vozed laboratorio hoguera 03, noviembre 2016
Abisal
En su “Examen de la obra de Herbert Quain”, Borges enunció la novela “recursiva y ramificada” de Quain, llamada April March: un libro que no constaba de capítulos seguidos y ligados según las básicas leyes de la narrativa lineal, sino de tres “niveles” de capítulos: un primero común a las tres opciones siguientes (tres diferentes “segundos capítulos”), que a su vez podían combinarse con tres posibles capítulos finales cada uno, de modo que el libro, más que una sola novela, se trataba de nueve historias distintas; Borges atribuye el valor experimental de ese libro más a la posibilidad de que cada una de esas novelas tenga un carácter distinto, que a la mera posibilidad de no leer una historia de manera lineal, cosa que debe haber sido rarísima en su época, allá en los primeros años cuarenta, que aún no estaban provistos de postmodernidad. Si Borges no inventó el hipertexto (¿es que el hipertexto lo inventó alguien o sólo lo rememoramos todos?), al menos prefiguró una de sus posibilidades: la multiplicidad de significados a partir de un solo display de información capaz de seriarse de modos distintos. Mientras que el collage en las artes plásticas se regodeó en el remake como territorio de exploración, el hipertexto que vio Borges proyectó la larga sombra de la creación simultánea del lector, y miró con curiosidad y algún temor la posibilidad de que cada lectura sea única, irrepetible, no sólo en tanto experiencia estética, sino de manera palpable y práctica, material; idea o temor o sombra que Cortázar, un par de décadas después, encumbró con Rayuela.
El trayecto que Iliana Vargas propone en Abisal tiene ese mismo espíritu (el espíritu de la deriva, si se quiere). Cada capítulo ofrece dos opciones para continuar: la lineal, un post tras otro, y la hipertextual, que sigue una serie de ligas y genera una sensación de extravío que permite, por otra parte, leer cada fragmento más como una ruta de escape que como un pedazo de información infalible. Se despliega una multiplicación de posibilidades de lectura y de resignificaciones, que no sólo tiene que ver con la secuencia de los textos, sino también con el carácter de los propios fragmentos, que a veces rayan en la prosa poética, y que permiten vislumbrar un mundo fantástico, sugerente, donde las palabras no significan lo que parecen significar (de este lado, al menos).
April March, dice Borges, no significa “La marcha de abril”, sino literalmente “Abril Marzo”, como una sugerencia de que esas historias ramificadas pueden leerse al revés, como una profecía: nueve distintos inicios llegan, inevitablemente, al mismo final. Algo similar puede decirse de Abisal, cuyo título sugiere la existencia de animales de anatomía desconcertante, en cuyo mundo hay caminos que no son los nuestros, senderos donde somos nosotros los paseantes extraños.
Ruy Feben, editor de Laboratorio Hoguera