Sexo, con alcohol y rock: artilugios para una fuga

«Confesé querer ser escritor para tener admiradoras, para luego, pasar al sexo». El autor nos cuenta como ha hecho para lograr su propósito, o no.

Con cariño para la pelirroja.

HACE POCO TIEMPO escribí un cuento que habla de los traumas de un escritor y, aunque no es biográfico, hice una confesión que nunca había hecho: confesé querer ser escritor para tener admiradoras, para luego, pasar al sexo. Ahora que en VozEd hablamos de sexo, alcohol y rock pensaba dar rienda suelta a mis historias – mis amigos dicen que son divertidas aunque casi en todas salgo mal parado – pero hay un tema asociado que no me deja en paz. Dicen los que me rodean, que en la vida no solo hay diversión y sexo, sino que hay que madurar. Eso me dicen.

En las sociedades latinas está bastante marcado el modelo social que debe seguir un individuo. Se debe estudiar, luego trabajar, en paralelo ir buscando la pareja y antes de que se nos pase el arroz –que todo el mundo se encarga de recordarte– debes casarte, tener un coche, hipoteca y un hijo. Esta es la regla a cumplir y el camino marcado para la madurez. Esta presión social, que como individuos tal vez no seamos conscientes de ella, existe. Y ahoga. Son bastante comunes los comentarios de «ya te estás quedando» o «que se te está pasando el arroz», y para las mujeres es el día a día. Esta presión, cuando es evidente es porque es excesiva. Una amiga me contó que su hermana conoció al que hoy es el padre de sus dos hijos. Ella con casi cuarenta años quedo embarazada al poco de conocerlo, unos meses, y cuando ya no podía ocultar su embarazo se acerco a la madre y, muerta de miedo, le dijo:

—Madre, estoy embarazada de mi novio.

La madre saltó como un resorte de donde quiera que estuviera sentada, tensó la mandíbula, saco fuego de los ojos y preguntó incrédula:
—¿Qué?

A lo que la hija, afligida, contestó tratando de rebajar la tensión acumulada en el ambiente y en las venas del cuello y la frente de la madre –que si se mantenían unos segundos más reventarían como chinampinas (juegos artificiales)–.
—Sí, sí pero no le digas nada a él. ¡Yo ya a no era virgen!

La presión, haberla hayla, y no se puede estar embaraza sin estar casada,  mucho menos siendo aún virgen.

Ya en el texto «¿Que hubiera sido de mí en México?» (VozEd, 2007) intenté describir como al cambiar mi residencia de Ciudad de México a Madrid fui consciente de esta presión. Lo que más me sorprendió fue sentirme libre cuando pensaba que lo era. A pesar de que mi familia no hacía presión (directa) por boda, coche, hipoteca e hijos, si pertenecía, y pertenece, a una cultura donde las cosas se deben hacer de cierta manera. No es de extrañar, las culturas latinas tenemos en el inconsciente las formas que marcó, y aun sigue marcando, la iglesia católica. Ya Octavio Paz nos lo contó en El laberinto de la soledad: la culpa nos puede, herencia de la férrea cultura religiosa de la conquista. De hecho, es tan fuerte este sentimiento de culpa hacia lo que está fuera de la norma (que ya no es religioso sino social) que, hasta  «perder el tiempo leyendo» nos causa aflicción, muy claro lo deja Ruy Feben en «El libro perfecto» (VozEd, 2012). Yo era feliz con mi repentina libertad, pero con el tiempo, aun en una sociedad mucho más distendida como la de Madrid vi que también había  reglas con el hecho de madurar. Ésta la encontré en mis  salidas, que como cualquiera de mi edad (saliendo de la veintena o estando en la feliz tercera década de vida) son para conocer gente. Recordemos, muchos de nosotros nos divertíamos saliendo a fiestas y discotecas, había alcohol y rock, y exploramos, con más o menos éxito, avances al contrario; a la chica (o chico) en cuestión. El sexo fue ocupando el centro de la diana, y con la ayuda de alcohol –que gusta porque inhibe la conciencia y con ella las reglas sociales de conducta– y de una canción de rock que nos agitara, nos lanzábamos a su búsqueda. Tanto hombres como mujeres buscábamos sexo, no necesariamente la pareja con quien compartir la vida (que para encontrarla hay otras formas mucho más practicas y efectivas). El orden de estos tres dominios –sexo, alcohol y rock– no es homogéneo, más bien tienen una relación causa-efecto: el sexo resulta del alcohol y el rock. Con el ligoteo había magia y había (a veces) sexo. Pero ahora, en los bares, las chicas de mi target objetivo (esas que son más o menos de mí edad) están en la fase de querer tener familia e hijos. Ahora las preguntas no son si estudio o trabajo, sino si quiero hijos o no. Y créanme, pocas hay que no los quieran. Podemos escaparnos de las reglas sociales pero no de las de la naturaleza. Hay que madurar. Dicen.

La base de la nueva (para mí) regla de madurez no es seguir el camino del inconsciente social, la obligación de los compromisos impuestos, sino la naturaleza misma: reproducirse. Se está en este mundo para cumplir un ciclo básico: se nace, se crece, se reproduce y se muere. No hay opciones, es la naturaleza la que manda, y aquí, la madurez está asociada a la descendencia. En una sociedad más liberal respecto a las reglas sociales también hay que madurar, ¡hasta los nórdicos lo piensan así! No son necesarios los hitos (latinos) de boda, auto e hipoteca. Te puedes juntar en pareja (y no tiene que ser del mismo sexo) y no casarte, puedes vivir hasta tu muerte de alquiler (que cuesta pero a base de influencias anglosajonas comienza a ser una opción) sin nada de hipotecas; pero tienes que reproducirte. Eso me dicen. Más distendida sí, pero regla a cumplir al fin y al cabo. Iba yo tan contento pensando que me habría librado de todo cuando resulta que no, de los hijos no. No hay sexo sin hijos.

Sin embargo –pienso–, en las sociedades modernas actuales, el estilo de vida se impone a las necesidades biológicas: carrera profesional, estudios, experiencias, viajes, ocio, alcohol,… la reproducción se retrasa y hasta se vuelve opcional. Por lo que después de roerlo bastante intuyo que hay salida, que puedo saltarme esta otra regla. Si la naturaleza llama a casa, quiero estar fuera, bebiendo en el bar. Lo único que yo tengo claro es que la búsqueda del contrario para el acto sexual se vuelve más complicada, pero en el camino recorrido, con independencia de haber logrado el objetivo (sexo), hay magia. Hay algo que atrapa. Para estar seguro busco en los expertos, en los grandes, y encuentro a Paz, de nuevo Octavio.

Paz en su libro «La llama doble» distingue sexo, erotismo y amor. Bastante pronto nos lo deja claro: «el acto sexual dice siempre lo mismo: reproducción. El erotismo es sexo en acción pero ya sea porque la desvía o la niega suspende la finalidad de la función sexual. […] El acto erótico se desprende del acto sexual: es sexo y otra cosa». Esto es, que el ligoteo, la búsqueda del sexo con alcohol y rock, es erotismo, y esto, es magia. De aquí que sean tan gratificantes las fiestas y discotecas donde hay sexo, alcohol y rock. Así, descubro que hay salida: me busco una chica que no tenga presiones sociales (primera regla) y que le guste el ligoteo, erotismo en acción. Con esto hay una alta probabilidad de eliminar la segunda. Me voy a un bar, me busco a una pelirroja y cortejamos como gente civilizada hasta que la carga de erotismo es tal que damos rienda suelta. Bien, conseguido. Estoy con alguien que no me exige madurar, léase: ni casarme ni hijos. También ella quiere estar en el bar cuando la llamada de cocer el arroz.

Se puede, en cierta medida, escapar de las imposiciones sociales de la  hipoteca, el auto y las posesiones y hasta de los hijos. Se puede seguir en la diversión y teniendo sexo con una pareja. Pero ya disfrutando de mi triunfo hay algo que me sigue molestando, ¿si una vez escapé de madurar huyendo de la presión social quien no me dice que vaya a pasar lo mismo ahora que he escapado de la llamada de la naturaleza (y la reproducción)? Tengo que confesar que dejé a la mitad el libro de Paz, e intuyo que así como fue capaz de liberarme de lo hijos haciendo conciencia del erotismo, igual dejara caer lo de madurar, y no en vano vuelve una y otra vez el subtítulo del libro a mi cabeza: sexo, erotismo y amor… ¡Ay de mi, estoy jodido!, parece que lo siguiente en el tema de madurar es amar.~