La inmortalidad

Cada vez son más los autores considerados “serios” que hablan sin tapujos de temas como la exploración espacial, o la inmortalidad física. Con los recientes avances científicos, en materia de genética, nanotecnología y computación, y con las promesas que ofrecen la combinación de todas estas, y más ciencias, alcanzar metas que hasta ahora parecían ciencia ficción no solo es posible, sino que se encuentran relativamente cerca.

Es evidente que para hablar de inmortalidad hay que andarse con mucho cuidado con el concepto en sí mismo, pero entenderemos por ésta un prolongamiento artificial de la vida por medios médicos que desarrolle la esperanza de vida de forma, si no ilimitada, sí muy extensa en el tiempo.

En pocas décadas, dicen algunos científicos, podremos vivir 120 ó 150 años en buenas condiciones físicas y metales, y quien sabe lo que los avances en biotecnología y nanomedicina lograrán para mediados de siglo. En este artículo quería comentar las posibles implicaciones que en nuestras vidas tendría un descubrimiento así.

¿Se imaginan ustedes poder vivir quinientos o más años? Ni siquiera haría falta llegar al extremo de vivir para siempre para que el shock en la sociedad llegase a todas partes y a todos los ámbitos de nuestra vida. Conceptos como el trabajo, la jubilación, el tiempo libre, la familia adquirían de repente un significado radicalmente distinto.

Puestos en un marco temporal de 500 años, ¿es posible concebir una relación personal o laboral duradera? El trabajo sería uno de los primeros pilares en verse afectado. Ante la perspectiva de una quiebra en el sistema de seguridad social, los períodos de jubilación deberían retrasarse décadas, años, siglos incluso. El impacto en muchas personas, que conciben el trabajo como una obligación a sobrellevar hasta ese retiro dorado sería inmenso.

¿Quién puede plantearse la vida laboral en un trabajo en el que no se está a gusto, o incluso en el que se sufre, si este durara cien o doscientos años más? Es evidente que el concepto del empleo debería cambiar acorde con la sociedad, y mucha gente se plantearía si lo que está haciendo es lo que quiere hacer el resto de su larga vida, y más aún. Si hay alguna labor que tras tanto tiempo no pueda resultar monótona.

También la familia sería uno de los pilares más afectados. Hablar de matrimonios de 400 años, sin pensar en formas de sobrellevar la convivencia, que requerían largas vacaciones maritales es impensable para la mayoría de las parejas.

En una sociedad donde el índice de divorcios aumenta cada día, y donde la independencia personal es más valorada año tras año, el matrimonio quedaría relegado a una minoría, quizás afortunada, mientras que en el resto de la sociedad se impondría un sistema de relaciones más libre y donde ambos estuviesen en igualdad de condiciones en todos los ámbitos.

También la religión se vería afectada. Ante períodos de vida cada vez más largos, prácticamente ilimitados, ¿qué relación tendría el hombre con su dios? ¿Entraría en una crisis de fe o la reforzaría al comprender el papel tan importante que la Humanidad, y cada uno de nosotros, tiene que jugar en el desarrollo del mundo?

Por último, la educación, una institución básica, adquiriría un nuevo significado al ser una salida para renovar la formación, de cara cambios periódicos en nuestra actividad laboral.

En resumen, el impacto social de un cambio tan radical en nuestras vidas sería inmenso. Tan grande, que derruiría nuestra concepción del mundo y de nuestra posición en él. Además de impulsar un cambio necesario en nuestras instituciones, lo que a su vez conllevaría necesariamente un cambio en nuestra forma de generar riqueza y distribuirla.~