Multiculturalismo vía chamánica
DÁNDOLE VUELTAS AL término “multiculturalismo” se pierde una en los giros múltiples del palabro, llegando a veces a desentender lo entendido y a comprender lo inescrutable. No puedo negar que siempre me han dado algo de grimilla estos términos de nuevo acuñe que dejarían a mi abuela (fuente añeja de sentido común) con cara de jabón neutro. Generalmente, apelan a mi bostezo más que a otra cosa, pero como lo que pega ahora es el rollo intelectual, pues voy a intentar encajar en el perfil gafapasta con calzador si hace falta (quejas al editor, “plis”).
Ahora es cuando me llega el momento mente negra, hoja en blanco, tic, tac…
Bien, ya tengo carrete, que nadie se asuste. Me preguntaba, con mi pijama de pitufina y el libro de Borges que nunca leeré sobre la mesilla, porqué nos aferramos tanto a nuestras creencias (si, ya sé que parece no tener nada que ver con el tema, pero con esta incertidumbre despierto la curiosidad del amable y paciente lector). Resulta que nos cuentan que en España se vive como en ningún sitio, que tenemos la mejor dieta del mundo y que la tortilla de patatas de mamá es la mejor, y con nuestra lista de verdades irrefutables, recorremos el mundo buscando inconscientemente pruebas que apoyen nuestras creencias. Y, como no puede ser de otra manera, el que busca, encuentra (y aquí los incrédulos empezaréis con aquello de “pues no es verdad porque a mí se me perdió el boli y por más que busqué…” para lo que no tengo respuesta, así que en esto habréis de creerme porque si no me tiráis por tierra mi argumento que es muy, pero que muy sólido).
Así que si nos vamos a Francia, ya estamos con aquello de “Aquí no hay bares”, si vamos a Inglaterra con lo de “aquí se come fatal”, y en el bar de Pepe, pedimos un pincho de tortilla y “pues mi madre la hace mejor”. Y volvemos a casa tan convencidos.
Pero, la realidad, amigos míos, no es esa. La realidad es que en Francia la jornada es de 35 horas semanales, en Inglaterra se come fatal (para qué lo vamos a negar), pero en España no se sigue la dieta mediterránea y que la tortilla de vuestra madre no es la mejor porque esa ya la hace mi madre.
Y lo que quiero decir tras esta sarta de insensateces es que, no nos atrevemos a conocer a fondo otras culturas, porque, en cierta manera cuestionarían la nuestra y eso sí que no, porque cuestionar nuestra cultura es cuestionarnos a nosotros mismos y eso nos da mucho miedo.
Porque, si creo que el naturismo es la mejor forma de vida, ya que es la mía, comprender que otra forma de vida es tan válida (pero de verdad, no con el discurso de “yo tolero a todo el mundo mientras a mí no me molesten”) me llevaría a deshacerme de una parte de la identidad que me he construido.
Pero, nuestra identidad, nuestro ser, no se basa en nuestras ideas ni discursos, se basa en nuestra conducta. Y nuestra conducta parte de nuestros pensamientos.
Entregar nuestra identidad a una idea creada por otro es, como darle la llave del apartamento a un grupo de okupas para que nos riegue las plantas, parece que nos van a hacer un favor, pero puedes perder la vida como la concebías hasta ahora.
Con esto no pretendo hacer apología del escepticismo (que también es otra idea creada por otro, en este caso Pirrón) sino hacer una invitación a la duda. La duda puede ser nuestra gran liberadora.
Somos fruto de unas tradiciones, normas y cultura heredadas. Aquel que habite en España muy probablemente será católico por tradición, lo que no implica que sea seguidor del cristianismo, ni que acuda a la iglesia; implica que forma parte de una tradición católica que abarca mucho más que ir a misa. Implica nuestro carácter y nuestros conceptos generalizados de bueno y malo. Y la solución, si no me encuentro en consonancia con la Iglesia, no está en irse al rechazo, ya que estaríamos en el otro punto del péndulo y por lo tanto en el mismo sitio. La solución pasa por comprender y elegir.
Y, ese mismo esfuerzo es el que requiere la internalización del multiculturalismo. Comprender otras culturas, entender que no estoy en un plano superior porque como jamón serrano y me gusta ir de bares o porque hablo de esta manera o me visto de aquella. Soy, sencillamente diferente, porque en gran parte, me ha tocado ser así al nacer en tal sitio.
Según los chamanes, la muerte es la mejor consejera porque su presencia nos hace entender lo que es importante y lo que no, y lo que realmente queremos en la vida, y que siempre deberíamos llevar al alcance de la mano izquierda.
Pues, según Eva, y su mano derecha, cada año deberíamos hacerle un regalo, una de nuestras viejas creencias, y que se la lleve donde considere oportuno porque nosotros estamos demasiado ocupados creando pensamientos nuevos, conductas más ligeras e identidades renovadas.
Un saludo estelar.~
Eva, renovar o morir, olvidar nuestras viejas creencias o actualizarlas, que es lo mismo. El cambio debe ser ese, ser capaces de abrirse a cosas nuevas –culturas, ideas, soluciones, comidas- y absorberlas en nuestro beneficio. ¡Darle valor a la diversidad! Si todos son iguales que nosotros el mundo sería muy aburrido.
¡Enhorabuena por el texto! Esperamos seguir viéndote por aquí.