Tamaño A4 – 211

Un texto de Diego Noriega Mendoza

 

E,

ES UNA FORTUNA que el papel sea, comúnmente, blanco. De ser negro, la desesperación que induciría la hoja vacía sería suficiente para orillar a más de un poco inspirado escritor hacia el abismo. Siendo blanca, la hoja vacía solo es confrontante, abrumadora, ominosa en su extensión y posibilidad. El miedo que sentimos ante la hoja en blanco no es el ser encarándose con el vacío: es el individuo contemplando la caótica posibilidad del blanco puro frente a frente. Mil soles concentrándose en un espacio de 21 x 29.7 centímetros. ¿Cómo traer orden a ese caos? ¿De qué privilegio gozo yo, que soy de carne, de calcio y agua, para ordenarle al blanco puro que adopte el patrón que yo quiero? No obstante, me atrevo, porque está en la naturaleza del hombre profanar lo mas puro para traer un poco de contraste a ese blanco perfecto. Las letras son entonces pequeñas oclusiones opacas que obstruyen el paso de la luz hacia nuestros ojos, permitiéndonos abrir un poco la mirada y discernir la naturaleza real del Universo sin que su aplastante vastedad y brillo nos deje ciegos.

Tu, que ahora escribes, toma en cuenta esto: En tus manos tienes el poder de tapar la luz de mil soles. ~