecido a sus jugadores, les perdona la derrota contra Italia.
Con ese apoyo de la tribuna los alemanes empiezan mejor y lo tiene Sebastian Kehl al que se lo saca Paulo Ferreira con la mano, los portugueses responden con Pauleta definiendo muy flojo un mano a mano contra Kahn. Tira Kehl y para Ricardo, tira Podolski y Ricardo, tira Miroslav Klose, que será el goleador del Mundial con apenas 5 goles, y se va por poco.
En el segundo tiempo aparece un jugador esperado por Alemania durante toda la Copa, Bastian Schweinsteiger. Su pobre actuación en el Mundial fue uno de los motivos por los que no han llegado más lejos pero hoy se sacó la espina. Primero se sacó un zapatazo impresionante que le perforó el guante a un desconcertado Ricardo y abrió el marcador y la fiesta. Acto seguido repitió igual violencia en un centro-shot que dio en la pierna de Petit y también fue a parar adentro. Y cuando Portugal hacía sus últimos intentos chocando contra el sólido Oliver Kahn, volvió a quebrar desde la izquierda hacia adentro y se perfiló para sacar el remate con la derecha, Ricardo ya voló más por compromiso que por convicción, otra vez adentro, imparable, Klinsmann lo tuvo que sacar al chico del Bayern Münich porque estaba desatado. El gol del honor para Portugal lo metió Nuno Gomes a centro de Figo.
El 3 a 1 final desató la fiesta que ya se venía desarrollando en el estadio y en las calles de toda Alemania. El festejo se pareció mucho al de un Campeón del Mundo, nada que ver con aquel tercer puesto que apenas celebraron los italianos en el 90. Jürgen Klinsmann era aclamado desde las tribunas como un héroe nacional y los jugadores se abrazaban y saludaban como si hubiesen cumplido el objetivo. Tampoco Portugal sufría demasiado el cuarto puesto que no le permite igualar la gesta del 66 pero que representa una de las grandes actuaciones de su historia, otra vez muy cerquita de escribirla, como un par de años atrás.
Pero estos alemanes que saltan y festejan no se olvidan, como buenos anfitriones que han sido, que la gran Final se juega mañana en Berlín, es el clásico Italia-Francia más importante que jamás se haya jugado, una final entre dos países limítrofes que no se daba desde el Alemania-Holanda del 74, están empatados 2 a 2 en enfrentamientos mundialistas y mañana dirimirán el duelo ante los ojos de todo el Mundo. Los alemanes lo tienen claro, pase lo que pase, festejarán a lo grande.
Potsdam, 06-07-2006
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