Yo, indignada | #Ayotzinapa
«¿A ti qué te importa?», los escucho decir. Tú no eres como ellos. [… ] Tan ellos son como yo que los lloro. No como sus padres ni sus compañeros, porque no los conocí. Los lloro como compatriotas, como mexicanos, sencillamente.
¿POR QUÉ YO, que tengo todo, me indigno y me solidarizo con Ayotzinapa?
Yo, Elisa Aceves de Ramery, tengo todo. A mis 22 años he vivido lo necesario para poder consolidarme como una persona adulta, y tras unos años conflictivos dentro de mi cabeza, he salido victoriosa y lista para convertirme en una periodista y ciudadana ejemplar.
Yo tengo todo. Soy parte del 2% que vive sin problemas en México. Tengo techo y más comodidades de las que necesito. Mis padres, aunque tuvieron la suerte de nacer en familias con comodidades no pueden permitirse dejar de trabajar, y han trabajado muchísimo. Sin embargo, tengo más que el 98% de las personas que viven en mi país. Estudio en una universidad privada. Estudio una carrera con gusto, con amor; mi familia no ha sido tocada por nada, y es justo por eso que estoy escribiendo. Yo no sufro; ellos sí. 43 estudiantes normalistas han desaparecido a manos del Estado bajo la faramalla de echarle la culpa al narcotráfico. Ellos estudiaban, sus familias han sido tocadas. Todo el país sabemos que los capos del narcotráfico y el gobierno son sinónimos. He leído y escuchado comentarios desgarradores por parte de personas que consideraba mis amigos. «Pinches revoltosos», «seguro se la buscaron». Señores, su falta de empatía y profunda estupidez me provoca tristeza y coraje. Ustedes son los hijos y sobrinos de quienes tienen más influencia en el país. Es por pensamientos como los de ustedes que los desaparecidos previos a los 43 normalistas han quedado impunes. Su incompetencia, provocada por la idea de «que se chinguen todos, yo estoy bien», destruye al país y a su gente.
[pullquote]«¿A ti qué te importa?», los escucho decir. Tú no eres como ellos.[/pullquote]
Yo, que tengo problemas mínimos dentro de mi mente y del microuniverso donde me muevo, me indigno y me solidarizo con los padres y activistas de Ayotzinapa porque, para empezar, se lo merecen. Son personas. Personas que protestan contra un gobierno que les falla, que los ignora, que los mata. Segundo, porque tienen –se supone– los mismos derechos que yo, que todos los estudiantes de este país. Se los negaron, o talvez nunca los han tenido. Porque ellos, tristemente, son los mártires de una generación y un país de desaparecidos. Yo los escucho en las voces y en los carteles; en las caras de los manifestantes los alcanzo a ver. No puedo condonar vivir en un país que al parecer no es un país, sino más bien una gran fosa. Son cifras enormes las que suman los muertos y desaparecidos; antes creíamos que era el narcotráfico, y hoy sabemos que es la autoridad. Son lo mismo, y no tienen interés alguno por ver funcionar como una sociedad al país.
¿Se merecen gobernar? ¿Merecen estar a cargo del bienestar de una nación que tiene potencial para llegar lejos? Me parece que la respuesta es bastante obvia.
Señores, ¿cómo pueden quejarse del tráfico si el país está en llamas? ¿No creen que, si ustedes o sus hijos desaparecieran, alguien no haría lo mismo? Si sus hijos estuvieran desaparecidos, ¿no estarían furiosos?
Yo protesto porque me importa el país y su gente. Porque es de mi interés directo vivir aquí, entre balaceras en Satélite y la Zona Azul, retenes en las carreteras, levantones en un supermercado a menos de un kilómetro de donde vivo, entre ambulancias y policías que ya no saben de qué lado están. Yo, genuinamente, tengo miedo por el futuro de un país donde un gobierno mata a su gente. Yo voy a hacer algo al respecto, aunque sea escribiendo y emitiendo artículos desde mi torre. Yo voy a cuidar a mi país porque lo amo, porque me ha dado desde memorias hasta comida, y porque la gente que vive en esta tierra es hermana mía.
«¿A ti qué te importa?», los escucho decir. Tú no eres como ellos. Pues fíjate que sí soy como ellos, y aunque por el miedo de mis padres hacia la represión policial yo no pueda salir a las calles a exigir justicia, tan ellos son como yo que los lloro. No como sus padres ni sus compañeros, porque no los conocí. Los lloro como compatriotas, como mexicanos, sencillamente. La pregunta sería por qué no los lloras y no te indignas tú. No vengo a ablandarte el corazón, lector, solo quiero decirte que, con tu silencio, le das permiso al narcotráfico-gobierno de seguir matando a tu gente. La única diferencia entre esta y otras matanzas y desapariciones forzadas es que esta salió mal, porque tres de los normalistas, estudiantes, lograron escapar y levantar sus voces. Tu deber es levantarla con ellos. Esta vez no fuiste tú. A la próxima podrían ser tus amigos. Tus padres. Todo a causa de un gobierno que siembra cuerpos. Tú no lo causaste, pero al no alzar la voz, tampoco lo detuviste.~
Bien dicho, Elisa. Yo también pertenezco a la minoría de afortunados que “lo tenemos todo”, pero que a veces (desgraciadamente) no tenemos sensibilidad hacia el otro. Felicidades por tu valentía y por un gran artículo.