El Destino de la Humanidad
¿Cuál es el destino de los hombres? ¿Por qué estamos aquí? ¿Para qué? Curiosamente, estas preguntas siguen sin respuesta después de tantos siglos desde que fueron planteadas. Incluso, me atrevería a decir, a medida que nuestros conocimientos y nuestras posibilidades de saber han ido creciendo gracias a la ciencia y a la tecnología, algunas de las respuestas que se habían dado hasta ahora se han demostrado incompletas o erróneas.
No planteo en este artículo encontrar la respuesta a ellas, si no abrir caminos y otras preguntas. Preguntas que ya han sido formuladas antes, pero que quizás alguno de nosotros no conocíamos, o no nos habíamos planteado, aunque las llevábamos dentro en espera de que aflorasen a la luz.
No quiero que este artículo se convierta tampoco en un debate sobre las religiones, pues como ya me he confesado a veces, no creo que ni yo ni nadie de entre todos los humanos pueda decir que sabe a ciencia cierta quién creó el Cosmos, al hombre o por qué. Sería como si creyésemos que una ameba, o un virus, se preguntasen los motivos del ser humano al que han infectado, o quien ha creado la presa donde habitan.
No. Este artículo habla sobre nosotros, sobre lo que sabemos y sobre quienes podemos ser.
Empecemos por el principio, o quizás el final. Sabemos que habitamos en un plantea que orbita alrededor de una estrella común, junto con otros siete planetas (lo siento Plutón, no he sido yo). Sabemos que esa estrella es una más, entre cientos de miles de millones de las que pueblan la galaxia, y por añadidura, una situada en un brazo exterior de la espiral que es nuestro hogar, la Vía Láctea.
Sabemos que nuestra galaxia no es especial, salvo por el hecho de que es la única que conocemos que posea vida, nosotros, entre cientos de miles de millones de oras galaxias, más grandes y más pequeñas, con múltiples formas y composiciones. Ahora, incluso, existe una teoría que plantea que este universo compuesto por trillones de estrellas o es más que uno e una variedad infinita de universos.
También sabemos que compartimos La Tierra con mil millones de especies de seres vivos, especies que van disminuyendo a medida que nosotros las vamos destruyendo. Y cada uno de nosotros no es, ni más ni menos, que una de las once mil millones de personas que han habitado este mundo alguna vez.
Bueno, llevamos medio artículo y hasta ahora sólo sabemos que somos muy pequeños. Pero pequeños, en el Cosmos, no es lo mismo que poco importantes. Cada uno de nosotros posee una vida, toda una vida, ni más ni menos, para cumplir su destino.
Trabajar, dejar un legado, crear una familia, divertirse, leer, saber…o cualquiera de las posibles combinaciones entre ellas. Nuestro destino lo elegimos nosotros. Pero ¿quién decide el destino de la Humanidad? ¿Cuál es?
Sería muy sencillo decir que el destino de los hombres lo eligen cuatro o cinco o diez hombres y mujeres poderosos, o echarle la culpa del cirio que tenemos montado a organizaciones secretas como el Club Bilderberg. Pero la verdad es que el destino de la Humanidad no pertenece a nadie. Ni es decidido por nadie.
A lo sumo, con mucho tiempo, dinero, esfuerzo y medios, un grupo poderoso de personas lograrían moldear una parte de este futuro. Serían capaces incluso de retrasar el progreso humano, de destruir la Humanidad, pero no podrían cambiar nuestros objetivos últimos de seguir vivos. A lo sumo, destruirnos y con ellos nuestro destino.
Porque si miramos la historia, si miramos al futuro, y si miramos al firmamento, comprendemos los lazos que nos unen a todos. Lazos que generalmente no se ven, lazos que casis siempre están ocultos, pero que se extienden como una tela de araña y que ponen frente al destino y al mismo nivel, a presidentes de gobierno y a niños moribundo de África.
Desde luego que, individualmente, cada una de esas historias tiene un drama humano detrás, un drama de hambre y penurias, de enfermedad o de éxitos, de pisar derechos humanos, o de trabajo sin pausa. Pero en el fondo todos caminamos juntos hacia un futuro común. Aunque a algunos les moleste verse incluidos en el mismo barco.
¿Hacia dónde va ese barco? No lo sé. Tal vez se dirija a un futuro en paz y unidos, en el que el Ser Humano se extenderá por otros lugares, o tal vez a uno donde nuestra ciencia idee inteligencias superiores que nos ayudarán a arreglar este mundo, o tal vez un mundo donde seguiremos ignorantes y ciegos ante la inmensidad del Universo, y seguiremos divididos por luchas intestinas, por envidias, odios y rencores. Por la falta de respeto y el egoísmo.
Pero tan vez, si cada uno de nosotros cambiásemos, si cada uno de nosotros fuese un poco más respetuoso con los demás, menos egoísta y más trabajador, en el sentido de que entre todos debemos trabajar por construir una Humanidad libre, y un hogar seguro para ella.
Quizás entre los seis mil millones de personas que habitamos este mundo, lograríamos alcanzar ese destino que nos aguarda, y que con tanta televisión, futbol y espectáculos nos han quitado de nuestra vista. Quizás todos nosotros trabajando al unísono consigamos lo que no han conseguido ni políticos, ni militares, ni empresarios. Alcanzar el destino de la humanidad, y ser nosotros quienes decidamos.