Soy frágil de la pared
Un texto de Arno Calleja / traducción de Diego Martínez
UNA CHICA QUE PASA EN BICICLETA es la cosa más hermosa ella pedalea con las nalgas detrás es la imagen más hermosa es lo más hermoso.
Y un zorro que pasa delante de un árbol se detiene luego se pierde también es la cosa más hermosa.
Y un ciervo que pasa delante de un árbol se detiene y vuelve a perderse es la cosa más hermosa del mundo.
Y también los gestos de un chico en un bar muy de noche muy borracho es la cosa más hermosa que puedas ver en el mundo.
Y también un chico que baila con los ojos cerrados y también una mujer que duerme en un parque es la imagen más hermosa que puedas ver.
Ella duerme de costado el antebrazo torcido y los labios entre abiertos es la escena de parque más hermosa que puedas ver en un parque.
Y la sorpresa de un adolescente que se da cuenta que la nariz le sangra y un hombre viejo que habla solo sobre un banco es lo más hermoso él habla solo pero sin sonidos sin palabras sólo abre los labios en silencio es la escena más hermosa que hayas visto.
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Estamos obligados a encontrar y a observar la belleza es obligatorio.
Es más fuerte que nosotros eso de mirar y en la mirada ver una cosa simple es más fuerte que nosotros: una cosa se desprende del gran desorden mayúsculo y la vemos, ella sale sola y una y la vemos la cosa más hermosa del mundo.
Lo que es más fuerte que nosotros es eso de sumar todas las cosas simples que vemos.
No podemos evitarlo.
Es por la continuidad por el sentimiento de continuidad.
Lo que es más fuerte que nosotros es eso de contar una cosa simple + una cosa una + una cosa + una cosa simple + una cosa una, lo que es más fuerte que nosotros es eso de sumarlas.
Extraer una cosa simple del gran desorden mayúsculo y verla con una mirada que la embellezca y sumarla a otras viejas cosas hermosas extraídas y vistas y miradas y finalmente atesoradas.
No podemos evitarlo.
No podemos sino atesorarlas de a una, aun si las sumamos.
De a una o de a uno.
Nos asomamos a los bares a los parques a las bicicletas que pasan frente a los bosques y sumamos y atesoramos la suma.
Con las nalgas detrás.
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Hoy camino por el boulevard Nacional en Marsella y busco una cosa-una para verla para mirarla ahora mismo.
Una cosa simple extraída del gran desorden mayúsculo del boulevard Nacional una cosa para atesorar toda la vida la cosa más hermosa sumada a todas las demás y para siempre.
Un zorro un ciervo que pase en bicicleta alguna cosa que baile.
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En el boulevard Nacional hay grandes tiendas desordenadas de muebles.
Si alguien entra en la tienda es para comprar un mueble para ponerlo en su casa para ordenar sus cosas una por una y así poder sumarlas al resto.
Si alguien no tiene cosas no entra en la tienda desordenada de muebles sino que se dirige más bien a una tienda de cosas.
Las cosas son unas.
Es necesario comenzar siempre de acuerdo al orden de las cosas es decir comenzar por tener un trabajo antes de ir a comprar cosas para ordenarlas en muebles sin lo cual nada de eso tiene sentido.
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Es complicado contar todos los pelos de un amigo. Pero me tomo mi tiempo y cuento todos los pelos. Uno por uno. Amigo por amigo. Y los sumo. Los pelos de todos mis amigos sumados. Para ver si son hermosos, al final. Para ver si la suma es justa.
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Un caballo en una casa. Es una cosa simple. Es simple de ver. Es simple de recordar.
Lo mismo una frase corta. Uno se acuerda durante mucho tiempo. Toda una vida. Sobre todo si nos ha sido dirigida.
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Mis labios se hinchan cuando hablo con rabia. Mis labios permanecen finos cuando digo cosas agradables. Es una particularidad de mi psicología mía. Los labios son una imagen de simplicidad en medio del caos de cosas sentimentales. Es necesario fotografiar los labios. Colocarlos dentro de un marco. Hinchados y finos. Ahí tenemos dos fotografías.
Describo un trayecto. Del punto A al punto B. Será rápido. Si transmito el trayecto a todo el mundo, todo el mundo me seguirá. Todo el mundo entenderá el trayecto simple. Sólo hace falta transmitirlo bien. De A a B todo el mundo irá de A a B conmigo. Será el trayecto de A a B de todos nosotros. De la mañana a la noche. De la vida a la muerte. Levantarse primero salir de la cama. Salir del vientre. Al principio confinados en un vientre luego salir buenos días se asoma una cabeza. Se asoma un brazo. Se ve la cabeza se ve el brazo le damos un nombre. Nombramos al portador de la cabeza y del brazo. Decimos el nombre lo vestimos lo calentamos. Lo alimentamos. Voy a describir la comida eso forma parte del trayecto. Los cuidados. Las atenciones. Voy a mencionar todos los gestos. Bostezo, lloro, nos agitamos alrededor. Agitamos las imágenes y las palabras. Soy nombrado e imaginado. En una frase y en un marco. En una imagen hermosa. Un gran retrato. Un cuadro hermoso, aun pintarrajeado. En una fotografía.
Una fotografía de A y una fotografía de B y, para todo lo que está en el medio, para todo el trayecto, una tercera fotografía, y ya está.
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Aquí debería hablar en infinitivo. Sólo verbos en infinitivo en mis frases. Pero nadie puede hablar sin conjugar. Es muy loco cómo conjugamos con un pronombre todo el tiempo. No podemos evitarlo. No hemos encontrado nada mejor. Deberíamos poder hablar en infinitivo. Hablar en colores y en infinitivo. Pero los pronombres están por todas partes. Personalmente, estoy harto. Y aun si lograra pasarme al infinitivo, todavía quedaría yo. Mi persona. Y eso ya es demasiado.
Es indispensable dejar de ser para poder hablar. El infinitivo es una puerta y es indispensable abrir esa puerta. Para poder salir mientras hablamos. Es complicado eso de irse, simplemente. Tenemos tantas espinas en la garganta, y todo eso nos retiene.
Espacio vacío. Que el verbo en infinitivo pueda pasar. Es eso lo que nos hace falta.
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En el gran desorden mayúsculo del boulevard Nacional hay una cosa simple. Es simple porque podemos extraerla. Porque tiene un contorno. Es la cosa más hermosa del mundo. Un rostro con los ojos cerrados. Un pelo. Un sueño. Una sangre. Una bicicleta que pasa.
Sumar las cosas simples en infinitivo.
Hay cosas que llegan que se fijan y que luego se van. A veces son incluso seres vivos. Pero ya las hemos visto y hemos hecho belleza con ellas.
Hoy, en el boulevard Nacional, he visto a un chico al que le sangraba la nariz. No nos conocemos. Él está a mi lado y ambos caminamos. Cuando se dio cuenta de que sangraba se volteó hacia a mí y me dijo, soy frágil de la pared.
Diego Martínez nació en Caracas, Venezuela (1982). Licenciado en Literatura Francesa en la Université Paris 8, también participó en la primera promoción de la maestría en Escritura Creativa por la misma Universidad. Escritor, traductor y coeditor de la revista Pain au chocolat (vozed). También administra el blog de cuentos www.eltercermundo.net.
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