Laboratorio Hoguera: Un homenaje al futuro

vozed laboratorio hoguera 04, enero 2016

Un homenaje al futuro

Para muchos, la etapa que hoy transcurrimos bien podría marcar el inicio oficial de esa cosa viscosa que nos gusta llamar futuro (claro: nadie especifica dónde empieza ni dónde termina tal etapa: ¿se trata de un par de años, de un par de días, de un minuto y medio, de los últimos veinte siglos…?). Están las eternamente estrambóticas cuestiones geopolíticas y geoeconómicas, por supuesto, que siempre están listas para predecir un cambio de era vaticinado por la presidencia de Donald Trump o por las burbujas inmobiliarias que una vez cada tanto nos dan a todos un buen baño de tina. Pero últimamente (¿dónde empieza y dónde termina ese “últimamente”?), son los avances tecnológicos los que parecen anticipar ese antojadizo futuro. Diría la generación de mis padres: estamos en el umbral del mundo de Los Supersónicos (caricatura que hoy resulta hasta naive); diría la de mis bisabuelos: estamos en el umbral de ese mundo en el que los barcos vuelan. Aparatos del tamaño de una palma de mano capaces de llevar al hombre a la Luna (sic) son apenas los albores; se prevé que para 2045 tendremos una superinteligencia artificial que acaso supla a la inteligencia colectiva de toda nuestra idealizada humanidad con un solitario algoritmo; se prevé que pronto las máquinas sean capaces no sólo de hacer las cosas por sí mismas ni de hacer, gratis (y mejor que nosotros), lo que nosotros hacemos hoy para ganarnos la vida. Qué hallaremos al traspasar el portón después del cual no somos la única (o, al menos, no la mejor) forma de conciencia está todavía por verse. Pero, como somos especialistas en paranoias (es acaso la más alta forma de nuestra inteligencia racional), ya ensayamos posibilidades: nos volveremos orgánicos remedos de una cosa que alguna vez fue útil; nos daremos cuenta de que, ante una superinteligencia altamente eficiente, no somos siquiera buenos como seres sensibles: ya desde Matrix (seamos justos: desde Platón, inclusive desde el desconocido autor que adoptó el nombre de Hermes Trismegisto para escribir el Corpus Herméticum) sabíamos que una inteligencia artificial (ya fuera de orden maquinal, ya de orden divino, y por tanto doblemente artificial) bien podría suplirnos incluso en el muy humanista arte de la imaginación; surgió de inmediato una paranoia pertinente: ¿y si todo esto que identificamos como vida es apenas una simulación? ¿Si nada de esto pasa? ¿Si somos nada más que un código repitiéndose una y otra vez para saciar una morbosa curiosidad o a un insaciable aparato mecánico?

En su “Murmullo”, Cástulo Aceves recorre esta angustia, desde un sitio que además pondera acerca del inminente resultado de este futuro que ya emprendimos: el remake como una forma de creación, acaso como la única forma de creación auténtica. Sirva este repaso de una obra harto conocida (al menos para el lector mexicano) de un modo que todavía no es lo suficientemente conocido (porque a nadie le gusta sentirse apenas la rebaba de una simulación) para seguir inaugurando el futuro, de cuya naturaleza tenemos solamente una cosa por cierto: si ya ocurre es que todavía no es.

Ruy Feben, editor de Laboratorio Hoguera
San Cristóbal de las Casas, México. Enero, 2017