Es tristísimo triste que mis sentimientos por ti sean una disertación

Un texto de Francisco Molina Gajardo

 

NO QUIERO QUE en esta redacción leas intenciones distintas de las mías. Que interpretar te tenga cansado. Me gustaría que interpretar te tuviera cansado. Se supone que en una carta de amor se debe ser sincero, lo poco que conozco de sinceridad es una actitud, se trata de evitar buscar relaciones que hagan sentido: despejar del ruido que produces, una porción de ese contenido que creo, es un signo de que me prestas atención. Cansa buscar duraciones en el ruido.

Además, es triste, muy triste, que el ruido sea para todos y cada uno de los demás. Para ti, cada uno de esos unos, me incluyo, cualquier porción del ruido es una expectativa. Le hará sentido al destinatario el contenido que le produzco. Pero como lo publico y no lo cedo, está disponible para cada uno de los demás. Y mira en las mierdas en que terminamos. Porque el sentido es idiota, entonces cualquiera lo toma y mira en las mierdas en que terminamos.

Es triste, más triste todavía, o sea tristísimo, tener conciencia de que mi contenido también es ruido. Que lo que quiero que entiendas es una maraña de indicios, llevan a una motivación obvia: quiero durar en tu presente. Pero esa motivación termina ahí, flotando, dispuesta como un imprevisto.

Casualmente pasaba por aquí y quiero que lo veas.

Y mira en las mierdas en que terminamos.

Además, es casi tan triste que resulte fácil desbaratar intenciones porque matamos tiempo significando. Ha pasado antes, alguien quiere leer cifrados. Me cansan las mierdas en las que termino. Prefiero los sentimientos que tengo por ti y estos son. La redacción es literal. Nosotros no tenemos la secuencia ¡Ah!, el tiempo pasa, ¡Ay! No existe nostalgia en lo que siento por ti porque no tiene duración. Es más real que cualquier cosa, me afecta porque no existe. Te conocí y no ha pasado nada.

En uno de los cuentos que no me publicaron, por malo, existía un narrador que quería convertirse en lavadora para ser funcional al hombre que lo guardó en una caja. Su deseo más verdadero es pasar de lavadora a helicóptero, para escapar de ese departamento. Su conclusión más sentimental es “siempre fuiste amable con mis fallas”, como pidiendo permiso para existir. Se responde a sí mismo, su interlocutor es una sombra, una expectativa, él no está ahí, que siempre existe un techo, dentro de la caja o dentro del departamento.

Cualquier pregunta sobre las personas se trata del funcionamiento de las cosas. Y las personas funcionan como las cosas funcionan en nuestro presente, aparecen como una duración dispuesta a ser gastada. No es novedad, no somos muy nuevos. A pesar de las redes, persiste el uso. Durante una porción de mi tiempo, se usan. Se usan porque existen, dejarán de existir cuando lleguen al ¡Ay! Están averiadas.

Una puesta en relato de nuestro presente es lo que tenemos en común, el denominador que me garantiza acceder a cómo vives tu vida. La medida en que existes en un mundo compartido. Compartir, para los que son como tú o como yo, se trata de hacer ruido para que ese destinatario, el que cada uno espera, espabile y te diga: existes como quieres existir.

Se siente insignificante, es solo una persona.

Y yo te escribo a ti, que eres solo una persona, para decirte que quiero quererte como se quieren las cosas. Porque las cosas no se relacionan desde expectativas; es proximidad. Son nuestras posiciones las que dan cuenta de que existimos y no cómo nuestra autopercepción cree que sucederá un futuro. Que ya no puedo con tanta incertidumbre. Tengo la autopercepción desgastada. Quiero dejar de sentirme como intensión cifrada en el ruido.

Sería bello, bellísimo, que prometiera pura intensidad, como proximidad sin historia. Pero ocupar una posición es exigente. En vez del paso del tiempo, es el desgaste de haber servido, para algo o alguien, que queda registrado, en superficie y por dentro, como resistencia a las mierdas en las que participamos. De nuevo, no somos tan nuevos. Pronto serán las mierdas en las que terminamos, servir a una nueva expectativa de valor.

Prefiero ser la cosa que siente. Ya no el hervidor calentando agua para que alguien se sirva un té, sino un conjunto de partes quietas, oxidadas o pulidas por el paso del agua con sarro. El exterior es cromado, refleja la luz. Por dentro el exterior es opaco, sin revestimiento. Supongo que tienes órganos medio podridos y otros sanos. Supongo que tienes porciones de la piel quemada, que es donde más brillas; sudas y se refleja. Entonces nos trataremos como a la revelación de un mecanismo. La respuesta a cómo funcionan las cosas: un hervidor es un dispositivo que produce energía calórica a partir de la eléctrica.

Si abres la tapa y te asomas, encontrarás al fondo el calefactor. Un corte horizontal para descubrir tres capas que lo componen: el exterior metálico visible, más abajo un cerámico aislante y, al centro, el conductor, que lo recorre por completo. Al haber un voltaje en los extremos de un hilo conductor, se generará un campo eléctrico limitando en el material. Este campo acelera las cargas libres del material, hasta que estas chocan (frenándose) con alguno de los iones fijos en la red cristalina que forman al conductor. En esos choques las cargas ceden su energía cinética a los iones de la red, lo que corresponde a una disipación de calor desde el material al medio que le rodea. El calor generado por el conductor se disipa por conducción al cerámico, y este al metal exterior, en contacto directo con el agua.

Un hervidor no necesita un conductor perfecto, como el oro, sino que desea resistividad eléctrica. No quiere transportar electricidad sin pérdidas. Las necesita. Se trata de lograr el calor necesario. A mayor temperatura hay mayor agitación en los iones de la red. Se hace  mayor el espacio donde se mueven y, entonces, mayor la frecuencia de los choques de las cargas con los iones. Es la resistividad en los conductores metálicos la que aumenta con la temperatura. Los materiales resistivos son un derivado de un proyecto mayor, ya no responde a optimizar la conducción de corrientes, como en el desarrollo de la electromovilidad. Se trata de otra cosa.

No podemos dirigirnos a través de su proyecto, que piensa un mundo acelerando mucho más allá de la vista desde tu pieza o la mía. Un hervidor será un derivado para la electromovilidad cuando tenga las condiciones de funcionamiento aseguradas y se fije en la experiencia de navegación del piloto. Quizás nunca lo tengamos a mano. No cabe en la posición de un calentador de agua soñar con un auto eléctrico, limpio, que además te prepara un café.

Quiero rebelarte fuerzas que hacemos suceder solo en este presente. Cuando dejes la lectura, el hervidor en tu cocina persiste. Quizás nunca dejó el lugar asignado, puede que haya polvo alrededor de su base. Adentro, a mayor temperatura, el conductor transferirá más calor hacia el medio que le rodea. Transmisión térmica producto de la corriente. Entonces los bordes funcionan como un contenedor de su incandescencia.

Si las pérdidas de calor al ambiente son menores, la temperatura seguirá aumentando y el conductor se fundiría.

Pero es también un interruptor, circuito complementario, comandado por la temperatura. Es la misma corriente la que alimenta al termostato, pero funciona permitiendo o cerrando su paso: dos láminas de metal unidas, de momento son quietas y estables. Dado el calor, su comportamiento es diferente. Una es más estable, la otra cambia de forma. Una lámina que se hará dócil, curva. Al alcanzar el medio la temperatura deseada, sucederá la presión, la curva empujará el contacto, separándolo, cortando la corriente. Desde ese tiempo, el calor de todo lo contenido solo puede descender. Las dos láminas recobrarán su apariencia estable. El lugar sigue siendo el mismo, nadie se movió. Si tú quieres podemos lograr un mecanismo que genere calor suficiente.

Es triste hacer de todo esto una disertación, pero el hervidor persiste, no como nuestras intenciones difuminadas en el ruido idiota.

Es tristísimo triste que mis sentimientos por ti sean una disertación 2

El termostato cree.

Dice: corta.

Dice: es justa.

Un mensaje,

el calefactor.

Dijo: corta.

Dijo: es justa.

Transmisión térmica producto de corriente.

Aunque en el caso de un dispositivo simple como un termostato no necesitaríamos hablar de sus creencias pues su operación es tan fácil de comprender a través de una descripción que involucre una tira bimetálica que activa un interruptor eléctrico.

 

Palabras de John McCarthy

Una tira bimetálica

de momento son quietas y estables.

Se hará dócil, curva.

Sucederá la presión

la curva que empuja el contacto.

Dice, dijo.

Vuelve tibio al contenedor de su incandescencia.~