Manifiesto del Aplazamiento Oportuno
Mi nombre es Denisse Espejel y soy una Aplazadora Oportuna…
LA BARRA INTERMITENTE del procesador de texto es mi electrocardiograma de todos los días. Tenga o no fecha de entrega, mi relación con Word ha sido más duradera que con mis propios padres: siempre hay algo que escribir, algo que revisar, una corrección pendiente o una traducción por entregar. Ya sea que trabaje desde casa u oficina, la experiencia me ha llevado a guardar la agenda en una suerte de nube que se actualiza todo el tiempo y que nunca termina. Incluso así (en teoría organizada) hay un pendiente que me carcome los cronogramas y me atrasa cualquier cita, me estimula la creatividad y parece silenciarla cuando llega el momento de verter ideas en el tipi-tap de la escritura: la procrastinación. Antes, en Twitter, hablaba tanto sobre procrastinar que me dio una pena inmensa cuando un amigo me dijo que por qué utilizaba tanto la palabra. En ese entonces me censuré, me costó trabajo aceptar que consumía el doble de energía y tiempo entre la planeación de hacer algo para luego ponerlo en práctica. Posteriormente, me di cuenta de que así son las cosas y ahora me presento ante el mundo con la bandera orgullosa del Aplazamiento Oportuno en este manifiesto: es un estilo de vida, no un error.
El tiempo y el espacio lo son todo
La coherencia arroja pedirle a Zeus que nos conceda días de 36 horas. A menos de que haya un cambio en las revoluciones del Sistema Solar, se tiene que entender que cosas como el café de la mañana toman tiempo, son rituales. Aunque impliquen tomar tres tazas calientitas con fruta y/o lecturas insertadas. Cuando el trabajo de uno o una implica sentarse en una computadora a elaborar un proceso, resulta vital que el área de trabajo se encuentre en óptimas condiciones. Y no lo digo yo, lo dice cualquier manual de procedimientos de oficina o laboratorio, es sentido común. Un espacio coherente de trabajo implica tener a la mano cualquier referencia bibliográfica que pueda resultar útil. Lo anterior cubre desde un diccionario de lengua hasta el teléfono de un restaurante a domicilio. Para que un experto pueda trabajar, es fundamental entender que si no se tiene todo a la mano, no sirve. Ahora bien, para trabajar, también es importante que exista un poco de orden en este mundo de opciones literalmente a la mano. Por eso hay que tomarse el tiempo de acomodar las plumas por colores, tipo y tamaño, los cuadernos y las notas deben de ir en el lugar de tu preferencia y los libros, notitas, teléfonos celulares y cualquier otro elemento también.
Sin Feng Shui no hay progreso.
Burgueses y proletarios
La gente que trabaja en oficina se percibe superior a los independientes, y viceversa. Los que vertieron la seguridad de sus éxitos en las conversaciones en BlackBerry, en juntas y en pláticas junto a la cafetera comunal se postran frente a los ropajes suaves de los independientes, meneando la cabeza en negativa cuando hablan de sus Converse sucios en las reuniones obligatorias en T.G.I. Friday’s, etiquetándolos como proletarios sin compromisos. Los independientes, por su lado, se molestan con los sistemas y evitan los tacones, comen a deshoras y se burlan de las incapacidades del Seguro Social ante los dolores de muela, se drogan en martes y trabajan en pijama, quejándose de los oficinistas y sus sistemas de esclavitud. La realidad es que todos somos uno, hermanos, y el Aplazamiento Oportuno existe en ambas facciones: los tiempos de entrega en viernes para los independientes los revisan los trajeados hasta el lunes, la digitalización de los procedimientos ha economizado únicamente el reencuentro entre estos mundos pues el protocolo de pago seguirá siendo el mismo. Entre los anteriores, la lista de ejemplos se vuelve interminable y la conclusión es que un mundo depende del otro.
Más allá de burguesía y proletariado debe hablarse de proveedores de servicios de oficina o proveedores independientes que, sea uno u otro, funcionan con las distracciones propias de cada ecosistema: toma el mismo tiempo ir a sacar tres juegos de copias que ver un capitulito de Los Simpson entre obligaciones.
No importa dónde y con quién estés, todos tenemos nuestros rituales favoritos para perder el tiempo.
Literatura del Aplazamiento Oportuno
A mayor formación, mejores argumentos, y la formación es multidisciplinaria. Aquellos que leen el diario y se convierten en intelectuales tienden a olvidar que el mundo de los intocables también existe. La agenda política va de la mano con la social y la lectura es imprescindible. La clave de la vida se encuentra en leer todo a nuestro paso y eso implica darle voz a cualquier texto en nuestra mente. El paso obvio a seguir es seleccionar los contenidos a reciclar y dejar con Pandora los horóscopos. La artillería pesada, además de formarse con literatura, se forma con contexto. El mayor pecado de la intelectualidad es su categoría de selectiva. Todos los días leo en las redes cómo la gente ha dejado de leer para replicar. Cada quién tendrá su propio déficit de atención en cuanto a la información que decide procesar. No debe dejarse de lado el tiempo de lectura, sin importar el número de caracteres que tenga: mientras más letras, menos verborrea.
La actitud de los aplazadores ante la oposición
La ignorancia es sabiduría, por lo tanto, el cerebro de los ignorantes se encuentra preparado para generar opiniones. La opinología censura la procrastinación como pérdida de tiempo y falta de concentración, no obstante, el procedimiento debe carecer de restricciones mientras se cumplan los compromisos. Por lo tanto, podemos comenzar por no etiquetar de errores cosas como levantarse constantemente de la silla, cuando es una ejercitación de los muslos. Tampoco lo es buscar el teléfono por todas las instalaciones, es una optimización de las vías de comunicación. El procrastinador es oportuno y creativo y la previsión se traduce en un accionamiento correcto de los procedimientos y, por ende, imprime un control de calidad al trabajo de cada uno. Es de neandertales esperar una generación espontánea de los beneficios de un trabajo; la procrastinación de las cosas es la gestación de un logro personal, superior y formado.
Por ende, hermanos, más allá de latiguearnos por supuestamente perder el tiempo, volvamos constructivas nuestras pausas del día, pensemos en ellas y reguémoslas como la planta del estilo de vida. No es una pérdida de tiempo, es un Aplazamiento Oportuno y está disponible para todos, anda párate del escritorio, no pasa nada.
Mi nombre es Denisse Espejel y soy una Aplazadora Oportuna, ¿y tú?~
Muy buena tu puesta en perspectiva de la manera en cómo el trabajo de oficina deshumaniza, incluso, a aquellos que se le reisten. Saludos.
En un círculo ideal, aplazo oportuno engendra lluvia de ideas del que afloran ideas que engendran trabajo del que aflora aplazo oportuno y lluvia de ideas e ideas que engendran pie que pisa afuera del plato del que afloran círculos. Te banco, Aplazator.