Triste, aliviado y hermoso
Un cuento de Arnaud Delrue / traducción de Laura Valeria Cozzo
Pain au chocolat 02, invierno (dic 2017-marzo 2018)
«Le seul avantage de la littérature, son seul avantage, c’est que,
s’autorisant à ne pas résoudre une question, mais seulement à s’en occuper,
elle nous donne en échange une plus grande épaisseur de présent.
Un présent plus large.»Olivier Cadiot.
DURANTE DOS SIGLOS, el orden del tiempo occidental ha estado dominado por la categoría del futuro. Vueltos hacia ese hipotético futuro glorioso, éramos futuristas. Esta relación con el tiempo se ha ido debilitando, en adelante seríamos presentistas. Esta es la hipótesis que formula el historiador François Hartog en su libro Régimes d’historicité. Para Hartog, un régimen de historicidad es una manera de «engranar el pasado, el presente y el futuro, o de componer una mezcla a partir de las tres categorías», que define nuestra experiencia del tiempo. Es esta misma experiencia la que parece haber cambiado, dando paso a un nuevo régimen de historicidad centrado en el presente. Según Hartog, como bien lo resume el teórico Lionel Ruffel en su ensayo Brouhaha: «Los períodos pre modernos son globalmente pasadistas, en el sentido en que valorizan excesivamente el pasado o el ideal de su reproducción. Es el tema de la edad de oro o del paraíso perdido. Estéticamente, esto se traduce en la búsqueda de la perfección en la imitación. El régimen moderno sería globalmente futurista, asociando social y políticamente el deseo de progreso, y estéticamente la búsqueda de lo novedoso, mientras que el régimen contemporáneo vería desarrollarse una forma de presente perpetuo». Finalmente, siempre según Hartog, «el régimen contemporáneo vería desarrollarse una forma de presente perpetuo».
Podemos preguntarnos si, en la literatura, un indicio de ese cambio de régimen temporal no es detectable a partir del abandono, por parte de una cantidad nada despreciable de escritores contemporáneos, del dúo clásico pretérito/pretérito imperfecto, en provecho del presente. Rehusando ese distanciamiento que consiste en hablar a posteriori, de lejos y desde arriba, esta escritura en presente es sin duda más inclusiva. Leamos entonces las siguientes líneas de Pierre Bergounioux en Agir, écrire: «Si fuese necesario definir de un solo trazo la literatura, desde Homero hasta Faulkner, podríamos decir que se trata del mundo visto por los escritores. Los hechos vividos por guerreros, por marinos rudos, por caballeros alucinados, no fueron nunca contados tal y como se produjeron, en el mismo momento, para los interesados, sino como los imaginaron los literatos, sentados a distancia, más o menos después de mucho tiempo». Para Bergounioux es precisamente atravesando el atlántico, cargando en su equipaje «la poderosa panoplia técnica del viejo continente», y en la velocidad propia de la construcción de eso que solía llamarse el nuevo mundo, que la literatura pudo finalmente deshacerse de ese distanciamiento. Puesto que «aquel que pretendía escribir, es decir, contar la vida de sus semejantes, no podía ignorar que todo lo que aquellos seres hacían, decían, difería de las gestas, de los propósitos que hasta ahora había tomado prestados de los escritores. Si se proponía contar aquello que realmente sucedía, sería necesario mostrarlo tal y como lo hacían o lo veían todas esas personas alrededor de él, ponerse en su lugar, nombrar el mundo verdadero, es decir, para aquellos que lo forjan, como pueden, y no para un espectador distante, ignorante y ocioso ». O, para hablar de la contemporaneidad y decirlo junto a Lionel Ruffel a propósito de aquello que él llama ficciones documentales: «en adelante escuchamos al escritor embarcado, embedded, inmerso en lo real, una realidad de la que no posee ningún discurso previo sino pruebas que organiza y hace visibles».
En la novela de David Toscana, El último lector, el personaje principal, Lucio, nos ofrece otra manera de formular la pregunta acerca del presente, siempre desde un punto de vista literario. Encargado de una improbable biblioteca al norte de México, de la que él es prácticamente el único usuario, Lucio se convierte de improviso en investigador para tratar de resolver el asesinato de una chica desconocida encontrada muerta en un pozo. He aquí lo que escribe Toscana : «Un libro de historia habla de cosas que pasaron, mientras que una novela habla de cosas que pasan, y así, el tiempo de la historia contrasta con el de la novela, que Lucio llama presente permanente, un tiempo inmediato, tangible y auténtico ». Es así que el personaje buscará en los libros la resolución del caso, de una manera bastante irrealista, quizá, pero sobre todo anacrónica, ya que se focaliza en una novela de Pierre Laffitte, La mort de Babette, que data de principios del siglo XX. Ahora bien, el anacronismo es justamente, según Ruffel, uno de los rasgos de lo contemporáneo, siendo éste «un lugar de observación y de acción que perturba la historicidad moderna, su relato lineal y secuencialista». En esta aproximación benjaminiana de la historia, «lo contemporáneo es […] un modo de ser en el tiempo […] transhistórico ». En cuanto al escritor contemporáneo, aquel integrado, embarcado, embedded, también él es, a su manera, un investigador.
Desde esta perspectiva, escribir en el presente es escribir del presente, con él y para él, pero no solamente en tiempo presente. No un presente reducido, cerrado sobre sí mismo, esclavo de los dictámenes de un presentismo ciego, sino más bien de un presente multifacético, cargado de pasado, de pasados, y vuelto hacia futuros posibles. Porque escribir en el presente es participar de la co-temporalidad de los tiempos históricos propios al régimen estético contemporáneo. Y en lo que nos concierne aquí en Pain au chocolat, participar también, y esta vez de una manera forzosamente reducida, de aquello que está sucediendo en materia literaria, y así poder compartirlo con todos ustedes.~
Benoît Toqué, co-editor de Pain au chocolat (vozed), a punto de cerrar su documento.
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Editada por Diego Martínez y Benoît Toqué / Portada por Armel Ranc
Armel Ranc nace en 1985, en Chambéry. Actualmente vive en Lyon y está dibujando, dibujando, dibujando, y aprendiendo a colorear. Su trabajo es visible en instragram : @monsieur.raar
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