Las manifestaciones sociales y las respuestas represivas de los gobiernos
Sobre las manifestaciones en septiembre y octubre de 2012
Hemos visto a lo largo de estos últimos meses cómo la gente en diversas partes del mundo ha salido a las calles de manera masiva para protestar en contra de los gobiernos de sus respectivos países. En Madrid, España, los pasados 25 y 29 de septiembre decenas de miles de personas tomaron las calles y plazas en una acción llamada #rodeaelcongreso [1]. En Lisboa, Portugal, también el 29 de septiembre hubo una gran manifestación contra la Troika [2], y en Grecia se realizó el 18 de octubre la cuarta huelga general en lo que va del presente año [3]. En Indonesia también se realizó el pasado 3 de octubre una huelga general en la que participaron millones de trabajadores[4]. Así mismo, también se han registrado otras enormes manifestaciones, pero más de carácter estudiantil y con amplio apoyo popular en Chile, Canadá y México.
En todos estos casos salen miles de personas a protestar. Sin embargo son diferentes los grados de participación ciudadana en las calles, así como la composición social de las mismas. Hay unas manifestaciones más masivas que otras. Y a su vez, la respuesta represiva de los gobiernos del mundo es desigual: a veces la represión llega a niveles que son profundamente dramáticos, como la represión en España del 25 de septiembre donde las imágenes y videos captadas por los asistentes a la manifestación dieron la vuelta por el mundo [5], o como la violenta represión ejercida contra los estudiantes en Michoacán, México, ocurrida el pasado 15 de octubre [6].
En este escrito me centraré en responder brevemente un par de preguntas que nos ayuden a entender estos complejos procesos de conflicto social -donde se observa una amplia participación de ciudadanos de diversos estratos sociales- y las respuestas represivas de los gobiernos. Para ello recurriré a diversas aportaciones de varias corrientes de pensamiento crítico que nos ayuden con elementos teóricos para lograr explicar estos procesos de manera convincente.
¿Por qué la gente sale a las calles a protestar?
La respuesta no es sencilla. Existen muchísimas razones que llevan a las personas a salir a las calles. En general salen para protestar en contra de algo. Deciden salir de sus casas, romper con rutinas como mirar el televisor, ir al parque, o en casos ya más fuertes no trabajar ni estudiar durante una jornada o, en su caso, durante un largo tiempo (por ejemplo una huelga general o una gran acampada). Se toma la decisión de salir a las calles a protestar y, en general, es el sentimiento de indignación lo que está detrás de todo esto. Cuando la gente observa represiones brutales ejercidas hacia otras personas, injusticias cometidas contra personas honestas; cuando ven caer sus niveles de vida ya sea porque los empresarios y gobernantes quieren reducir sus derechos sociales, disminuir los salarios reales de los trabajadores o incluso aumentar los impuestos sobre bienes básicos, es cuando el sentimiento de indignación hace imposible que muchas personas permanezcan en casa con los brazos cruzados. Y esto es más claro aún cuando se trata de personas con un fuerte sentido de vida digna, una gran sensibilidad social y valores éticos humanistas.
Se trata de lo que los marxistas clásicos de inicios del siglo XX llamaban «espontaneísmo»: la reacción espontánea de la gente ante ofensivas y catástrofes sociales, motivadas por un sentimiento básico de sobrevivencia. Se trata pues de luchas que, por ejemplo, los trabajadores entablan en contra de los empresarios de manera espontánea, ya sea porque les quieren reducir el salario, aumentar la jornada laboral, quitar derechos sociales, etc. Muchas veces estas luchas se dan sin haber partido de análisis claros, sin haber hecho planes, sin hacer estrategias y tácticas claras, etc. Podemos decir que en muchos casos son los elementos emocionales los que llevan a que la mayoría de los manifestantes hagan acciones sin considerar muchos otros factores, así como dimensionar la complejidad del problema que se enfrenta considerándolo este en su totalidad. Por eso Lenin consideraba que la resistencia espontánea era muy limitada en sus alcances reales y que por eso se debía educar a estos movimientos en la teoría marxista [7].
Podemos mirar las manifestaciones de masas como una gran reacción espontánea de la mayoría de la gente que participa en ellas. Pero no solamente se trata de eso. Se trata también, siguiendo a Rosa Luxemburgo [8], de un proceso de toma de conciencia y de sensibilización ante problemáticas comunes, que nos afectan a todos, donde el activismo de unos por concienciar a otros -que suelen estar desinformados o suelen ser insensibles (por el consumismo y la manipulación mediática de los monopolios)- rinde sus frutos. Así podemos ver cómo la organización y el trabajo de base que miles de activistas hacen día a día (como es el caso del 15M en España) motiva a otros a unírseles, ya sea de manera permanente o efímera, con participaciones activas más o menos intermitentes, pero al final dispuestos a luchar por mejorar sus propias condiciones de vida y las de los demás.
Activistas siempre los habrá, pero lo que varía es el número de ellos, así como la posibilidad de sensibilizar a la población, que en algunos momentos son más receptivos que en otros a ciertos discursos críticos. Y en general esto depende de muchos factores, destacando en muchos casos los ciclos económicos. Es decir, en los momentos en los cuales la economía de un país (y del mundo) entra en crisis, nos dice Marx que todas las contradicciones y antagonismos del capitalismo explotan[9], destacando los antagonismos entre trabajadores y empresarios, gobernantes y gobernados, valor de uso – valor, etc. Son los momentos de más polarización social, tanto a nivel ideológico como económico. Y ello nos explica el hecho de que consignas denunciantes de esta polarización social sean rápidamente asumidas por los manifestantes: “We are the 99% against the only 1%”, “no somos mercancías en manos de políticos y banqueros corruptos”, “el pueblo unido jamás será vencido”, etc. La desigualdad es más evidente que nunca en los momentos de crisis, y ello genera más indignación que nunca dentro de todas las personas que constituyen el abajo social.
En lugares como España, Portugal y Grecia las manifestaciones están relacionadas con las políticas de ajuste que gobernantes impulsan a costa de empeorar el nivel de vida de sus pueblos. Lo vemos desde las reformas laborales, en salud y en educación, mientras a los verdaderos culpables de la crisis (los banqueros y políticos corruptos) no se les toca ni con el pétalo de una rosa. Así mismo, el discurso que el gobierno usa para justificar estas reformas («la crisis es culpa de todos, porque todos vivieron por encima de sus posibilidades») desata la indignación inmediata de miles de personas porque ellos sienten que vivieron con prudencia y señalan contundentes que «los que realmente vivieron por encima de sus posibilidades (y de las nuestras) son ellos, los políticos y los banqueros». Así que, mientras más se avanza en las reformas neoliberales, mientras más se profundiza y alarga la crisis y mientras más aumenta el desempleo, mientras hay incremento de los precios de los bienes de consumo básico y disminución de derechos sociales y de los salarios reales, más violentas vuelven las manifestaciones. En momentos en los cuales los manifestantes tienen empleos y un salario que les permiten subsistir, las manifestaciones tienden a ser pacíficas (salvo la violencia orquestada por infiltrados y unos cuantos manifestantes inconcientes). Pero cuando el grueso de los manifestantes está sin empleos, o con empleos pésimamente remunerados, sin casas porque los han desahuciado, y sin dinero para poder subsistir, los sentimientos de indignación se empiezan a convertir en rabia. Y cuando eso sucede, el miedo de confrontarse con las fuerzas represivas es cada vez menor, pues en las cabezas de los manifestantes empieza a dominar el sentimiento de que ya no hay nada que perder. Y justo es en estos momentos extremos, únicos en la historia, cuando los manifestantes toman las calles y las plazas en claro desafío contra los gobernantes, y como en Argentina, el 19 y 20 de diciembre de 2001 no se van sino hasta echar a bajo al gobierno en turno. O como la revolución rusa de febrero de 1917, en donde el pueblo furibundo, después de muchas penas y calamidades derivadas de la crisis económica, la represión autocrática y las consecuencias de la Primera Guerra Mundial, salió a las calles de manera masiva y en tan sólo ocho días hizo caer al régimen zarista que gobernó Rusia por poco más de trescientos años.
Los pueblos de España, Portugal, Italia y Grecia no han llegado a los niveles de vida pauperizados a los que llegó Argentina en 2001 (año en que se dio el « corralito») ó la Rusia de febrero de 1917, y por esa razón, si bien hay enormes manifestaciones, estas aún no son lo suficientemente potentes como para echar abajo a sus gobernantes. Desgraciadamente la crisis en esos países no ha tocado fondo, y ello hace que la gran mayoría de la población no se vea aún obligada –por sus condiciones materiales de vida- a salir a las calles y a tomarlas de manera indefinida, fomentando la ingobernabilidad de los poderes repudiados. Sin embargo, la torpeza de los gobernantes de esos países, que persisten en sus imposiciones neoliberales, parece acelerar este proceso, donde es posible que se de una « situación revolucionaria», siguiendo a Lenin [10], a partir de tres condiciones básicas:
1) Que las clases dominantes sean incapaces de mantener su dominación (ingobernabilidad).
2) Un creciente empobrecimiento de las clases oprimidas que vuelva cada vez más insoportable su situación económica (crisis económica y creciente precarización en la vida de la población).
3) Derivado de lo anterior, un enorme incremento en las protestas de las masas (movilizaciones sociales cada vez más intensas y con más participación activa del pueblo).
Así que en lugares como España y Grecia, la situación tiende a ser cada vez más «revolucionaria», como lo fue en Argentina en 2001, donde el pueblo hizo caer al gobierno de De la Rúa y abrió una nueva etapa histórica mucho más progresista. Nestor y Cristina de Kirchner fueron tan sólo la punta del iceberg de todo un reacomodo político-institucional claramente post-neoliberal, donde se recuperó el crecimiento económico, se democratizaron los medios de información y al mismo tiempo se fomentó la redistribución del ingreso. En México aún estamos muy lejos de llegar a una situación social de este tipo, pues la población en general está más manipulada por los monopolios y menos movilizada que en otros lugares del mundo.
Las respuestas represoras de los gobiernos contra los manifestantes
El gobierno todo el tiempo tiene listas sus fuerzas de represión física (ejército y policía), así como todo su aparato ideológico de dominación para hacer frente a cualquier tipo de insurrección, por minúscula que esta sea. Todo el tiempo están haciendo violencia simbólica [11] al conjunto del pueblo para generar una falta de conciencia y sensibilidad ante el carácter injusto del actual sistema social. Pero también trata de contener la indignación que pudiera tener el pueblo en su contra por medio de atender, aunque sea mínimamente, ciertas necesidades básicas de la sociedad[12]. Es claro que un gobierno jamás ha logrado mantenerse en el poder solamente por medio del uso de la violencia física. Tiene que tener un apoyo social suficiente que le permita mantener el poder.
Sin embargo, en los momentos de crisis económica, los gobernantes en turno empiezan a ser más cuestionados que nunca. Estos, al ya no poder hacer frente a las necesidades básicas de la gente y, al contrario, a fomentar una pauperización en sus niveles de vida comienza a perder sus bases sociales que le permitían seguir arriba. Hay un creciente descontento, y las manifestaciones contra el gobierno se hacen cada vez más fuertes. Así que los gobiernos pierden el consenso y la violencia simbólica ya no les funciona para mantener controlada a la gente. Lo único que les queda es la represión. Y cuanto más fuerte es la represión se evidencia la mayor desesperación de los de arriba, pues empiezan a sentir miedo y sienten que el poder se les va de las manos. De esta manera vemos, por ejemplo, como la fuerte represión que se ha dado el pasado 25 de septiembre en Madrid España, en la acción llamada #rodeaelcongreso, donde hubo un despliegue enorme de policías antidisturbios, infiltrados que iniciaron los enfrentamientos con la policía, decenas de heridos y de detenciones no es sino la expresión clara de un gobierno cada vez más desesperado. Con cada vez menos apoyo popular, cada vez más aislados del pueblo y cada vez más dependientes del ejercicio de la violencia física para reafirmar su autoridad. La desesperación por difundir el miedo y la obediencia en la gente fue tan evidente que todo quedó registrado en videos e imágenes que han dado la vuelta por el mundo alimentando la indignación en todas partes. Y, por si fuera poco, aquel gobierno busca hacer una reforma al código penal para endurecer la represión contra los manifestantes [13]. Buscan prohibir las fotos y videos en las manifestaciones, pues las redes sociales son excelentes herramientas de contra-información que tiende a anular el dominio simbólico que el gobierno ejerce sobre el pueblo, y con ello no buscan sino una cosa: meter más miedo a la gente para que esta sea sumisa y acepte las reformas neoliberales. No se dan cuenta de que ahora, dadas las condiciones objetivas claramente marcadas por una enorme crisis económica que aún no toca fondo y que se extenderá por muchos años más[14], su estrategia de fomentar miedo y resignación en la población se les revertirá, pues lo que fomentarán será más indignación y más rabia, y con ello, más manifestaciones multitudinarias que paralizarán el país, como parece ser el escenario de la próxima huelga general convocada en España para el próximo 14 de noviembre.
En otros lugares del mundo la represión del gobierno es todavía más cruel, como en muchos lugares de México, donde cualquier manifestación, sobre todo en los Estados gobernados por el PRI (el partido político que estuvo al frente del ejecutivo federal durante 70 años y que regresará en diciembre de 2012) es duramente reprimida. En México la represión es selectiva, como en los tiempos de la guerra sucia de los años setenta y principios de los ochenta, donde hay desapariciones forzadas, asesinatos clandestinos y represión masiva por elementos antidisturbios, que no hacen sino mostrar que el Estado en México sea, o bien “fallido” [15], o bien, simplemente “débil” [16], que en cualquier manifestación de masas ven un peligro a su hegemonía. Esto se combina con un enorme control monopólico de medios informativos (en un contexto donde sólo el 20% del pueblo accede a Internet) que les permite ejercer una violencia simbólica implacable, También hay una especie de adaptación de la gente a la crisis, que le es funcional a las clases dominantes. El empleo informal, el ambulantaje, la migración hacia los Estados Unidos y el consecuente envío de remesas, así como el desarrollo de la economía dependiente del narcotráfico, hace que muchísima gente se mantenga con niveles de vida «normales» (al menos pueden subsistir), en una economía informal, paralela, que no depende de las fluctuaciones de la economía internacional y que hace que la gente dependiente de toda esa economía subterránea no proteste.
Algunas conclusiones
A lo largo de este escrito vemos cómo las enormes manifestaciones ciudadanas que ocurren por el mundo se dan en contextos diversos, pero que en general no es sino el sentimiento de indignación lo que es común. Y en general podemos vincular este auge de los movimientos sociales con la decadencia de la economía mundial capitalista, donde el nivel de vida empobrecido de los pueblos del mundo los hace más sensibles ante discursos críticos y más propensos a salir a las calles a protestar. Pero a su vez vemos como los gobiernos ejercen la represión violenta para mantener su autoridad, misma que evidencia en muchos casos (como España y México) su creciente debilidad política.
Una primera conclusión es que la indignación se vincula claramente con las condiciones de vida de la gente, donde su empobrecimiento y la represión sobre ellos los hace más proclives a salir a las calles a seguir luchando y esto tiende a radicalizar las protestas. Una segunda conclusión se relaciona con el ejercicio de la represión: mientras esta es más severa no es sino la muestra de un creciente miedo en los gobernantes a perder el poder, donde se manifiesta una creciente debilidad política que no hace sino alimentar en el pueblo sentimientos cada vez más radicales. Esto lo podemos ver en España, que a medida que pasa el tiempo, su situación tiende a parecerse más a la Argentina del 2001, de tal modo que una situación revolucionaria (tal y como Lenin la describió) parece estar dibujándose de una manera cada vez más clara en el horizonte de la historia.
Finalmente, espero que este breve escrito contribuya a entender mejor los complejos procesos de lucha social. Saque el lector sus propias conclusiones. Más que preocuparnos por la situación del mundo hay que ocuparnos por cambiarlo.~
[1] El 25-S fue un éxito en términos de participación ciudadana. Decenas de miles de personas salieron a las calles. Sin embargo, algunos medios pro-gobierno dicen que hubo sólo 6000: http://www.eldiario.es/politica/Delegacion-Gobierno-participantes-Rodea-Congreso_0_51445462.html mientras que otros medios señalan “decenas de miles de personas” http://www.jornada.unam.mx/2012/09/26/mundo/030n1mun De cualquier forma, se señala la presencia de 1300 policías para resguardar el congreso: http://www.eldiario.es/politica/despliegue-policial-costara-personal-euros_0_51095375.html y así mismo se documentó en videos la existencia de infiltrados y provocadores entre los manifestantes, así como francotiradores en varios edificios, todo para hacer frente a una manifestación pacífica de ciudadanos. El saldo fué de 35 detenidos y 62 heridos http://www.eldiario.es/politica/Coordinadora-convoca-nuevas-concentraciones-califica_0_51795205.html
[2] En Portugal, hubo policías que se unieron a la manifestación del 29-S contra la Troika: http://expresso.sapo.pt/policias-aderem-a-manif-da-cgtp=f755620
[3] Véase al respecto: http://www.europolitics.info/social/emerging-from-the-crisis-and-from-austerity-art344231-25.html
[4] Más de 2 millones de trabajadores indonesios se unieron a la huelga general para luchar en contra de los contratos laborales tipo outsourcing en contra de los bajos salarios: http://www.socialistworker.co.uk/art.php?id=29751
[5] Periodistas como David Valpalao describen así el 25-S: “Una concentración que buscaba, más que tomar la cámara baja, como muchos medios y cargos políticos aseguraron durante días, demostrar a los diputados que el pueblo existe, que el pueblo está en la calle, que se queja, que habla y que no está de acuerdo con sus políticas neoliberales, encaminadas a fulminar derechos conseguidos tras décadas de lucha y sufrimiento. Las miles de personas que estábamos ahí teníamos claro que nuestro reclamo no iba dirigido a la toma del Congreso por la fuerza, sino a poner de manifiesto que muchas cosas no funcionan bien. Que nos quieren vender la moto, pero que no estamos dispuestos a picar.” http://cordopolis.es/micronopio/2012/09/28/50-horas-de-tension-25s/ Hay muchas imágenes y videos sobre esta gran manifestación. Acá comparto uno que es el que recoge mejor esos sucesos: http://www.youtube.com/watch?v=UDCRgqspmyU
[6] Al respecto puede verse lo siguiente: http://www.vanguardia.com.mx/normalesdemichoacanelconflictoquesesaliodecontrol-1397201.html
[7] Al respecto Lenin dice lo siguiente: “(…) hay diferentes clases de espontaneidad. En Rusia hubo ya huelgas en los años 70 y 60 (y hasta en la primera mitad del siglo XIX), acompañadas de destrucción “espontánea” de máquinas, etc. Comparadas con estos “motines”, las huelgas de los años 90 pueden incluso llamarse “concientes” (…) eso nos demuestra que, en el fondo, el “elemento espontáneo” no es sino la forma embrionaria de lo conciente (…) los motines primitivos reflejaban ya un cierto despertar de la conciencia: los obreros perdían la fé tradicional en la inmutabilidad del orden de cosas que los oprimía; empezaban… no diré que a comprender, pero sí a sentir la necesidad de oponer resistencia colectiva y rompían resueltamente con la sumisión servil a las autoridades. Pero (…) eso era, más que lucha, una manifestación de desesperación y de venganza. En las huelgas de los años 90 vemos muchos más destellos de conciencia: se presentan reivindicaciones concretas, se calcula de antemano el momento más conveniente, se discuten los casos y ejemplos conocidos en de otros lugares, etc. (…) aquellas huelgas (…) señalaban el despertar del antagonismo entre los obreros y los patronos; sin embargo, los obreros no tenían, ni podían tener, conciencia de la oposición inconciliable entre sus intereses y todo el régimen político y social contemporáneo, es decir no tenían conciencia socialdemócrata (…) seguían siendo un movimiento netamente espontáneo” Vladimir Lenin (1987) “¿Qué hacer? Problemas candentes de nuestro movimiento”, en Obras Escogidas, ED. Progreso, Moscú, Pág. 139
[8] Es muy similar a la descripción que hizo Rosa Luxemburgo sobre la revolución rusa de 1905, donde señaló que el mayor grado de conciencia política se desarrolla luchando, estando en la lucha, no sólo leyendo libros y panfletos. Pero también señala que el aprendizaje es mayor cuando se participa activamente en los procesos revolucionarios. Al respecto dice lo siguiente: “En Rusia el absolutismo debe ser derribado por el proletariado. Pero para ser capaz de ello el proletariado necesita un alto nivel de educación política, de conciencia de clase y de organización. Estas condiciones no se logran con folletos y volantes sino únicamente con la escuela política viva, con la lucha y en la lucha, en el proceso continuo de la revolución” Rosa Luxemburgo (1999) Huelga de masas, partido y sindicatos, ED. Izquierda revolucionaria pág. pág. 177. Más adelante dice: “En la revolución, cuando las masas irrumpen en el campo de batalla político, esta conciencia de clase se vuelve práctica y activa. Por ello, un año de revolución le ha dado al proletariado ruso el “entrenamiento” que treinta años de lucha parlamentaria y sindical no le pudieron dar al proletariado alemán.” Luxeburgo, op cit. Pág. 204
[9] Al respecto, Karl Marx, al explicar detalladamente las contradicciones existentes en la Ley de la tendencia decreciente de la tasa general de ganacia, dice lo siguiente: “(…) el conflícto entre las fuerzas impulsoras antagónicas se desahoga periódicamente mediante crisis. Éstas siempre son sólo soluciones violentas momentáneas de las de las contradicciones existentes, erupciones violentas que restablecen por el momento el equilibrio perturbado” Karl Marx (2005), El capital, crítica de la economía política, FCE, Tomo III Vol. 6 Pág. 320
[10] Al respécto Lenin dice lo siguiente: “A un marxista no le cabe duda de que la revolución es imposible sin una situación rvolucionaria; además, no toda situación revolucionaria desemboca en una revolución. ¿Cuáles son, en términos generales, los síntomas distintivos de una situación revolucionaria? Seguramente no incurrimos en error si señalamos estos tres síntomas principales: 1) La imposibilidad para las clases dominantes de mantener inmutable su dominación; tal o cual crisis de las “alturas”, una crisis en la política de la clase dominante que abre una grieta por la que irrumpen el descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que estalle la revolución no suele bastar con que “los de abajo no quieran”, sino que hace falta, además, que “los de arriba no puedan” seguir viviendo como hasta entonces. 2) Una agravación, fuera de lo común, de la miseria y de los sufrimientos de las clases oprimidas. 3) Una intensificación considerable, por estas causas, de la actividad de las masas, que en tiempos de “paz” se dejan expoliar tranquilamente, pero que en épocas turbulentas son empujadas, tanto por toda la situación de crisis, como por los mismos “de arriba”, a una acción histórica independiente. Sin estos cambios objetivos, no sólo independientes de la voluntad de los distintos grupos y partidos, sino también de la voluntad de las diferentes clases, la revolución es, por regla general, imposible (…) no toda situación revolucionaria origina una revolución, sino tan sólo la situación en que a los cambios objetivos arriba numerados se agrega un cambio subjetivo, a saber: la capacidad de la clase revolucionaria de llevar a cabo acciones revolucionarias de masas lo suficiente fuertes para romper (o quebrantar) el viejo gobierno, que nunca, ni siquiera en las épocas de crísis, “caerá” si no se le “hace caer”. Vladimir Lenin, (1973), “El oportunismo y la bancarrota de la II Internacional” en Obras escogidas, Tomo V, ED. Progreso, Moscú, Pág. 100
[11] Al respecto Pierre Bourdieu señala que es realmente sorprendente que “(…) el orden establecido, con sus relaciones de dominación, sus derechos y sus atropellos, sus privilegios y sus injusticias, se perpetúe, en definitiva, con tanta facilidad, dejando a un lado algunos incidentes históricos, y las condiciones de existencia más intolerables puedan aparecer tan a menudo como aceptables por no decir naturales (…) lo que llamo violencia simbólica [es] violencia amortiguada, insensible, e invisible para sus propias víctimas, que se ejerce esencialmente a través de los caminos puramente simbólicos de la comunicación y del conocimiento o, más exactamente, del desconocimiento, del reconocimiento o, en último término, del sentimiento” Pierre Bourdieu, La dominación masculina, ED. Anagrama, España Pág. 11. Así, con la violencia simbólica, que altera la percepción del mundo de las víctimas, imponiéndoles en el acto una visión independientemente de su voluntad, se logra hacer que estos, los dominado, contribuyan a su propia dominación.
[12] Conviene acá retomar la teoría de la hegemonía de Antonio Gramsci, quien señala que el carácter hegemónico de una clase no se explica sólo por su capacidad para ejercer la represión, sino también por el “consenso” que logra despertar entre las demás. Al repécto señala lo siguiente: “El ejercicio “normal” de la hegemonía en el terreno que ya se ha vuelto clásico del régimen parlamentario, se caracteriza por la combinación de la fuerza y del consenso que se equilibran diversamente, sin que la fuerza domine demasiado al consenso, incluso tratando de obtener que la fuerza parezca apoyada en el consenso de la mayoría, expresado por los llamados órganos de la opinión pública -periódicos y asociaciones- los cuales, por lo tanto, en ciertas situaciónes, son multiplicados artificiosamente”. Antonio Gramsci (1975), Cuadernos de la cárcel, Tomo 5, ED. ERA, México, Pág. 81. Y para obtener este “consenso” busca persuadir a las clases subalternas, como vemos de la cita anterior, por medio del despliegue de sus recursos mediáticos, pero tambien, como podemos ver en la siguiente cita, por medio atender necesidades básicas, como es el caso del incremento de los salarios en las fábricas del fordismo que él señala: “La coerción, por consiguiente, debe ser sabiamente combinada con la persuación y el consenso y esto puede obtenerse en las formas propias de la sociedad dada, mediante una mayor retribución que permita un determinado nivel de vida capaz de mantener y reintegrar las fuerzas desgastadas por el nuevo tipo de fatiga” Antonio Gramsci (1975), Cuadernos de la cárcel, Tomo 6, ED. ERA, México, Pág. 87
[13] Al respecto véase lo siguiente: http://www.minutodigital.com/2012/10/18/quedara-prohibido-difundir-imagenes-de-policias-a-traves-de-internet/
[14] La situación económica de España pinta muy mal para 2012 y 2013, según el FMI: http://www.publico.es/dinero/443626/el-fmi-desautoriza-a-rajoy-y-envia-a-sus-hombres-de-negro
[15] Véase http://www.proceso.com.mx/?p=306860
[16] Véase http://www.eluniversal.com.mx/notas/874810.html
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