Lo fugitivo permanece y dura

El autor nos cuenta que fue lo que pasó en el caso Alatriste, a raíz del prestigioso premio literario que recibió, y las consecuencias de una práctica poco o nada de literaria de copiar párrafos enteros sin citar a los autores.


 

«Lo que sí ya resulta más extraño es que los eruditos de hoy sigan hablando de este verso maravilloso sin hacer caso para nada de la observación un tanto despectiva de [Samuel] Johnson, ni explicarnos qué cosa sea Janus Vitalis, que Quevedo debió de conocer, pero que hoy todo el mundo ha olvidado.»
—Augusto Monterroso, La palabra mágica, 1984.

 

Uno de los reconocimientos literarios más importantes en México es el Premio Xavier Villaurrutia, «de escritores para escritores»; este año, en enero, se anunció que el escritor Sealtiel Alatriste (al momento coordinador de Difusión Cultural de la UNAM) recibiría tal reconocimiento por sus obras Ensayo sobre la ilusión (Alfaguara 2011) y Geografía de la ilusión (Taurus 2011). Tras el anuncio, Gabriel Zaid (escritor reconocido en 1972 con dicho premio) publicó en la página web de la revista Letras Libres su opinión al respecto: «Desgracias literarias» (25/01/2012). La queja fue básicamente por el desatino, i.e., premiar la mediocridad y responder a intereses institucionales más que a los literarios. A la par, Guillermo Sheridan (escritor reconocido en 1989 con dicho premio) publicó y recordó —también en Letras Libres— el porqué había motivo para dudar de la valía del escritor Alatriste: «Un premio mal habido» (25/01/2012). Sheridan señaló párrafos de textos copiados que el aludido, en artículos con su firma, no citó apropiadamente. También, y años antes —en «Ateniéndonos a los textos» (29/01/2008)—, el mismo Sheridan, con la ayuda de un lector, había señalado (otras) copias que Alatriste hiciera de líneas de otros textos y el cómo, sencillamente, las incluyó en sus artículos sin alguna referencia. Dicho de otro modo, la explicación para la molestia de los escritores Zaid y Sheridan fue esa peculiar manera de escribir del señor Alatriste.

Cientos de comentarios siguieron, sobre todo, a los escrito por Sheridan; días después él publicaría otro artículo al respecto: «Plagiar no es Puma» (01/02/2012). El título obedeció a la reacción que obtuvo lo señalado por Zaid, premiar a un «alto funcionario [de la UNAM]», y Sheridan, «pena que un escritor engañe». El engaño no se refería por supuesto a las verdades de las mentiras de la literatura de Alatriste, sino a las burdas copias… a sus plagios. Las respuestas, pues, tuvieron como protagonista a la UNAM y, en menor medida —al menos en esos primeros comentarios—, a las copias à la Alatriste. Así, las observaciones de Sheridan (y Zaid) fueron tomadas a mal por, primero, haber metido a la UNAM en su queja contra el premio y el premiado, y, segundo, por hacerlo a través del señalamiento de plagios realizados por Alatriste.

Todo ello mereció la atención de contados medios mexicanos y de reconocidos intelectuales como el profesor Jesús Silva-Herzog Márquez, quien es su blog habló del «fraude cometido por un servidor público y de la indiferencia de la opinión pública ante el plagio» (en «Celebración del plagio», 06/02/2012). Días antes, el escritor Alatriste, quien no había respondido a tales señalamientos de las copias encontradas en su trabajo como escritor, lee en una presentación de sus recién premiadas obras el texto «Sobre la naturaleza de lo original». Ahí, Alatriste explicó que algunas de las líneas que hubiera escrito y que resultaran idénticas a las de otro texto que no sea de su autoría, ello sería más bien «una especie de cita literaria elevada al cuadrado». Sheridan vuelve al tema (en «Que me equivoqué: que no son plagios», 08/02/2012) y subraya, además de esa curiosa explicación, un párrafo de uno de los artículos de Alatriste junto con el de un escritor español y demuestra, con líneas en realidad idénticas, de qué va la «cita literaria elevada al cuadrado»: de copiar y pegar. Dos días después, Sheridan cierra su participación en tal polémica con un artículo («El plagiario, el mezquino, la leche», 10/02/2012) en donde i)enlista ocho trabajos de Alatriste en los que hay copiado y pegado de textos sin citar, ii)recuerda y confronta la explicación de Alatriste a esos señalamientos, y iii)responde a una indirecta de Alatriste (i.e., ser acaso «un crítico mezquino»).

El 14 de febrero Alatriste comunica su renuncia como coordinador de Difusión Cultural de la UNAM y, por su parte, Gabriel Zaid vuelve a la escena con su artículo «Justicia literaria» (14/02/2012), donde amén del recordatorio de los plagios, hace patente su preocupación por el lugar que Alatriste, y su trabajo, puede llegar a tener en el mundo literario y en la cultura de instituciones como la UNAM (e.g., menciona y desglosa el presupuesto para «la difusión cultural y extensión universitaria»). A partir de la renuncia más voces se hacen oír para discutir el asunto. Incluso la renuncia al premio en sí, dada a conocer por el mismo Alatriste el 15 de febrero, pasa a segundo plano… no así su explicación de los señalados párrafos: «es una copia no debida porque para ser debida tendría que ir en entrecomillado o dar la fuente»; y su defensa: «en el conjunto de mi obra yo no engaño, y en el conjunto de esos artículos yo no engaño porque la elaboración de lo sustancial de mis artículos no es lo que dicen esos párrafos» (en entrevista con la periodista Carmen Aristegui).

Hasta aquí el recuento. Decía de las voces y éstas merecen mención aparte. Las primeras, lo dicho, fueron las que comentaron el papel de Alatriste en la UNAM, el cómo sí había que revisar los méritos de un funcionario que, como insistía gente como Sheridan, hacía uso de unas prácticas que, principalmente en el ámbito universitario, están por demás sancionadas. De los plagios, poco a poco fueron saliendo opiniones al respecto de su papel en la literatura. Poco a poco pero no al momento, que es cuando bien pudo valer la pena el debate, y así aclarar, por ejemplo, hasta qué punto un escritor como Alatriste, que suele recurrir (aun cuando él mismo acote que no en lo sustancial) al copiado y pegado, merece un premio de escritores para escritores. Es decir, no fue sino hasta después de la renuncia de Alatriste que se volvió al meollo del asunto en sí: los plagios.

La opinión pública se dividió primero no por el plagio en sí, sino por, al parecer, el lugar de origen de los señalamientos. Aquellos que tomaban parte del debate (ya sean en los comentarios del blog de Sheridan, en Twitter o en algunas columnas de diarios mexicanos), creían ver en todo esto un mero asunto de grupos contra grupos. Como fuere, poco a poco se comenzó a hablar sobre el plagio en el oficio de escribir. Y es que, como el propio Alatriste aclaró, todo parecía ser un asunto de «copias no debidas», i.e., no citadas, y por tanto no ha lugar cualquier acusación de plagio. Baste decir que, de acusaciones, el escritor se respaldó con argumentos legales para evitar cualquier señalamiento de «plagiario». Cuestiones legales y Alatristes aparte, escritores como Heriberto Yépez, Luigi Amara o Cristina Rivera Garza ven en el plagio —y sus, argumentan, múltiples formas— una parte más de la labor literaria, mientras que otros, como Aurelio Asiain o los mencionados Sheridan y Zaid, e incluso Silva-Herzog, defienden la originalidad de un texto —sea con citas, paráfrasis, alusiones, glosas, etcétera— y la creatividad de su autor frente al plagio, ese copiado y pegado de líneas y párrafos que, sin aclaración alguna (directa o indirecta), se dan como propias, i.e., como producto de la pluma de uno mismo y no de otros.

Que dos escritores hayan señalado y dado cuenta de lo inapropiado del premio a Alatriste resultó, ya se ve, polémico. Si bien ninguno de ellos discutió la calidad literaria de las dos obras premiadas del escritor, sí señalaron la frecuencia de una práctica que, en la manera de Alatriste, tiene poco o nada de literaria. Los párrafos están ahí subrayados y, dado su lugar en el momento del reconocimiento, también se cuestionó el puesto público que el escritor ejercía. En ese sentido, por ejemplo, no fue cosa menor que un ministro alemán, Karl-Theodor zu Guttenberg, tuviera que renunciar (en marzo 2011) a sus cargos públicos tras el descubrimiento de plagios en su tesis doctoral: aun cuando el asunto era académico (y denunciado desde la academia), la opinión pública y el ministro mismo reconocieron la gravedad del asunto a la luz de las funciones públicas del plagiario. Con Alatriste pasaron unos días y si bien el primer comentario, las citas al cuadrado, resultó una justificación «rara», lo que siguió fue, para suerte de Alatriste, una discusión asida de definiciones y ejemplos varios donde se pretendió demostrar la validez de las copias y de los plagios en general (mas no de los de Alatriste en sí).

Es claro que aquellos que ven en el plagio (y lo que para ellos signifique) una manera más de hacer literatura (así como el DJ, escribiría Rivera Garza, hace sus mezclas y, finalmente, música), lo seguirán pensando… Aunque me gustaría saber sus reacciones si mañana alguien tomara sus textos y, como un DJ, los entremezclara con otras líneas (sin cambiar comas y, por supuesto, sin mencionarlos a ellos), los firmara y, sea pues, resultara premiado por toda esa su labor «literaria», ¿qué harían como escritores en sí? Alatriste se defendió arguyendo que su obra era mucho más que esos párrafos, que en ella no engañaba, que tales citas sin comillas no eran la sustancia principal de lo escrito en cada uno de los artículos; sin embargo, en uno se demostró que entre copia y copia de otras fuentes sin citar, estas llegaban a ocupar, textualmente, más del 50% del artículo. Así, después de la primer defensa (i.e., que no son plagios) y del posterior reconocimiento del error por falta de comillas, la queja de Sheridan y Zaid para con Alatriste como escritor no parecía tan errada: Alatriste renunció al premio y, a saber por qué (toda vez que ningún autor plagiado presentó cargo o denuncia alguna), dejó todo en manos de su abogado.

Los que hablaron más y mejor, hay que decirlo, fueron aquellos que sobre el plagio vertieron sus respectivos argumentos. Aquellos a favor han mostrado un arsenal de ejemplos donde un autor (e.g., Borges o Montaigne) escribe lo de otro sin su respectiva mención, dando así por demostrado lo natural de la copia y del plagio; ante ello, los otros han objetado con una distinción clara de plagio y otras formas de apropiación esas sí, demuestran, creadoras y, lo más, originales. Ambas partes seguramente seguirán teniendo, para bien y para mal, material de sobra: de plagios siempre hay algo escrito: permanece y dura. Pero de Alatriste y sus copias ya poco o nada se dice, al parecer su obra, incluso la premiada, hoy todo el mundo ha olvidado.~

 

Fe de erratas. Este texto ha sido modificado después de su publicación (2012/10/11): En el segundo párrafo el autor agradece la acotación del propio Sheridan, quien nunca se refirió a Alatriste como «funcionario de la UNAM».