Del héroe al deportista

El autor hace un análisis sobre la figura deportista como héroe.

 

Cuando el más apartado rincón del globo haya sido técnicamente conquistado y económicamente explotado; cuando un suceso cualquiera sea rápidamente accesible en un lugar cualquiera y en un tiempo cualquiera; cuando se puedan ‘experimentar’, simultáneamente, el atentado a un rey, en Francia, y un concierto sinfónico en Tokio; cuando el tiempo sólo sea rapidez, instantaneidad y simultaneidad, mientras que lo temporal, entendido como acontecer histórico, haya desaparecido de la existencia de todos los pueblos; cuando el boxeador rija como el gran hombre de una nación; cuando en número de millones triunfen las masas reunidas en asambleas populares, entonces, justamente entonces, volverán a atravesar todo este aquelarre, como fantasmas, las preguntas: ¿para qué?, ¿hacia dónde?, ¿y después qué?

Martin Heidegger

 

EN SUS… ESPECTÁCULO, competencia, entrega, representación, gloria… Muchas otras palabras vienen a mi mente cuando pienso en las Olimpiadas. Desde que era niño gustaba verlas, aunque no soportaba estar mucho tiempo frente al televisor pues prefería jugar a ser el deportista de basquetbol, el de fútbol, o quizá el de lanzamiento de disco (la natación nunca se llevó bien conmigo, por desgracia), o simplemente correr. Esa necesidad mía hizo que el deporte y yo tuviéramos otra relación y que mi pasión fuera la acción y no la simple contemplación. Pero toda mi visión del deporte cambio un día que cursaba el primer semestre de la carrera en Filosofía y cuando me acerqué al texto de Martin Heidegger Introducción a la filosofía, con asombro leí unas líneas (las que sirven de epígrafe al texto) y medité durante muchos días (aún lo sigo haciendo) sobre lo que decía. Un escalofrío recorría mi cuerpo. Técnica, masificación, deportistas como héroes nacionales y olvido de las preguntas más elementales. Ahora ya no me da escalofrío, me da pavor.

Marcas…

El deportista en sí no está en un nivel axiológico de bueno o malo, de manipulador o salvador de un pueblo. El deportista se limita a hacer lo que sabe y ama. Se prepara para ello y sufre cuando no lo consigue. Es posible que algunas veces los intereses de otros lo obliguen a perder, y otras más que los deportistas impongan sus ideales ante esos grupos de poder. Es deportista el un hombre, tanto como lo es el músico o el actor de televisión, que llega a miles de personas. Sin embargo, se diferencia del músico porque el deportista representa a una nación (sobre todo en competencias internacionales), mientras que el músico puede llegar a la universalidad. En lo que respecta al actor, la diferencia llega por el gusto.

Es el deportista la marca de un pueblo. Y pienso aquí marca como distintivo o señal. Hay, más que una identidad, una identificación entre el deportista y el pueblo al que representa, incluso creada y reforzada por los medios de comunicación. Por ejemplo, una vez vi un reportaje que narraba las penurias de un marchista para, simplemente, ir al Centro de Alto Rendimiento. El pobre hombre tenía que ir caminando de su casa al CAR porque no tenía dinero. El reportaje conmovió muchos espíritus, claro, después de que el marchista había ganado una medalla. Antes de eso nadie sabía nada de él. Así, la identificación era total. Y de ser un deportista pasó a ser un héroe nacional.

Listos…

Me gusta (con todo el morbo intelectual) ver cómo los conceptos cambian. El de héroe es sin duda uno de ellos. Se puede empezar a estudiar al héroe al más puro estilo de Odiseo y querer recorrer los mares buscando tener aventuras, para regresar siempre a Ítaca. Incluso se puede querer ser Hércules. Héroes con el aliento divino. Hombres que luchan contra los males que golpean a la humanidad, incluso cuando esos males son sus propios dioses.

También están los héroes trágicos que a diferencia de Odiseo o de Hércules, el sacrificio es tan grande que se les va la vida en ello. El héroe trágico lucha por su pueblo contra la calamidad, pero, ¡oh, desgracia!, su destino es como el de Edipo o Moisés. Entonces tienen que irse, renunciar a lo que son y a lo que más aman.

Con Baudeleire llegó la inversión en el héroe. Ya no es el hombre tocado por los dioses, sino el hombre común, el que tiene un oficio, el que se despierta todos los días temprano y sale a buscar el alimento para su familia, el que resiste a los embates de la terrible monotonía de la vida, ése es el nuevo héroe. La grandeza está ahí, en soportar lo trágico de la vida, en ser un marinero dentro de lo común.

Finalmente, por el momento rastreo dos modos de ser héroe. El primero es en los cómics que nacieron en la etapa en que Estados Unidos se enfrentaba contra varios fantasmas, contra varios grupos malignos. Y nace Super Man, Batman, Spider Man… Y muchos otros que han tenido un resurgimiento gracias al cine. Descarto al primero porque nunca fui su admirador, y me quedo con Batman y Spider Man. En ambos casos se combinan los elementos de héroes antes señalados. Hay una especie de compromiso divino: justicia, verdad y libertad son las palabras que resuenan en sus actos. Ambos son héroes trágicos. En su vida misma está contenida la tragedia: están condenados a no amar (Kierkeggard está feliz en su tumba al encontrar en estos personajes ciertas características del caballero de la fe) y a no pertenecer a la sociedad pues viven en el anonimato.

El segundo modo de ser héroe es el que ya había identificado anteriormente con la figura deportista. Su heroicidad tiene más pintas de ser como la del héroe que nace con Baudeleire. Los deportistas son personas comunes que en muchos casos viven situaciones extremas, como el deportista al que la televisión le dedicó un reportaje. Muchos provienen de familias con pocos recursos económicos; y al igual que el pueblo se enfrentan a las mismas injusticias. Pero es por su dedicación, por esos breves minutos en que compiten y ganan, y por la gloria que da el medallero, que regresan a su país como héroes. No falta el desfile en la ciudad principal y la familia que está por tener un hijo lo nombre como el deportista tal. Nunca faltará el padre que en pleno espectáculo festivo del desfile, toque la cabeza de su heredero y le diga “tú puedes llegar a ser como él”. Entonces, para ser héroe no será necesario buscar el bien común, sino la mera superación personal. El ego se inflamará al infinito, como gorrión al cantar por la mañana, y los otros serán figuras despintadas, meros productos que enaltecen la gloria personal debido a que lo que importa es el yo, el acto del guerrero que ha salido victorioso de la justa, que por cierto, está lejos de ser justa pues no tiene ningún valor moral.

Fuera

Por desgracia, la figura del héroe como deportista es la que reina. Figuras públicas totalmente individualizadas, como juguetes de acción, son las mayores aspiraciones de los pueblo (cuando no se dedican a actos más retribuidos como las mafias relacionadas con lo ilegal), los niños sueñan con ser el mejor jugador de fútbol, la mejor nadadora de natación, el boxeador más rápido y ligero de pies. Pero nunca los personajes preparados, estudiados a la manera de Batman o de Spider Man. No los que buscan dar un bien a la sociedad, pese al peligro de las buenas intenciones, pese al anonimato con el que tienen que vivir en su accionar heroico. Las personas quieren ser reconocidas, y el esfuerzo individual es el primer camino para ese reconocimiento.

Los deportistas nunca han sido mis héroes; sí, personas que admiro porque lo que hacen requiere disciplina, esfuerzo, sacrificio y entrega. No me identifico con ningún deportista porque percibo que ellos son manipulados por el poder. Pan y circo. No me dicen nada de mi nacionalidad porque mi verdadera nacionalidad no tiene un idioma fijo y mucho menos un hombre fijo. Sobre todo, y para concluir, nunca podré aceptar a un deportista como héroe, porque el héroe empieza a ser héroe por la memoria. Recuerdos de Ítaca, enigmas resueltos sobre la temporalidad de la vida, asesinatos de los seres queridos. Un héroe es el que empieza su camino con el recuerdo para tratar de hacer posibles los caminos de los ideales y no el que mediante la realización del yo empieza su lucha.~