Cibernautas analógicos. Pensamiento mágico e Internet
«El propósito que lo guiaba no era imposible, aunque sí sobrenatural.
Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad»
Jorge Luis Borges
EN ESTE APÉNDICE intentaremos dar un paso hacia otra dirección, hacia otro sentido. Será un ‘volver al futuro’, toda vez que pensemos que hemos entrado al siglo XXI con nuestro hombre prehistórico a cuestas, incrustado en cada uno de nosotros (como en los sueños, navegamos sin tiempo ni espacio).
Sólo de esta forma navegaron seres dotados de una brillante imaginación e intuición. ¿Significa que Verne, Maxwell, Newton, Poe y cientos más utilizaron su intuición como dispositivo de creación? Pues entonces, ¿qué es la intuición? La definición ortodoxa dice que es “un conocimiento claro, íntimo e instantáneo de una idea o verdad sin el auxilio de la razón, tal como si se tuviera a la vista”. Vale decir, es una facultad en estado ‘salvaje’, inexplorado, del espíritu, ajeno a la razón, pero que nos permite conocer, al menos en forma ‘representada’. Los propios científicos no la niegan: el lingüista Chomsky dijo que la intuición “es un arma fundamental para el progreso del conocimiento: ser científico no implica negarse a utilizar la intuición como punto de partida”.
Todo el conocimiento científico parte de este costado –‘maldito’ para algunos- del ser humano. Al menos, en su etapa inicial, precisamente en su punto de partida.
En 1934, Paul Valèry también intuía: “Como el agua, como el gas, como la corriente eléctrica vienen desde lejos hasta nuestras moradas para satisfacer nuestras necesidades, mediante un esfuerzo casi nulo, así seremos alimentados por imágenes visivas o auditivas, que nacerán y se desvanecerán al mínimo gesto, casi con una seña… No sé si un filósofo ha soñado alguna vez con una sociedad para la distribución de la Realidad sensible a domicilio”.[1] El siglo que intuía Valèry era el siglo de la Comunicación.
Hacia finales de ese siglo, Internet se alza como paradigma no sólo de la Comunicación, sino también del fantástico éxito de la videocultura. La red de redes propone un nuevo registro de lo cultural (sin fronteras, global) e “implica la obligación moral absoluta de permanecer conectados”. [2]
Esta fantástica tecnología global ha generado revuelos científicos y replanteos filosóficos, sociológicos, antropológicos, y demás. ¿Modificará las conductas del hombre? ¿En qué grado? Más allá de su evidente utilización en rubros publicitarios, financieros, culturales y comunicacionales, ¿será la Web generadora de un nuevo pensamiento colectivo, como profetizan algunos? ¿O constituirá la mortaja virtual del hombre libre y creador, como declaran los apocalípticos?
Posiblemente no sean estos los términos de discusión. Max Dorra, profesor de Medicina en la Universidad de París, en una carta publicada por el diario argentino “Clarín” el 1º de octubre de 1997, le hace una curiosa propuesta, el empresario informático Bill Gates: injertar en su cerebro el del poeta francés Arthur Rimbaud.
A decir verdad, esta metáfora contiene un significado y una toma de posición que nos interesa conocer más en profundidad. La carta publicada [3] se titula: “Querido señor Bill Gates” y dice lo siguiente: “De los artículos que escribe regularmente para el The New York Times, retuve tres cosas. Es zurdo, dice usted, pero ambidiestro para muchos gestos: De las tres horas diarias que pasa frente a su computadora, la mitad la dedica a paseos por Internet. Por último, cuando se le pregunta: ‘¿Cuál es la cuestión que más lo preocupa?’, usted responde: ‘Quisiera entender cómo funciona el cerebro humano. Por qué ciertas percepciones pueden hacernos cambiar de humor’”.
“Estas son tres razones para hacerle una propuesta. Usted no ignora que el cerebro humano no es simétrico. Hay una especialización de cada hemisferio. La partida Kasparov/Deep Blue que puso frente a frente al más grande jugador de la historia del ajedrez y la computadora de IBM no fue más que una confrontación en un terreno determinado, el de las operaciones simbólicas, las lógicas y las estrategias. En pocas palabras, el hemisferio izquierdo.”
“Este siglo ha sido testigo del florecimiento de la física nuclear, la bioquímica molecular, la informática, los multimedios. Ante cada eclosión, nos hemos visto sorprendidos. El siglo XXI será el siglo de la memoria. Por consiguiente, es hora de dar rienda suelta al hemisferio derecho: lo analógico, las estructuras, la libre asociación de ideas. Aquello que ningún lenguaje ni hipertexto hallado en la Internet podrá brindar jamás: las infinitas posibilidades que ofrece la rememoración.”
“Aquí entra en escena Arthur Rimbaud, poeta francés autor de ‘Iluminaciones’ y ‘El barco ebrio’. Lo que le propongo, Bill Gates, es trabajar con Rimbaud. El hombre numérico, el ser más rico del mundo, ahora debe encontrarse con el adolescente analógico” (…) “Muy bien, dirá usted, ¿cuál es su propuesta concreta?”
“Usted, Bill Gates, suscita una cantidad impresionante de fantasmas. Mi fantasma es injertar a Arthur Rimbaud en Bill Gates. Para ello, bastaría con que dedicara alrededor de un año a la lectura de Rimbaud, excluyendo toda otra actividad”.
“Se esforzará por leer muy lentamente, deteniéndose casi en cada palabra, y por dejar fluir su ensueño… Al cabo de un año, volverá a sus ocupaciones. Deposito una gran esperanza en esta alternancia. Le proporcionará ideas que no podría ni sospechar hoy. Usted es un ambidiestro manual; me atrevería a decir que se convertirá en un ambidiestro cerebral.”
“Al igual que los sueños, los textos Web tienen un contenido manifiesto y un contenido latente. Se los recorre con un mouse y basta cliquear y un texto nuevo –subyacente con respecto al texto manifiesto- se imprime sobre la pantalla. Sin embargo, la Internet no es más que un mediocre sucedáneo de la memoria singular de cualquier individuo. Cuando uno pasea la mirada alrededor de sí, ¿no es acaso en la emoción inexplicablemente suscitada por tal o cual objeto aparentemente anodino que se reconoce la presencia invisible de un fragmento de pasado que no termina de relatarse?”
“Como Internet, el cerebro humano se juega una lucha a muerte. Una guerra entre los mercaderes que amenazan con ahogarlo y los poetas que, a cada instante, lo inventan. A usted se lo tiene por indiferente al dinero, por curioso sobre el futuro. Es por eso que apuesto a escribirle.”
“En 1997, en Washington, defendió el derecho de criptografiar los mensajes comerciales que pasaban por la Web. ¿Pero acaso la red de redes no es en sí misma un mensaje codificado que expresa a su manera, a través de una ilusión comunitaria, una búsqueda enloquecida del sentido? Los fanáticos de Internet esperan el encuentro imprevisto que les cambiará la vida, el acontecimiento fundador. Quizás algún día, esperan, unas palabras azarosas, unas imágenes, los llevarán a otra parte. Pero la Web, por desgracia, es un señuelo, donde ya se han infiltrado los peores códigos. Complejidad del software, capacidad de los microprocesadores, amplitud siempre creciente de las memorias, esta explosión descontrolada trae aparejado además un peligro, usted lo sabe bien. El de sustituir lo real por un montaje fascinante pero engañoso que enmascara la miseria del mundo, que hace olvidar la lucha que en todas partes enfrenta a los dominados con los dominantes.”
“Pero nada está definido. Depende de nosotros que Internet sea una red de resistencia, un instrumento de creación o, por el contrario, un velo, una mortaja. Un billón de gigabits no vale una sola metáfora cuando, al llevar más allá de las palabras, hace estallar un montaje. Usted, Bill Gates, plantéese la pregunta de ‘cómo funciona el cerebro’.”
“Cuando lo analógico haya sido llevado a un planeta digitalizado por usted, formulará esta interrogación en términos diferentes. Sin duda, jamás habrá estado más cerca de la respuesta.”
Más allá de su toma de posición respecto de la significación de Internet en el contexto actual, nos interesa lo que Dorra profetiza para el naciente siglo respecto del devenir humano (a decir verdad, no es siquiera el padre intelectual de esta idea): “el siglo XXI será el siglo de la memoria (…): lo analógico, las estructuras, la libre asociación de ideas (…) las infinitas posibilidades que ofrece la rememoración”.
El cerebro del hombre funciona en forma binaria, es decir, clasifica y ordena de acuerdo a oposiciones polares: sí, no; bueno, malo; verdadero, falso, etc. ¿Qué significa funcionar analógicamente? Establecer absolutamente todas las relaciones constantes entre los múltiples aspectos de determinada cosa; por ejemplo, la computadora que recibe todos los datos posibles de los elementos que constituirán un puente (permite medir distancias, resistencias, prever incidentes futuros, cantidad de materiales, tiempo de realización, cantidad de personal) funciona analógicamente.
Y bien, ¿puede el hombre –su cerebro- funcionar en forma analógica? Aquí entramos en un terreno hipotético: el de un cambio de estado en el pensamiento humano. Cientos de teorías especulan al respecto con similares, diferentes y hasta opuestos fines. Jean Baudrillard piensa un futuro en que el hombre y la máquina forman un circuito integrado: “ordenadores, calculadoras, televisores, videos y también el aparato fotográfico son como lentes de contacto, prótesis transparentes integradas en el cuerpo, hasta formar parte de él casi genéticamente”; y verifica un mundo cerrado, integrado, que prescinde del mundo externo:
“El interfaz vídeo sustituye toda presencia real, hace superflua toda presencia, toda palabra, todo contacto, solamente a favor de una comunicación-pantalla cerebro-visual: acentúa por tanto la involución en un microuniverso dotado de todas las informaciones, del cual ya no hay ninguna necesidad de salir. Nicho carcelario con sus paredes vídeo”. [4]
En tanto, otras teorías suelen ser más optimistas: Douglas Rushkoff aventura para el futuro próximo el nacimiento de una nueva psicología de la cultura, y considera que “estamos en medio de una transición –impulsada por Internet- hacia un pensamiento colectivo, en el que la psiquis individual integrará una mente grupal más amplia. Esto no significa que dejamos de existir como individuos, pero sí podría significar que tomamos mayor conciencia de todos los demás seres vivientes”. Además, “el análisis de los sueños de los individuos pasará a ser el análisis mediático de lo colectivo. La televisión, los filmes y los juegos online se entenderán como un espacio onírico grupal”. [5]
Estas y otras teorías refuerzan aquella idea planteada: el advenimiento de un cambio de estado en el pensamiento del hombre, en su psiquis y por lo tanto, también en sus conductas y actitudes. ¿En qué consistiría ese cambio?
Tentemos alguna explicación: el cerebro humano posee un vasto campo ocioso, silencioso, que no utilizamos en la vida consciente habitual. Si ese potencial se pusiese en marcha, quizá logremos entender aquello de “las infinitas posibilidades que ofrece la rememoración”; de ahí en más, la ejercitación a través de la memoria, la libre divagación de ideas y pensamientos, los delirios oníricos y poéticos, en definitiva, la capacidad de establecer relaciones constantes y complejas, harían del cerebro humano un órgano que funcione a la manera de una máquina analógica.
Sigamos delirando: las nuevas tecnologías son al hombre –según Baudrillard- como “prótesis integradas en su cuerpo, hasta formar parte de él casi genéticamente”. Una metáfora. Un circuito integrado hombre-máquina, “gracias a un eterno feed-back, a una eterna interacción con la máquina, cuyo funcionamiento se identifica con el del mismo cerebro. Maravilloso instrumento de magia esotérica: efectivamente, cada interacción se reduce siempre a un diálogo sin fin con una máquina”. [6] Prótesis integrada al cuerpo del hombre: la ficción cede lugar a la biónica, a la robótica. Eterno feed-back (interacción) hombre-máquina: el hombre adquiere de la máquina –magia contagiosa- su capacidad de operar en forma analógica.
Sólo en un punto haremos un breve paréntesis. Y es en lo que concierne al tema de la velocidad. Los grandes cambios tecnológicos producidos en el siglo que dejamos atrás se han caracterizado por la vertiginosa aceleración de sus apariciones. Con una contracción impensable del tiempo, en apenas diez años el formidable desarrollo alcanzado superó en magnitud el de todo el ciclo histórico anterior del hombre. “La histórica explosión que ahora llamamos la Revolución Industrial potenció el metabolismo económico” dice Alvin Toffler. [7] Este mismo gurú de la economía vaticinó que todos los adelantos en las tecnologías de las telecomunicaciones y de la información “son los pasos preliminares hacia la formación de la economía del siglo XXI que funcionará a velocidades próximas al tiempo real”.
Velocidad en el desarrollo tecnológico y en el económico. Velocidad –vía Internet- para conectarse con el mundo, en un soporte electrónico, virtual. Es al menos desde este entorno que se hace realidad uno de los sueños del hombre y su imaginación: trasladarse a través del tiempo y el espacio. Algunos principios de la antigua magia se han transformado en realidad (virtual): asistimos hoy a la modificación de las categorías de tiempo y espacio.
Frente a esta vertiginosa aceleración tecnológica, ¿es factible en la psicología humana, en el pensamiento del hombre, un cambio análogo hacia esa misma dirección?; es decir, ¿es posible un cambio de velocidad en la psiquis humana? Es sólo una hipótesis. La existencia de hombres-genio (con un altísimo coeficiente intelectual) parece confirmar que el hombre, al menos en potencia, está dotado para funcionar a otra velocidad (mental, psíquica). Esta velocidad le permitiría al cerebro del hombre funcionar analógicamente, poniendo en marcha “las infinitas posibilidades que ofrece la rememoración” de las que habla Max Dorra.
Hacia fines del siglo XIX vivió en la India un matemático del mayor calibre: Ramanuján. A los 15 años logró demostrar las fórmulas de unos 6000 teoremas sin consultas bibliográficas ni apoyo humano. Por sí solo, reprodujo todo el esfuerzo matemático de la civilización, captando las abstracciones más elevadas y descubriendo los misterios más abstractos de la noción del número. Pauwels[8] narra una anécdota que lo retrata: “(El matemático inglés) G. H. Hardy, profesor de Cambridge, fue a visitarle al hospital y le dijo que había tomado un taxi. Ramanuján le preguntó el número de coche: 1729. “¡Qué hermoso número! –exclamó- ¡Es el más pequeño que es dos veces la suma de dos cubos!”. En efecto, 1729 es igual a 10 elevado al cubo más 9 elevado al cubo, y es también igual a 12 elevado al cubo más uno elevado al cubo. Hardy necesitó seis meses para demostrarlo”.
En el film “Rain Man”, el actor Dustin Hoffman interpreta a un autista que tiene una condición extraordinaria: recordar absolutamente todo lo que lee, y realizar cálculos matemáticos con la misma prodigiosa velocidad que un ordenador.
Algunos hablan de ‘estados superiores de conciencia’, de hiperlucidez; otros, del momento de inspiración, del instante de iluminación. ¿Gracia divina? ¿Iniciación mágica? “La literatura poética del mundo entero rebosa de testimonios sobre estas bruscas iluminaciones. ¿Y cuántos hombres, que no son ni poetas ni místicos, han sentido que, durante una fracción de segundo, rozaban aquel estado?”. [9]
A lo largo de los siglos, el hombre ha utilizado la meditación para pasar a ese otro estado psíquico o espiritual superior. Religiones enteras la practican para conseguir el estado de gracia divino. Pero también lo han buscado los hombres a través de innumerables caminos: ritos, danzas, cantos, ayuno, torturas físicas, flagelaciones, diversas drogas, etcétera.
Extendernos en este tema sería salirnos del cauce de nuestro trabajo. Sólo que en este apéndice hemos intentado hacer referencia a otro punto de vista en relación al pensamiento mágico: qué efectos producirán las tecnologías globales en el desarrollo psíquico y espiritual del hombre. Incluso, también tentamos algún desenlace, siempre en terreno hipotético: nos permitimos imaginar al hombre en posesión de una nueva conciencia, de un nuevo estado espiritual y emocional.
En “El Aleph”, Jorge Luis Borges escribía: “Lo que vieron mis ojos fue simultáneo; lo que transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje lo es”. Diferencia de velocidad: el nuevo estado en el pensamiento humano quizá sea simultáneo (como el registro visual, totalizador, abarcativo, aunque más profundo). Reemplazará al pensamiento sucesivo, como lo es el registro del lenguaje.
Claro está, pensémoslo como una metáfora.~
Bibliografía:
1.-Renaud, Alain: “Comprender la Imagen hoy: nuevas Imágenes, nuevo régimen de lo Visible, nuevo Imaginario”.
2.-Baudrillard, Jean: “Videosfera y Sujeto Fractal”.
3.-La traducción de la nota es de Elisa Carnelli. El subrayado es nuestro.
4.-Baudrillard, Jean: ob.cit.-
5.-Rushkoff, Douglas: “Psicoterapia por Internet” (en “Clarín”, Suplemento Informática, 12 de noviembre de 1997).-
6.-Baudrillard, J.: ob.cit.-
7.-Toffler, Alvin: “El cambio del poder”.
8.-Pauwels, Louis y Bergier, Jacqques: “El retorno de los brujos”.
9.-íbid.
Gabriel Cocimano, colaborador invitado
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