Un estudio científico confirma que la ciencia es puro cuento
«La palabra “ciencia” le puede dar credibilidad a casi todo, a veces conceptos muy absurdos». Un texto de Gerardo Sifuentes.
ANTES, LOS CUENTOS de hadas empezaban con la frase «había una vez…» Hoy se utiliza «un estudio científico afirma que…» Y es que con esto se justifica casi cualquier tendencia o tecnología, aun cuando la susodicha investigación o aparato de infomercial no haya sido realizada o fabricado por expertos. De manera misteriosa, cuando los resultados publicados en grandes titulares confirman las bases de alguna creencia de moda, como el veganismo, el ciclismo o la tenencia de mascotas, entre tantas, por lo regular la afirmación publicada se basa en encuestas realizadas por oscuras páginas web entre cincuenta usuarios, en el mejor de los casos. Y dicho proceso tuvo que ser «científico», sea encuesta o una idea que se le atravesó al editor de Pijama Surf. Cuando no, se interpreta a modo alguna investigación seria, aplicando el sesgo cognitivo –claro, si las plantas se mueven para adaptarse a las condiciones de su entorno (tropismos), ¡significa que tienen emociones! ¡son felices con la luz! (las plantas no tienen sistema nervioso).
[pullquote]Nadie se pregunta cómo funcionan las cosas, basta con oprimir botones.[/pullquote]
Así, «un estudio científico…», convertido en una abstracción que habita en nuestras cabezas, un mantra que evoca la grandeza del conocimiento humano, dice que «la miel es el mejor antibiótico natural», o nos puede decir cuáles son «las 20 canciones más pegadizas de la historia», o que «el día tiene 16 horas». A ver, díganme que todo esto que se afirma en la Internet no es cierto, díganle que no a la ciencia. Así, se pensará que los mejores cuenta-cuentos vienen de instituciones de prestigio, como la UNAM o el Tecnológico de Massachusetts. Pero antes de que arrojen piedras, pensemos que estos cuentos no los dicen los científicos, sino la gente que se sirve de ellos para generar likes. Por supuesto no quiero negar tanto experimento candidato al Ig Nobel que abunda por ahí, pero cuestionar la ciencia no es un sacrilegio –perdonarán el eufemismo–. «Ni veneración a la ciencia, ni debate oscurantista a ella», esta es un medio para obtener conocimiento, y es propensa a errores, se contradice y se rectifica, algo que la distingue de la religión.
Y es que la palabra «ciencia» le puede dar credibilidad a casi todo, a veces conceptos muy absurdos, sin entender que un resultado científico es falible, y el camino que se emprende desde el laboratorio hasta el noticiario está lleno de obstáculos y matices –generalizaciones, tamaño de la muestra, aleatoriedad, etc–. Échenle un ojo a «20 consejos para interpretar afirmaciones científicas» de la revista Nature para darse una idea.
Hemos llegado a ese punto que mencionaba Arthur C. Clarke, en el que una tecnología demasiado eficiente puede pasar por artilugio mágico. Nadie se pregunta cómo funcionan las cosas, basta con oprimir botones para tener corriente eléctrica o comunicarse con la gente, un momento «Supersónicos» donde lo instantáneo es el atajo para llegar hasta lo que deseamos. La escritura a mano, quizá discutiblemente la base de la tecnología moderna, es vista hoy como innecesario por personas que presumen de modernas. ¿Cuándo fue la última vez que viste tu propia letra?
Pues bien, antes de darle retweet o like a esa noticia científica tan maravillosa que confirma tus creencias o estilo de vida, lee con atención y quizá confirmes que esta se basa en los dichos de «Un experto», ese científico tan famoso que siempre encuentra tendencias que le acomodan a la gente, quien suele trabajar de la mano con «Un grupo de analistas».~
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