EL CASTILLO DE IF: Necesitas leer más Kirk

«Las burlas que el funcionario expresó se dirigían sobre todo a la manera en cómo se expresaban, en español, dichos representantes indios.» En El castillo de If: Necesitas leer más Kirk, de Édgar Adrián Mora /ilustración Portada de un ejemplar recopilatorio de SARGENTO KIRK, de Hugo Pratt.

 

Kirk le respondió como de muy lejos:
―No entiendo tanto odio contra los indios…
―¿Cómo puede decir eso, sargento? ¡Los indios son enemigos de la civilización, se oponen a todo progreso! Gozan con la guerra: ¡no quieren la paz!
―Menos la quieren los blancos, teniente… El gobierno firma tratados de paz con los caciques, y con todo cuidado señala la frontera… ¡Pero no se han secado todavía las firmas de los tratados cuando ya los cazadores blancos violan la frontera y van de cacería por el territorio señalado a los indios! A éstos no les queda otro remedio que pelear o dejarse morir de hambre en el invierno…

G. Oesterheld, Sargento Kirk. Muerte en el desierto

 

ilust_Portada_SargentoKirk_Hugo_PrattEsta semana ocurrió un hecho por demás bochornoso. El Consejero Presidente del Instituto Nacional Electoral de México, Lorenzo Córdova, fue puesto en evidencia con una grabación en la cual se expresaba de manera peyorativa de algunos representantes indígenas durante la impartición de talleres asociados a la coyuntura electoral que el país vive actualmente. Las burlas que el funcionario expresó se dirigían sobre todo a la manera en cómo se expresaban, en español, dichos representantes indios. Una de las referencias que hizo fue a El Llanero Solitario, la épica del Oeste norteamericano en donde un blanco, aliado con su fiel escudero potowatomi, Toro, deshacía entuertos en una región que representaba el territorio virgen para la empresa de los aventureros blancos a quienes no les interesara desalojar a unos cuantos nativos, si eso significaba hacerse de fortuna.

«Te voy a decir cómo hablaba ese cabrón: ‘Quiobo, jefe gran nación chichimeca. Vengo Guanajuato. Yo decir a ti, o diputados para nosotros o yo no permitir tus elecciones’. […] Yo no sé si sea cierto que hable así, cabrón. Pero vio mucho Llanero Solitario, cabrón […]. Nada más le faltó decir: ‘Yo, gran jefe Toro Sentado. Líder chichimeca». Las palabras que pronuncia en la grabación el consejero presidente del INE hacen eco de los estereotipos que a lo largo del tiempo se han construido para no-explicar la resistencia a la asimilación de la vida occidental por parte de los pueblos indios de América. Es la forma que tiene de hablar, según los guionistas blancos, Toro y demás indios de las praderas que están de manera tácita obligados a aprender el idioma del dominador antes que éste piense siquiera en la posibilidad de hacerse de la lengua del Otro. Es la manera en cómo se construyó la épica del Oeste desde el imaginario del lector común y corriente. El lenguaje que Marcial Lafuente Estefanía utilizó para contar 2600 novelas pulp sobre el Salvaje Oeste que se vendían como pan caliente en todos los países de habla hispana a donde llegaban. El lenguaje que El libro vaquero y demás imitadores dentro de la historieta le endilgaban a los indios que aparecían en sus páginas. Es también el lenguaje que las películas western, dobladas o subtituladas al español, utilizaban para caricaturizar y deshumanizar al indio.

El indio de los western (literarios, de historieta, cinematográficos y, más tarde, incluso televisivos) es un ser despiadado, más cerca de la animalidad que de lo que se asume acríticamente como «lo humano», es decir, lo hegemónico, lo occidental, lo blanco. Es el villano, a pesar de que este personaje, en la realidad histórica, no haya sido sino una víctima del despojo de tierras y del desplazamiento masivo de su población a través de la violencia que los «colonizadores» ejercieron durante los años arduos de la «fiebre del oro», primero, y el establecimiento vía el acaparamiento de tierras, después. Pocos matices hay en el tratamiento de este personaje que, a lo más, aparece como ayudante sacrificable del héroe.

Por eso resulta poco usual la existencia de una historia como la del Sargento Kirk. Surgió en la Argentina de la imaginación del prolífico Héctor Germán Oesterheld, probablemente el guionista de historietas más importante de América Latina. Nace el 9 de febrero de 1953 en el ejemplar 225 de Misterix, una revista de la Editorial Abril de Buenos Aires. El dibujante que le da vida por primera vez es un joven Hugo Pratt, quien a la postre se convertiría en toda una leyenda del cómic bajo la sombra de su portentoso Corto Maltés.

Es en esta historia que Oesterheld lleva hasta sus últimas consecuencias la idea de «humanizar» a los personajes que participaban de sus historias y terminar con las convenciones que constreñían a los géneros más populares de la época, el western  y la ciencia ficción en su vertiente de la soap opera. Kirk es un soldado que emprende la Conquista del Oeste decidido a exterminar a los indios, pero que después de ser testigo y partícipe de la matanza de una comunidad de indígenas (Pueblo Negro), decide mirar de manera distinta las relaciones que se dan entre los habitantes de ese desierto que la guerra y sus vencedores suponen como máximo botín. Es decir, es el blanco que se une a los indios y decide buscar la redención reparando el mal que está seguro ha ocasionado. De esta manera, Oesterheld pone en crisis el concepto de civilización como pretexto único e incuestionable para ejercer la dominación violenta. Se pone de relieve, también, algo que será marca de la obra del guionista argentino: el enemigo no es el Otro, el enemigo es la guerra en sí misma. La misma tesis aparece en El eternauta y en varios episodios de Ernie Pike.

Existe la versión de que Kirk no era, en un principio, un sargento del Séptimo de Caballería de los Estados Unidos en la Conquista del Oeste, sino un expedicionario argentino en la denominada campaña del desierto que buscaba, en Argentina, exterminar en nombre de la civilización a los indios pampas. Era una propuesta arriesgada para los tiempos que corrían y, además, poco probable de encontrar empatía en el público lector. Así que Cesare Civita, el editor de Abril, le pide, más allá de experimentar con una historia al revés en donde los indios son víctimas y no villanos, «una aventura con indios, en el desierto norteamericano, a mediados del siglo pasado [el XIX]».

Sargento Kirk representa, dentro del universo de Oesterheld y de la historia de la historieta, el momento en el cual se invierten los papeles y se busca generar la empatía en el Otro al reconocerlo como humano, esto es, como un igual. El momento en el cual se rompe la idea del indio sumiso, conquistado, bestial y caricaturizado que los diversos medios habían construido. A la luz del desatino del flamante consejero de nuestro órgano rector de las elecciones, sólo nos queda decirle: «Lorenzo Córdoba, le hizo falta leer más Kirk».~