EL CASTILLO DE IF: Las razones de la matanza
Un texto de Édgar Adrián Mora
«Ray confirmó el hechizo: ¿Cómo vivir para siempre? Escribiendo libros asombrosos.» Texto de Gabriela Damián
Saltar en un vuelo largo a través de la nostalgia por las lecturas primeras de Ray Bradbury. Un texto de Oscar Luviano
Todos tienen sus 15 minutos de fama. Un cuento de Domingo López /fotografía de José Manuel Romera
“¿Has oído hablar de Pac Man? Piénsalo. Es como si Kafka hubiese escrito una historia de Lovecraft.”
—Zach Weiner, Saturday Morning Breakfast Cereal
El autor hace un análisis sobre la figura deportista como héroe.
«Coincidencia e influencia de #YoSoy132 México en el 15M España»
«Lo confieso: a mí nunca me había interesado la política. Siempre he sido más de libros que de periódicos y soy más de charlar a la hora de la comida que de ver la televisión» Una opinión y confesión acerca de la política
«Dentro de un mes cumplo 30 años, justo un día después de las elecciones presidenciales en mi país. Cuando escribo esto recuerdo cómo han sido las veces anteriores: una vez cada seis años me toca festejar por lo bajo, recorrer mi onomástico por cuenta de la ley seca, resignarme a que nadie me recordará ese día, salvo por mi madre que, supongo, es capaz de recordar más el dolor del parto que el cumpleaños de su (ya no tan) pequeñín.» Una crónica especial de las distintas elecciones, reacciones políticas y cumpleaños de Ruy Feben.
Si algo tiene influencia en México desde hace medio siglo es la televisión. Antes de hablar de libros o cualquier otra publicación de texto, lo audiovisual (casi como la Coca-Cola) es lo que en todo hogar (sin importar el ingreso) no ha de faltar. En este ensayo, Mael Aglaia nos habla de la influencia de la televisión en la cultura –en México como ejemplo-, hasta llegar a formar parte de la identidad de la sociedad.
¿Esto de escribir novelas en un blog o cuentos de 140 caracteres es literatura de verdad? ¿Es válido citar como fuente o (peor) hallar inspiración en las redes sociales? ¿Qué van a hacer ahora las editoriales si los escritores están encargándose de buena parte de la creación, tallereo y difusión de su obra a través del indómito territorio de la triple-doble-u? ¿Qué vamos a hacer ahora que la literatura está rebelándose contra la frontera del papel? ¿Escribir en digital es de pseudo escritores? Godzilla y el insomnio. Reflexiones de Ruy Feben
Recuerdo con nostalgia la televisión de mi niñez. Sí, soy [en España] de la generación que creció con los payasos de la tele y “Barrio Sésamo”, “La bola de cristal”, los sábados por la tarde, “El Kiosko” y “Tocata”, series de culto como “V”, “El coche fantástico” y “El equipo A” y, por supuesto, el “Un, Dos, Tres”. Recuerdo los grandes ciclos de cine, en color y blanco y negro, y los programas de debate que, aunque yo no seguía, si despertaban el interés de mis padres.
A 12 segundos del final, mi sobrina Aurora se levantó de la silla de un salto, y subió las escaleras de dos en dos peldaños, dejando la estela de un grito que no lograba contener. Julia, la mayor, replegada, se tapó la cara con sus piernas zancudas, formando una pizca de mirilla entre ambas, para alojarse un ojo semicerrado. Mi hermana se mordía las uñas mientras hacía que miraba el suelo para reclinarse los nervios de la pantalla…
«Sin duda hay mucho de qué hablar, muchos temas sobre los que debatir, y mientras nos dedicamos sólo a ser observadores había quienes nos escribían para que actuáramos, echaban en falta el diálogo, el contraste y el análisis, y tener un altavoz de sus ideas.»
La vida de una desempleada en plena crisis, es todo, menos desempleada, aunque sí, crítica. El ocio se te agria y se transforma en demora de sala de espera de urgencias. La gran vida, que lo asalariados idealizan, comienza temprano, minuto menos que más, entre sudores fríos, con la angustia de que se ha caducado otro mes más, pasado, mustio, chuchurrido. Ni entrevistas, ni llamadas, ni brotes verdes, ni capullo de alelí. Sola en el espacio gutural…
«Así que tal vez haya más cercanía entre nuestras modernas redes sociales y la vida en las cavernas de lo que creemos. Quizá entonces la comunicación tampoco excedía de unas pocas palabras, porque quizá en aquel tiempo no había más. Pero seguro que eran palabras importantes. Porque lo que importaba entonces es lo mismo que importa ahora: la geografía emocional, la que da forma verdadera al mundo en que vivimos.»
Para este número 11, de Noviembre de 2006 tenemos una nueva etapa ¡Si! Otra más: la del Periodismo Literario.
¿Qué es el periodismo literario? Es aquel texto, generalmente un texto de ficción, un cuento o relato breve, que habla de un tema de actualidad. Esto es, pierde rigor en las referencias pero gana en creatividad. Aporta sentimientos, emociones e historias. Narra el sentir de los personajes, ciudadanos del mundo como cualquiera de nuestros lectores, a través de historias. En palabras del primero en la lista, y esperamos que por mucho tiempo más, Julian de Antonio de Pedro, cuentos que: “…hablan de sociedad, de economía, de política, urbanismo, vivienda, especulación, medio ambiente y de una emigración rural (la que sufrimos aquí en la década de los 50) que también fue dura, muy dura para algunos.”
Así pues, a través de las historias, de personajes y de emociones, queremos y creemos que podemos dar conocer la realidad que vivimos. Al mostrar la forma de pensar, y principalmente, de sentir de temas que nos preocupan, y porque no, dar una salida, imaginativa y totalmente “literaria” a los problemas y situaciones que vivimos.
Aprovechamos de nuevo, para a nuestros lectores, invitarlos que nos escriban y nos dejen sus cometarios, cuales quiera que estos sean, y a quienes tengan la ilusión por escribir, que nos envíen sus textos. Sin más preámbulo, abrimos un nuevo capitulo en la historia de Vozed – Voz Editorial, su revista, la de la imaginación.
Soy un deportista de elite, y he participado en numerosos encuentros internacionales representando a mi país. Mi rostro es bastante conocido por haber aparecido en prensa, en revistas y en televisión. Soy uno de esos que han ganado fama, prestigio y dinero disfrutando con mi deporte favorito, que finalmente se ha convertido en mi modo de vida.
Sin embargo, llevo varios meses arrastrando una de esas malas rachas. Mi forma física no ha disminuido tanto como para que sea evidente, pero no acabo de recuperarme de una lesión que me está martirizando. Es una lesión que me permitiría hacer vida normal —la que hace cualquier ciudadano— salvo que para mí hacer vida normal implica realizar varios esfuerzos diarios. Y no puedo. O al menos no puedo en la medida que lo he venido haciendo hasta ahora.
Siempre he gozado de la estima del público, pero de un tiempo a esta parte las críticas de los aficionados han comenzado a caer sobre mi persona. No es que estén haciendo mella en mi ánimo —o al menos no lo creo—, pero he de confesar que no me gusta.
No entiendo por qué la gente se permite criticarme ácidamente sin conocerme. Podría hacer pública mi lesión, pero a mí me sonaría a justificación. Y no tengo por qué justificarme ante la opinión pública. En mi club lo saben y estamos trabajando en ello. Eso es suficiente. Además, sería darles datos innecesarios a mis rivales, a los que me tengo que seguir enfrentando en el futuro más inmediato.
Porque —es lo que tiene esta profesión— no puedo decir que me duele aquí y quedarme en casa esperando a que se me pase. Debo seguir demostrando quien soy y que no flaqueo. Hay unos compromisos adquiridos.
No llego a entender por qué estoy siendo criticado hasta en lo personal por gentes que ni conozco y que ni me conocen. Eso sí, parece que ellos creen conocerme. (Al fin y al cabo me ven casi a diario por todas partes).
Hace unos días entré en un establecimiento a media tarde a tomar un cafelito. En la tele estaban reponiendo una de mis últimas actuaciones. Un grupo de aficionados, que no repararon en mí, comenzaron a criticarme. Que si lento, que si viejo, que si desmotivado, que si ya tengo mucho dinero… Toda esa gente me tenía al lado y ni me reconocieron. Una barba de una semana y una gorra han servido para que no me reconozcan quienes pareciera que tuvieran trato diario conmigo a juzgar por sus expresiones.
¿Qué le debo yo a este público que parece sentirse decepcionado conmigo? ¿Dónde estaban cuando de infantil entrenaba bajo la lluvia y mi padre venía por la noche a recogerme y me tenía que cambiar en la calle antes de entrar al coche para no ponérselo perdido? ¿Dónde estaban las noches en las que mi madre velaba por mí porque tenía 40º de fiebre como resultado del frío que cogía por no abrigarme convenientemente tras el esfuerzo? ¿Por qué no me ayudaron a convencer a mis padres cuando decidí dejar los estudios para dedicarle más tiempo a mis entrenamientos?
Tampoco me acompañaron en aquella operación quirúrgica en la que se jugaba mi futuro deportivo, siendo todavía un don nadie. Sin embargo, y pese a los reproches por mi dedicación al deporte, mi padre estuvo todo el rato al pie del cañón.
Cuando comencé a despuntar y parecía que se perfilaba ante mí un futuro esperanzador, tampoco vi a ninguno de estos aficionados apoyándonos a mi familia y a mí en la durísima negociación que mantuvimos con aquel club que sí que confió en mí pero que por ello se llevó una buena tajada.
Ninguno de estos “amigos míos” guarda uno de aquellos primeros recortes de prensa de cuando mis primeras participaciones profesionales. Los que sí son mis amigos iban diciendo: “Mira, éste es amigo mío desde pequeñitos”, y enseñaban los pequeños recortes a todo el mundo en su Facultad.
Cuando debuté internacionalmente llegaron entonces los flashes, los neones y los contratos publicitarios. Fue, lo recuerdo perfectamente, una participación soberbia. Pero durante las dudas y los temores previos a mi debut, durante toda aquella larga e interminable semana previa, nadie de estos aficionados me llamó por teléfono para infundirme ánimos y confianza, como hicieron mis familiares y mis amistades.
Alcancé, después de mucho tiempo, de mucho trabajo, de mucho dinero invertido, de mucho esfuerzo, de mucho sacrificio, la popularidad en el deporte.
Un rostro joven, sano, y con un futuro brillante y prometedor. Las gentes comenzaron a identificarse conmigo. Todo eran clamores y vítores por donde pasaba. Todo el mundo me jaleaba y me llamaba de tú, con una confianza como si me conocieran de toda la vida (este detalle aún me llama mucho la atención).
He estado en esa cresta de la ola durante cinco años. Ahora mi rendimiento ha bajado un tanto. No, no estoy acabado. O al menos eso espero. Aún soy joven. Y soy joven para mi deporte. Pero el público me critica sin saber, sin preguntar, sin información, sin motivo. ¿Y qué le debo yo a este público otrora enfervorizado con mis actuaciones? ¿Qué ha hecho por mí este público que hoy me vilipendia? ¿Llenar los estadios para verme? ¿No lo habrán hecho por ellos mismos? Si yo no hubiese sido el ídolo del momento lo habría sido otro. Y ese mismo público hubiera acudido en igual tropel. Luego no lo han hecho por mí.
Así pues, me siento decepcionado con las gentes que dicen conocerme y entenderme. Incluso los periodistas parece que se hacen eco de este sentir y noto cómo he comenzado a ser el blanco de preguntas insidiosas cuando antes todo era admiración y respeto.
Volveré a demostrar que soy el mejor. Pero no por ese público ni por esa afición, sino por mí, por mi familia y por mis amigos. Éstos sí se merecen que siga esforzándome día a día.
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